viernes, 14 de octubre de 2016

“Snowden” de Oliver Stone: un retrato poco original



“Lo mejor que he conseguido es no preocuparme por lo que pase mañana porque estoy contento con lo que he hecho hoy” (Edward Snowden, en las últimas imágenes de la película).

Edward Snowden es un informático estadounidense que en 2003 dejó su trabajo en una empresa contratista para ingresar en el ejército, con la intención de formar parte de las Fuerzas Especiales. Tuvo que desistir tras un aparatoso accidente en el que se rompió las dos piernas. Entre unos contactos y otros, terminó trabajando para la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) y la CIA. Gracias a la acumulación de información privilegiada que cayó en sus manos, y a una repentina necesidad de comunicar al mundo lo que el mundo ya intuía -que el imperio nos vigila a todos permanentemente-, no exento de complejo de culpa, Snowden decidió filtrar a la prensa internacional una cantidad ingente de documentos que contienen importante información sobre la NSA, que desvelan la masiva trama de espionaje tejida por el gobierno de Estados Unidos.

"¿Cómo le explicaría a un niño lo que es Internet?, le preguntan a Edward Snowden cuando acude a una entrevista de trabajo en la CIA. La respuesta es bastante ingenua: “Es una herramienta que tiene el poder de dejar que en el mundo se entiendan unos con otros”.

Edward Snowden, que ha cumplido 33 años en su destierro de Rusia, no se estaba vengando de nada ni de nadie al filtrar aquella ingente cantidad de información confidencial. Era un patriota idealista y entusiasta cuando descubrió la insospechada amplitud que había cobrado la cibervigilancia: violando la Constitución, apoyada por las grandes empresas, la NSA recoge montañas de datos y rastrea todas las formas de telecomunicaciones existentes a nivel planetario. Cuando comprueba que la intrusión en la vida privada de todos se ha vuelto sistemática, decide reunir todas las pruebas a su alcance y divulgarlas. La decisión, tomada en 2013, le obligó a sacrificar su libertad y sus planes de futuro.

En junio de aquel año, el periodista del diario británico The Guardian Glenn Greenwald (Zachary Quinto) y la documentalista estadounidense Laura Poitras (Melissa Leo), se arriesgaron a entrevistarse con Snowden (Joseph Gordon-Levitt) en un hotel de Hong Kong, donde estaba refugiado a la espera de poder tomar un avión que le llevara a Moscú y, una vez allí, gestionar un posible asilo político en algún país latinoamericano. En una carrera contra el tiempo, analizaron las pruebas irrefutables presentadas por Snowden y el mismo día que el “soplón” se borraba del mapa, trasladándose a la vivienda de unos “sinpapeles” asiáticos que le darían protección hasta que finalmente consiguió subir a un avión, The Guardian publicaba la primera entrega de unas revelaciones que constituirían el mayor escándalo de espionaje de la historia de Estados Unidos.

A partir de entonces, Snowden –que en la película aparece, en un cameo fulgurante- se convirtió en apátrida, cancelaron su pasaporte, y permaneció varias semanas aparcado en tierra de nadie, en el aeropuerto de Moscú, hasta que finalmente le dieron los permisos para entrar en la Federación de Rusia y pudo recuperar el uso de la palabra para, entre otras cosas, contestar la versión oficial facilitada por la administración estadounidense que le llamaba traidor, espía y agente al servicio de potencias extranjeras.

La documentación aportada por Snowden ha probado que el gobierno de su país vigilaba no solamente las llamadas, correos electrónicos y visitas a páginas de internet de millones de estadounidenses, sino también la actividad de grandes empresas de telecomunicaciones como Apple, Google o Facebook. Aquello fue una bomba mediática y política, cuyo impactó acusó el gobierno Obama. La historia de ese encuentro entre Poitras, Greenwald y Snowden, perseguido desde entonces por la justicia americana y obligado a vivir como fugitivo en Rusia, fue el tema de la película “Citizenfour”, realizada por Laura Poitras y ganadora del Oscar al mejor documental en 2015.

Con todo esto y muy poco más -a destacar, como novedad, el seguimiento de la relación entre el informático y Lindsay Mills (Shailene Woodley), la compañera con quien compartió vida cotidiana, pero no secretos- Oliver Stone (Salvajes, Wall Street, El dinero nunca duerme), que acaba de cumplir 70 años, ha hecho su versión de “Snowden”, un biopic dramático de un hombre que ya forma parte de la historia y es protagonista de artículos y libros sin solución de continuidad. “Snowden” es un relato de hechos reales sacados de los libros The Snowden Files: The Inside Story of the World’s Most Wanted Man, del periodista Luke Harding, y Time of the Octopus de Anatoly Kucherena, que es el abogado de Edward Snowden.

Es de justicia decir que la película de Stone -impecable en su realización, como siempre- aporta muy poco sobre el personaje. “Mientras que el documental de Laura Poitras era tan eficaz como un thriller de John le Carré, la película de Stone, que reconstruye varias escenas de ‘Citizenfour’, no es desgraciadamente más que una pálida copia”, una película muy comercial destinada al gran público. Desgraciadamente también, “sin duda debemos hacer el duelo por la antigua (y apreciada) estética de Oliver Stone, ya no volveremos a encontrarnos con el que fue, con su rabia por revelar la verdad (la verdad sobre El Salvador, sobre Vietnam, sobre la muerte de JFK) que no puede aplicarse a temas demasiado recientes (Bush, la crisis de 2008, Snowden) porque ya están mediatizados” (Filmdeculte.com).

Snowden, ¿héroe o delator? Stone no se lo plantea y tampoco da al espectador la oportunidad de hacerlo. Mete un drama sentimental y un thriller cibernético en una envoltura orwelliana (el director de la CIA parece salido directamente de las páginas de “1984”).

Stone ha optado por la defensa de Snowden, el hombre que desveló el inmenso programa clandestino de vigilancia del gobierno de Estados Unidos. Y ha hecho de él un héroe tanto mayor porque no se trata de un superhéroe sino de “un chico normal” que llevó a cabo un gesto heroico no por casualidad, sino después de pensarlo mucho. Snowden es un patriota dispuesto a pagar en persona. “Sí, le formaron y trabajó como espía de la CIA. Sí, era un brillante informático que creó varios programas para la seguridad nacional. Sí, fue ese mismo patriotismo el que le impulsó a hacer públicos los documentos secretos de la NSA. Porque la democracia y el pueblo estadounidense deben conocer las actividades ilegales, inmorales, e incluso incontestablemente criminales de su participación en los asesinatos extrajudiciales llevados a cabo con drones”.

Según Oliver Stone, la implicación de Snowden ha sido determinante en el proceso de creación de la película: “No puedo contar exactamente lo que nos ha confiado. Yo creo que la única forma de que el misterio se desvele completamente es que él escriba un libro. Pero en una historia que la NSA nunca va a confirmar ni desmentir, toda la autenticidad posible se debe a la ayuda que nos ha prestado Ed. La NSA es todavía un mundo relativamente desconocido...”.

Snowden no es el primero

Otros, antes que él, ya denunciaron las derivas ilegales de la NSA. El primero que las filtró fue William Binney quien, después de 30 años de servicio en la NSA, dimitió siete semanas después de los atentados del 11 de septiembre. Tanto Binney, como otros que le han seguido, han hecho hincapié en la ineficacia de la vigilancia masiva en la lucha contra el terrorismo.


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