“Brillante ética y
estética la de estos pájaros de mal agüero” (Julio Feo Zarandieta, Periodistas en español)
En los años 1970, en Colombia, una
familia de indígenas Wayuu se encuentra en el centro de la floreciente venta de
marihuana a la juventud estadounidense. Cuando el honor de las familias intenta
resistir a la avidez de unos y otros, se hace inevitable una guerra de clanes
que pone en peligro sus vidas, su cultura y sus tradiciones ancestrales. Es el
nacimiento de los carteles de la droga colombianos.
La película “Pájaros de verano”, de
los realizadores colombianos Ciro Guerra y Cristina Gallego (“El abrazo de la
serpiente”), que abrió la Quincena de Realizadores del último Festival de
Cannes (https://periodistas-es.com/cannes-2018-pajaros-de-verano-de-ciro-guerra-y-cristina-gallego-103347), está basada en la historia real de un pueblo nativo con
estructura matriarcal , leyendas legendarias y códigos de honor que le asemejan
a la mafia que, en 1968, se da cuenta de que resulta más rentable plantar
marihuana que café. La mezcla de sus tradiciones con el tráfico de la hierba
dirigido por redes estadounidenses acaba provocando una guerra entre clanes al
tiempo que sienta las premisas de los carteles que hoy siguen controlando este,
y otros tráficos, entre americanos del sur y del norte.
Planteada como un cuento y diseñada como
una tragedia griega en cinco actos - hierba salvaje, las tumbas, la prosperidad, la guerra y el limbo- con una madre que es la reencarnación de
Medea, en la película se van sucediendo todos los códigos del género -relaciones familiares, clanes, historias de
amor prohibido, traiciones, el honor, los castigos, las señales divinas y la
mano del destino, así como el lujo desmesurado y absurdo, como la construcción
de palacios de reminiscencias árabes en plena foresta, cuando las cosas
“marchan bien”- que, en cierta manera, también corresponden al western clásico
y a las historias de gansters de la mafia, atractivas leyendas de “rise and
fall”, grandeza y decadencia, que llenan la historia del cine.
Todo ello adobado con el uso de la
lengua de los Wayuu, la tribu protagonista, y la participación de, junto a
actores profesionales como Carmina Martínez, intérpretes elegidos en el mismo lugar del
rodaje, como es el caso de José Vicente Cotes, que hace el papel del viejo tío,
y que ha aportado al guión detalles y anécdotas de su propia experiencia vital.
Racionalidad de los intereses
particulares frente a la irracionalidad de costumbres y creencias, de ritos y
prohibiciones que rigen la rutina de la comunidad, una especie de entidad
mitológica empeñada, pese a todo, a conservar la pureza de los orígenes. La
narración, que se debate entre la realidad y lo imaginario es, al decir de sus
directores, “una de gansters y espíritus”, a la que sirven de espléndido fondo
los inmensos y frondosos paisajes de la selva amazónica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario