Lonnie Johnson, imagen de YouTube |
Fue
cosa del azar. En 1982, Lonnie Johnson, ingeniero del Jet Propulsion Laboratory
de la NASA y también un manitas muy mañoso, trabajaba en su casa en la
construcción de una termobomba cuando se produjo un pequeño accidente y el agua
que contenía el ingenio salió disparada a propulsión.
Johnson
acababa de inventar la pistola de agua, uno de los juguetes más apreciados por
los niños de todo el mundo, que diez
años más tarde era el chisme más vendido en Estados Unidos y en los años
siguientes, según la revista Forbes, sus ventas
superaron los mil millones de dólares y proporcionaron muchos millones a su inventor. Toda esta
información está contenida en un artículo aparecido en la publicación
estadounidense Smithsonian Magazine a propósito del anuncio, efectuado por el
fabricante de juguetes Hasbro, de que va a volver a fabricar el modelo original
de la famosa pistola de agua.
Con unos tubos de PVC, una
botella de gaseosa de dos litros, plexiglas y varias juntas, Johnson fabricó el
primer prototipo funcional en lo que, en una patente de 1986, se llamaría
“pistola surtidor”. Tras varios años infructuosos buscando un fabricante, Larami
Corp. sacó la pistola al mercado sin
mucho éxito. Cuando la compró Hasbro y la bautizó como Super Soaker, la pistola
de agua se convirtió en uno de los juguetes preferidos de los pequeños
estadounidenses. En muy poco tiempo, el éxito de ventas se reprodujo en los
cinco continentes.
Con el mismo fabricante,
años más tarde Lonnie Johnson patentó otro juguete estrella: las “pistolas
Nerf” (que disparan flechas o discos de espuma), “auténtica gallina de los
huevos de oro” que al día de hoy sigue proporcionando a la empresa cientos de
millones de dólares cada año.
Ingresado con honores en el
National Toy Hall of Fame (el museo donde se exhiben los juguetes que han
conseguido más popularidad durante más tiempo), creado en 1998 en Salem,
Oregon, y trasladado en 2002 a Rochester, en el estado de Nueva York), Lonnie
Johnson gasta los royalties de sus inventos para trabajar proyectos menos
lúdicos, como las baterías electrolíticas de cerámica y la tecnología lithium-air,
un condensador que permite extraer la humedad del aire ambiental; y también, en
un regreso a sus primeros intereses, un sistema de recuperación del calor
destinado a los misiles espaciales.
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