“Lo mejor que he
conseguido es no preocuparme por lo que pase mañana porque estoy contento con
lo que he hecho hoy” (Edward Snowden, en las últimas
imágenes de la película).
Edward
Snowden es un informático estadounidense que en 2003 dejó su trabajo en una empresa
contratista para ingresar en el ejército, con la intención de formar parte de
las Fuerzas Especiales. Tuvo que desistir tras un aparatoso accidente en el que
se rompió las dos piernas. Entre unos contactos y otros, terminó trabajando
para la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) y la CIA. Gracias a la acumulación
de información privilegiada que cayó en sus manos, y a una repentina necesidad
de comunicar al mundo lo que el mundo ya intuía -que el imperio nos vigila a
todos permanentemente-, no exento de complejo de culpa, Snowden decidió filtrar
a la prensa internacional una cantidad ingente de documentos que contienen
importante información sobre la NSA, que desvelan la masiva trama de espionaje
tejida por el gobierno de Estados Unidos.
"¿Cómo
le explicaría a un niño lo que es Internet?, le preguntan a Edward Snowden
cuando acude a una entrevista de trabajo en la CIA. La respuesta es bastante
ingenua: “Es una herramienta que tiene el poder de dejar que en el mundo se
entiendan unos con otros”.
Edward
Snowden, que ha cumplido 33 años en su destierro de Rusia, no se estaba
vengando de nada ni de nadie al filtrar aquella ingente cantidad de información
confidencial. Era un patriota idealista y entusiasta cuando descubrió la
insospechada amplitud que había cobrado la cibervigilancia: violando la
Constitución, apoyada por las grandes empresas, la NSA recoge montañas de datos
y rastrea todas las formas de telecomunicaciones existentes a nivel planetario.
Cuando comprueba que la intrusión en la vida privada de todos se ha vuelto
sistemática, decide reunir todas las pruebas a su alcance y divulgarlas. La
decisión, tomada en 2013, le obligó a sacrificar su libertad y sus planes de
futuro.
En
junio de aquel año, el periodista del diario británico The Guardian Glenn
Greenwald (Zachary Quinto) y la documentalista estadounidense Laura Poitras
(Melissa Leo), se arriesgaron a entrevistarse con Snowden (Joseph
Gordon-Levitt) en un hotel de Hong Kong, donde estaba refugiado a la espera de
poder tomar un avión que le llevara a Moscú y, una vez allí, gestionar un
posible asilo político en algún país latinoamericano. En una carrera contra el
tiempo, analizaron las pruebas irrefutables presentadas por Snowden y el mismo
día que el “soplón” se borraba del mapa, trasladándose a la vivienda de unos
“sinpapeles” asiáticos que le darían protección hasta que finalmente consiguió
subir a un avión, The Guardian publicaba la primera entrega de unas
revelaciones que constituirían el mayor escándalo de espionaje de la historia
de Estados Unidos.
A
partir de entonces, Snowden –que en la película aparece, en un cameo
fulgurante- se convirtió en apátrida, cancelaron su pasaporte, y permaneció
varias semanas aparcado en tierra de nadie, en el aeropuerto de Moscú, hasta
que finalmente le dieron los permisos para entrar en la Federación de Rusia y
pudo recuperar el uso de la palabra para, entre otras cosas, contestar la
versión oficial facilitada por la administración estadounidense que le llamaba
traidor, espía y agente al servicio de potencias extranjeras.
La
documentación aportada por Snowden ha probado que el gobierno de su país
vigilaba no solamente las llamadas, correos electrónicos y visitas a páginas de
internet de millones de estadounidenses, sino también la actividad de grandes
empresas de telecomunicaciones como Apple, Google o Facebook. Aquello fue una
bomba mediática y política, cuyo impactó acusó el gobierno Obama. La historia
de ese encuentro entre Poitras, Greenwald y Snowden, perseguido desde entonces
por la justicia americana y obligado a vivir como fugitivo en Rusia, fue el
tema de la película “Citizenfour”, realizada por Laura Poitras y ganadora del
Oscar al mejor documental en 2015.
Con
todo esto y muy poco más -a destacar, como novedad, el seguimiento de la
relación entre el informático y Lindsay Mills (Shailene Woodley), la compañera
con quien compartió vida cotidiana, pero no secretos- Oliver Stone (Salvajes,
Wall Street, El dinero nunca duerme), que acaba de cumplir 70 años, ha hecho su
versión de “Snowden”, un biopic dramático de un hombre que ya forma parte de la
historia y es protagonista de artículos y libros sin solución de continuidad. “Snowden”
es un relato de hechos reales sacados de los libros The Snowden Files: The
Inside Story of the World’s Most Wanted Man, del periodista Luke Harding, y Time
of the Octopus de Anatoly Kucherena, que es el abogado de Edward Snowden.
Es
de justicia decir que la película de Stone -impecable en su realización, como
siempre- aporta muy poco sobre el personaje. “Mientras que el documental de
Laura Poitras era tan eficaz como un thriller de John le Carré, la película de
Stone, que reconstruye varias escenas de ‘Citizenfour’, no es desgraciadamente
más que una pálida copia”, una película muy comercial destinada al gran
público. Desgraciadamente también, “sin duda debemos hacer el duelo por la
antigua (y apreciada) estética de Oliver Stone, ya no volveremos a encontrarnos
con el que fue, con su rabia por revelar la verdad (la verdad sobre El
Salvador, sobre Vietnam, sobre la muerte de JFK) que no puede aplicarse a temas
demasiado recientes (Bush, la crisis de 2008, Snowden) porque ya están
mediatizados” (Filmdeculte.com).
Snowden,
¿héroe o delator? Stone no se lo plantea y tampoco da al espectador la oportunidad
de hacerlo. Mete un drama sentimental y un thriller cibernético en una
envoltura orwelliana (el director de la CIA parece salido directamente de las
páginas de “1984”).
Stone
ha optado por la defensa de Snowden, el hombre que desveló el inmenso programa
clandestino de vigilancia del gobierno de Estados Unidos. Y ha hecho de él un
héroe tanto mayor porque no se trata de un superhéroe sino de “un chico normal”
que llevó a cabo un gesto heroico no por casualidad, sino después de pensarlo
mucho. Snowden es un patriota dispuesto a pagar en persona. “Sí, le formaron y
trabajó como espía de la CIA. Sí, era un brillante informático que creó varios
programas para la seguridad nacional. Sí, fue ese mismo patriotismo el que le
impulsó a hacer públicos los documentos secretos de la NSA. Porque la
democracia y el pueblo estadounidense deben conocer las actividades ilegales,
inmorales, e incluso incontestablemente criminales de su participación en los
asesinatos extrajudiciales llevados a cabo con drones”.
Según
Oliver Stone, la implicación de Snowden ha sido determinante en el proceso de
creación de la película: “No puedo contar exactamente lo que nos ha confiado.
Yo creo que la única forma de que el misterio se desvele completamente es que
él escriba un libro. Pero en una historia que la NSA nunca va a confirmar ni
desmentir, toda la autenticidad posible se debe a la ayuda que nos ha prestado
Ed. La NSA es todavía un mundo relativamente desconocido...”.
Snowden no es el primero
Otros,
antes que él, ya denunciaron las derivas ilegales de la NSA. El primero que las
filtró fue William Binney quien, después de 30 años de servicio en la NSA,
dimitió siete semanas después de los atentados del 11 de septiembre. Tanto
Binney, como otros que le han seguido, han hecho hincapié en la ineficacia de
la vigilancia masiva en la lucha contra el terrorismo.
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