“Más
que en una simple sesión de cine estamos en una ceremonia crepitante que
procura la misma excitación que el más trepidante de los conciertos de rock, y
el mismo misterio que la primera lectura de los poetas que seguimos
frecuentando”. (Cahiers de cinéma)
A
propósito del estreno de Adios al lenguaje, la última película de Jean-Luc
Godard (1), conviene decir en voz muy alta que los exhibidores españoles han
ejercido el derecho de pernada –equivalente a una censura en grado sumo-
negándose a proyectarla en su formato original de 3D, condenando a los
espectadores de nuestro país a ver una versión en 2D en la que, por momentos,
se empastan los colores y las imágenes parecen confusas y superpuestas; en
definitiva, a presenciar una obra que no responde a la “magnífica y sublime”
ovacionada en Cannes, ni mucho menos a la intención original de su creador.
“Rodada en 3D con smartphones, cámaras Go-Pro y teléfonos móviles, Adios al
lenguaje puede verse como una deslumbrante proeza técnica” ( Gérard Lefort y
Olivier Séguret, Libération).
Hace
unos meses, cuando tuvo lugar el Festival de Cannes 2014, donde el último Godard
-el último de verdad, el realizador se ha despedido en vísperas de cumplir 84
años- se presentó a competición (acompañado por una carta del autor en la que
explicaba su ausencia de una muestra con la que ha tenido una relación difícil
desde que en 1968, cuando en París debajo de los adoquines estaba la playa y
las calles las ocupaban estudiantes y obreros, acudiera junto con François
Truffaut para intentar anularlo y lograran que se clausurara cinco días antes
de lo previsto) y consiguió el Premio del Jurado, exaequo con Mommy de Xavier
Dolan, y el premio especial Palme Dog para Roxy, la perra leonada y negra del
realizador, destacado protagonista de una gran parte de las escenas, mi colega
Julio Feo, que tuvo la fortuna de verla en su formato original, escribía que
Jean-Luc Godard “sigue experimentando en su obra con imágenes, música y sonido,
con su conocido arte por la provocación, y en esta ocasión ha optado por filmar
con la tecnológia del 3D, tres dimensiones. Una obra evidentemente en las antípodas
de los productos hollywoodenses en 3D… Su película, como de costumbre en los
últimos años, es una sabia mezcla artística de texto, con alusiones literarias,
reflexión filosófica sobre el mundo en que vivimos, imagen, música y sonido, en
un montaje siempre original, con imágenes invertidas e insólitos
encuadres…Godard provoca y juega con las palabras, desincroniza imagen y sonido,
superpone imágenes que divide en dos partes: la naturaleza y la metáfora. Cita
a Lord Byron, Mary Schelley y Frankestein, o Jack London…imágenes de un hombre
y una mujer desnudos haciendo el amor, en la ducha, o defecando en el water y
un sexo de mujer a guisa de evocación de la célebre pintura “El origen del
mundo” de Gustave Courbet, al tiempo que se pregunta por qué no existe un
Premio Nobel de pintura y de música, como lo hay para la literatura (Julio Feo,
http://periodistas-es.com/cannes-2014-brillante-godard-en-tres-dimensiones-35114).
Utilizo
el texto de mi compañero para evitar caer en la cacofonía. El relato de Adios
al lenguaje es muy simple, tan viejo como el mundo, esa materia que el cineasta
ha observado en su formato original de 3D, y que a nosotros se nos ha hurtado:
un hombre, una mujer, un encuentro, un mal rollo, una separación y un perro
(“el único animal que ama a los hombres más que a sí mismo”). Un reencuentro,
una frase (“Cuando los apaches hablaban del mundo lo llamaban el bosque”), un
perro y un sexo de mujer, origen de ese mundo y de todas las cosas.
La
reflexión (hora y diez minutos trufados de metáforas) tiene todos los componentes
de un ensayo profundo acerca de la paulatina pérdida de sentido del lenguaje
(“Llegará un día en que todos necesitaremos un intérprete, aunque no sea más
que para entendernos a nosotros mismos”) mientras que la imagen –hojarascas,
paisajes y rostros, de hombres y perro- adquiere nuevas dimensiones, se hace
poética, gana en consistencia y no es que valga más que mil palabras, es que
llega a hacerlas innecesarias.
“Guerra
y paz, aversión y pasión, a escala de pareja como de naciones” (Jacques Morice,
Télérama). Perturbador collage de palabras e imágenes plagado de citas
literarias y pictóricas, con preocupaciones nuevas –ecología, nucleares,
alimentos genéticamente modificados…- y referencias de siempre: el autor de La
chinoise (la china) no podía dejar de mencionar a Mao y Che Guevara. Y de
hablar de la soledad y dar una vuelta de tuerca más al título, convirtiendo la
película en una despedida: “Tu estás lleno del gusto de vivir. Yo estoy aquí para
decirte no. Y para morir”.
(1)
Jean-Luc Godard (3 de diciembre 1930), uno de los grandes nombres de la
nouvelle vague, es realizador, guionista, dialoguista, experto en montaje e
incluso ha aparecido haciendo papelitos en algunas películas, propias y ajenas.
Como muchos otros cineastas que en los años 1960 dieron un vuelco al cine
franés, y europeo, Godard comenzó como crítico en revistas (Cahiers de cinéma,
Arts, Gazzette du Cinéma). En 1959
rueda su primer largometraje, A bout de soufflé, e inmediatamente después Le
petit soldat y Une femme est une femme. Después vendrían Masculino
femenino, Dos o tres cosas que sé de ella, Alphaville, Je vous salue Marie… Sus
últimas creaciones han sido Elogio del amor (2001), Nuestra música (2004) y
Film Socialisme (2010). En total, cerca de medio centenar de cortos, largos, vídeos,
montajes y exposiciones.
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