Tras recorrer el globo a vista de
pájaro con las aves migratorias (“Nómadas del viento”) y navegar en todos los
océanos junto a las ballenas y las rayas manta (“Océanos”), Jacques Perrin y Jacques
Cluzaud regresan a las pantallas grandes con un maravilloso documental, esta
vez sobre unas tierras que resultan más familiares al espectador, en un viaje a
través del tiempo para redescubrir los territorios europeos que compartimos con
los animales desde la última era glacial hasta este siglo XXI.
El invierno duraba ya 80.000 años
cuando, en un momento dado y en muy poco tiempo, el planeta tierra se giró
levemente hacia el sol, los hielos se fundieron, desaparecieron los glaciares,
el suelo revivió y un inmenso bosque creció en nuestro continente. La nueva
configuración planetaria lo cambió todo: comenzó el ciclo de las estaciones, el
paisaje se metamorfoseó y la fauna y la flora evolucionaron. A una interminable
Edad del Hielo sucedió un exuberante bosque verde y después, bajo el impulso
del hombre nuevo, el Homo Sapiens, un campo fértil y risueño. Así empezó la
historia…
Y así comienza la película
documental “Las estaciones”, el manifiesto de unos enamorados del bosque, una
epopeya que relata la larga y no siempre amistosa historia común del hombre y
los animales. Un cuento excepcional «que invita a la reflexión», mucho más en
estos tiempos de cambios climáticos y desaparición de especies. Una película
ecologista y militante.
Inspirándose en los últimos
descubrimientos científicos en etología (El estudio del comportamiento de las
distintas especies animales) y reflexionando sobre la relación del hombre con
las otras especies, los autores han elegido contar la historia desde el punto
de vista de los animales (de hecho, en esta historia el hombre es poco más que
una figura desdibujada que aparece y desaparece entre los árboles y las
sombras), auténticos protagonistas que llenan la pantalla y, gracias a imágenes
de una belleza que corta el aliento y a un “montaje sutil y malicioso que prima
la expresividad animal”, establecen la inevitable corriente de empatía con el
espectador que realmente se siente “próximo”.
Las estaciones es un intento de
describir lo maravilloso de la naturaleza, la poesía de los comportamientos, la
lección de ecología que nos dan esos otros seres -mínimos y auténticos
supervivientes o grandes y prepotentes- “impulsándonos a defenderlo”. Didáctico
y más que apropiado para verlo en familia, el documental “Las estaciones”
explica 20 millones de vidas animales en los bosques europeos. “Es la historia
de unos seres vivos que, desde hace miles de años, intentan sobrevivir
adaptándose a las estaciones y los cambios climáticos”.
Rodado en el norte de Noruega y en
Europa del Este durante año y medio “sin efectos especiales”, los 20.000 años
que cuenta se pasan en poco más de hora y media como un paseo por el bosque en
una tarde de otoño. “Quería hacer un himno a la vida”, ha dicho Jacques Perrin
en una entrevista. Y para ello eligió el “casting más hermoso del año”: osos
que se pelean jugando, crías de pájaros que caen del nido como en una película
de dibujos animados, ocas cenicientas, jabatos, encantadoras ardillas que
cascan bellotas y nueces, marmotas que despiertan con el primer rayo de sol,
castores infatigables, estampidas de musculosos y bellísimos caballos que
escapan de las jaurías de lobos, lobos que van desapareciendo para
transformarse en pastores de rebaños y guardianes de hogares …la película
termina recordando la forma en que el hombre se ha ido cargando progresivamente
tanta maravilla.
El documental “Las estaciones” se
estrena en España, narrado por la actriz Elena Anaya, coincidiendo con el 21 de
mayo, el Día Europeo de la Red Natura 2000, un organismo de la Unión Europea que
pretende concienciar a los ciudadanos del Viejo Continente sobre la importancia
de preservar la biodiversidad y conservar la naturaleza, y que tiene censados
27.000 espacios protegidos (de los que 1.467 se encuentran en nuestro país),
que abarca más de un millón de kilómetros cuadrados.
El hoy productor y realizador
Jacques Perrin fue uno de los actores fetiche de las adolescentes francesas -y
algunas otras europeas, entre las que me cuento- en los años 1960. Rubio y
guapísimo, fue el Lorenzo de “La ragazza con la valigia”, de Valerio Zurlini
(1962), junto a una Claudia Cardinale casi debutante; el marino Maxence -que
recorría el mundo en busca de amor- de “Les demoiselles de Rochefort”, de
Jacques Demy (1967), junto a las bellezas irrepetibles de Catherine Deneuve y
Françoise D’Orleac; el periodista y fotógrafo de “Z”, de Costa Gavras (1969),
ganadora del Premio del Jurado en Cannes y del Globo de Oro y el Oscar a la
mejor película extranjera del año, donde compartió protagonismo con un puñado
de grandes intérpretes: Jean-Louis Trintignant, Yves Montad, Renato Salvatori,
Irene Papas, Magali Nöel … Antes había aparecido en “Les tricheurs”, de Marcel
Carné, atravesando la pantalla en una Vespa, y en “La verité”, de Henri-Georges
Clouzot. En “Z” se estrenó como productor y volvió a repetir con Costa-Gavras
en “Estado de sitio”. Desde entonces, la naturaleza ha acaparado sus trabajos,
tanto de productor como de director.
|
viernes, 20 de mayo de 2016
Las estaciones: el himno a la vida salvaje de Jacques Perrin
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario