Matar al mensajero (Kill the
Messenger), un excelente thriller dirigido por el neoyorquino Michael Cuesta
(director y productor de la prestigiosa serie televisiva Homeland) y
protagonizado por Jeremy Renner (En tierra hostil, The town, El legado de Bourne),
está basado en la verdadera historia del periodista Premio Pulitzer Gary Webb (quien
reveló la implicación de la CIA en el tráfico de droga para subvencionar las
operaciones de la contra nicaragüense en los años 1980), es una película que
pone de manifiesto la importancia de que exista una prensa libre y
comprometida.
Intervienen también es esta
historia sobre los entresijos del poder Michel K. Williams (12 años de
esclavitud), Ray Liotta (Uno de los nuestros), Andy García (El Padrino),
Michael Sheen (The Queen), Rosemarie De Witt (El amigo de mi hermana) y Paz
Vega, entre otros.
Inspirada en el libro escrito por
el propio Gary Webb, Dark Aliance, y el de Nick Schou, Kill
the Messenger: How the CIA's Crack-Cocaine Controversy Destroyed Journalist
Gary Webb, la película transcurre en los años 1990, cuando Webb destapó el
papel de la CIA en la guerra sucia contra las guerrillas centroamericanas: los
rebeldes de Nicaragua contaban con la colaboración de la “Agencia” para introducir
cocaína en Estados Unidos; los enormes beneficios de esa venta servían para
armar a la Contra.
Para documentar sus
investigaciones, Webb viajó a Nicaragua y se entrevistó, en la cárcel con el
capo de la droga Norwin Meneses, escribiendo después una serie de artículos que
sacudieron las tripas del establishment, convirtiéndole además en un objetivo
tanto para los responsables del tráfico como para los periodistas rivales, que
amenazan no solo con acabar con su carrera y su vida, sino también con poner en
peligro a su familia.
Cuando, en una serie de artículos
publicados en 1996 en el diario San Jose Mercury News, Webb reveló la
implicación de la CIA en el contrabando de toneladas de cocaína, el resto de la
prensa “le trató como a un apestado”. Drama, thriller y en cierta medida
biopic, Matar al mensajero, historia centrada “en la campaña de difamación
llevada a cabo por los medios de comunicación dominantes contra el trabajo del
periodista de investigación Gary Webb, es más representativa del estado del
periodismo estadounidense que, por ejemplo, Los hombres del presidente (All the
president’s men), que celebraba los éxitos de los periodistas que destaparon el
escándalo del Watergate”,ha escrito Chris Hedges, periodista, corresponsal de
guerra y Premio Pulitzer, en la edición francesa de la publicación digital vineyardsaker
(http://www.vineyardsaker.fr/2014/11/08/mythe-presse-libre/).
Los grandes medios estadounidenses
reaccionaron ante las revelaciones de Webb convirtiéndose en perros guardianes
de la CIA y buscando destruir la credibilidad del reportero. Como respuesta a
la publicación de los primeros artículos, el Washington Post dedicó casi dos
páginas completas a atacar las afirmaciones de Webb; Los Angeles Times publicó
tres artículos, en los que atacaba tanto a Webb como lo que contaba. Aunque es
justo decir que, por abominable que parezca, estos episodios son solo un
capítulo más de la historia del periodismo estadounidense, y no una excepción
(Y, como no podía ser menos, de la historia del periodismo en muchos otros
lugares del mundo, donde lo que no se cuenta no ha pasado; por lo tanto, y para
evitarlo, lo que se impone es “matar al mensajero”). El diario que había
publicado sus investigaciones, el San José Mercury News, escribió un mea culpa
a propósito de los artículos de Webb.
Aunque, afortunadamente, no todo el
mundo estuvo en contra. Los también periodistas Alexander Cockburn y Jeffrey
St. Clair, escribieron en 2004 un artículo titulado How the Press and the CIA
Killed Gary Webb’s Career (Como la prensa y la CIA han destruido la carrera de
Gary Webb) detallando como había sido la campaña de difamación a nivel
nacional.
Al final de la película, en 1997,
Gary Webb agradece el premio que le dan sus compañeros de la Asociación de
Periodistas, quizá en compensación porque su empresa había decidido relegarle a
puestos subalternos (“mi último artículo ha sido sobre la diarrea de un
caballo”), y declara que se retira de la profesión. En 2004, su cuerpo apareció
en la ciudad de Sacramento con dos disparos en la cabeza.
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