miércoles, 26 de junio de 2024

Julian Assange, fin de la pesadilla El avión que a las cuatro de la madrugada (hora europea) de este miércoles, 26 de junio de 2024, ha despegado del aeropuerto de las Islas Marianas del Norte –enclave estadounidense en el Pacífico- con destino a Camberra, la capital australiana, llevaba en su interior a Julian Assange, el periodista de 52 años y fundador de Wikileaks que acaba de recuperar su libertad, tras un periplo de clandestinidad y cárcel que ha durado catorce años y que Anthony Albanese, el primer ministro australiano ha recordado que, “se piense lo que se piense” de los “delitos” que la justicia estadounidense le imputa, ha durado “demasiado”. El hombre que ayer, martes, salió en mangas de camisa y vaqueros de la cárcel londinense de Alta Seguridad de Belmarsh –un establecimiento para “presos peligrosos”- se dirige hoy, vestido con traje gris y corbata naranja, al encuentro con una familia de la que ha estado ausente: su mujer la abogada especialista en defensa de los derechos humanos Stella Morris, a quien conoció durante el encierro en la Embajada de Ecuador en Londres y con la que contrajo matrimonio en la prisión de Belmarsh; los hijos de ambos de 7 y 5 años, padres y hermanos, que durante los últimos cinco años solo han podido verle entre rejas. Julian Assange -desde 2010 “bestia negra” de tres presidentes de Estados Unidos por haber desvelado cientos de miles de informaciones secretas procedentes de los estamentos militar y diplomático estadounidenses, referentes sobre todo a violaciones de derechos humanos cometidas por el ejército durante sus intervenciones en los conflictos de Afganistán e Irak, es un hombre libre tras pactar con la justicia de Estados Unidos, que le acusaba de dieciocho cargos, reconocerse culpable del único delito de espionaje y aceptar una condena de cinco años de cárcel, cumplida sobradamente en el Reino Unido, primero durante siete años como refugiado en la Embajada de Ecuador en Londres, y el resto en la cárcel de Belmarsh). La resolución del “caso Assange”, que ha hecho suspirar aliviado al gobierno conservador de Londres, siempre pendiente de un último recurso de los abogados de Assange contra la demanda de extradición formulada por la justicia de Estados Unidos, que le esperaba con una sentencia que podía llegar a los 175 años de cárcel, supone también algo de lo que podrá presumir el actual presidente Joe Biden en su próxima campaña para renovar el mandato. En declaraciones al servicio de noticias de la ONU, la relatora Alice Jill Edwards, ha saludado la liberación de Julian Assange añadiendo que “las personas no deben ser extraditadas a lugares donde tengan que enfrentarse con torturas u otros tratos o penas crueles, inhumanas o degradantes. La experta considera un “muy buen resultado” el acuerdo que ha puesto fin a la persecución judicial iniciada en 2010, tras la publicación en Wikileaks- y en los grandes periódicos internacionales, entre ellos El País- de los más de medio millón de archivos calificados “secretos”, conseguidos por Chelsea Manning (nacida como Edward Manning), exsoldado y analista del ejército de Estados Unidos, condenada a 35 años de cárcel por “espionaje y traición”, y posteriormente indultada por Barack Obama. Un acuerdo entre Julian Assange y la justicia de Estados Unidos, con resultado de libertad definitiva para el acusado, que pone fin a una larguísima batalla judicial y a una vida “en suspenso” que, con distintos matices, también han aplaudido diversas organizaciones internacionales que defienden la libertad de prensa y el secreto de las fuentes, como el Comité para la Protección de los Periodustas (CPJ), la Federación Internacional de Periodistas (FIJ), o la organización no gubernamental Reporteros sin Fronteras (RSF).


El avión que a las cuatro de la madrugada (hora europea) de este miércoles, 26 de junio de 2024, ha despegado del aeropuerto de las Islas Marianas del Norte –enclave estadounidense en el Pacífico- con destino a Camberra, la capital australiana, llevaba en su interior a Julian Assange, el periodista de 52 años y fundador de Wikileaks que acaba de recuperar su libertad, tras un periplo de clandestinidad y cárcel que ha durado catorce años y que Anthony Albanese, el primer ministro australiano ha recordado que,  “se piense lo que se piense” de los “delitos” que la justicia estadounidense le imputa, ha durado “demasiado”.

El hombre que ayer, martes, salió en mangas de camisa y vaqueros de la cárcel londinense de Alta Seguridad de Belmarsh –un establecimiento para “presos peligrosos”- se dirige hoy, vestido con traje gris y corbata naranja,  al encuentro con una familia de la que ha estado ausente: su mujer la abogada especialista en defensa de los derechos humanos Stella Morris, a quien conoció durante el encierro en la Embajada de Ecuador en Londres y con la que contrajo matrimonio en la prisión de Belmarsh; los hijos de ambos de 7 y 5 años, padres y hermanos,  que durante los últimos cinco años solo han podido verle entre rejas.

Julian Assange  -desde 2010 “bestia negra” de  tres presidentes de Estados Unidos por haber desvelado cientos de miles de informaciones secretas procedentes de los estamentos militar y diplomático estadounidenses, referentes sobre todo a violaciones de derechos humanos cometidas por el ejército durante sus intervenciones en los conflictos de Afganistán e Irak, es un hombre libre tras pactar con la justicia de Estados Unidos, que le acusaba de dieciocho cargos,  reconocerse culpable del único delito de espionaje y aceptar una condena de cinco años de cárcel, cumplida sobradamente en el Reino Unido, primero durante siete años como refugiado en la Embajada de Ecuador en Londres, y el resto en la cárcel de Belmarsh).

La resolución del “caso Assange”, que ha hecho suspirar aliviado al gobierno conservador de Londres, siempre pendiente de un último recurso de los abogados de Assange contra la demanda de extradición formulada por la justicia de Estados Unidos, que  le esperaba con una sentencia que podía llegar a los 175 años de cárcel, supone también algo de lo que podrá presumir el actual presidente Joe Biden en su próxima campaña para renovar el mandato.

En declaraciones al servicio de noticias de la ONU, la relatora Alice Jill Edwards, ha saludado la liberación de Julian Assange añadiendo que “las personas no deben ser extraditadas a lugares donde tengan que enfrentarse con torturas u otros tratos o penas crueles, inhumanas o degradantes. La experta considera un “muy buen resultado” el acuerdo que ha puesto fin a la persecución judicial iniciada en 2010, tras la publicación en Wikileaks- y en los grandes periódicos internacionales, entre ellos El País- de los más de medio millón de archivos calificados “secretos”, conseguidos por Chelsea Manning (nacida como Edward Manning), exsoldado y analista del ejército de Estados Unidos, condenada a 35 años de cárcel por “espionaje y traición”,  y posteriormente indultada por Barack Obama.

Un acuerdo entre Julian Assange y la justicia de Estados Unidos, con resultado de libertad definitiva para el acusado, que pone fin a una larguísima batalla judicial y a una vida “en suspenso”  que, con distintos matices, también han aplaudido diversas organizaciones internacionales que defienden la libertad de prensa y el secreto de las fuentes,  como el Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ), la Federación Internacional de Periodistas (FIJ), o la organización no gubernamental Reporteros sin Fronteras (RSF).

 

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