El martes 26 de abril de 2016
fueron enterrados definitivamente, en Isla Negra, a 120 kilómetros al oeste de
la capital, los restos del poeta chileno y Premio Nobel de Literatura Pablo
Neruda. Las cenizas del escritor fueron exhumadas en 2013 para realizar una
serie de pruebas encaminadas a determinar si, como aseguraban distintas fuentes
desde 2011, y entre ellas su chófer Manuel Araya, fue asesinado por agentes del
dictador Augusto Pinochet, según la información publicada por Culturebox, el
suplemento cultural del canal internacional France 24. Más de cuarenta años
después de su muerte Pablo Neruda reposa en el jardín de su casa frente al
Pacífico, junto a su tercera mujer, Matilde Urrutia.
Tras un homenaje popular en
Santiago de Chile, el ataúd con los restos de Neruda, nacido el 12 de julio de
1904 en Parral (provincia de Linares, Chile) y fallecido el 23 de septiembre de
1973 en Santiago de Chile, exactamente doce días después del golpe de estado
que acabó con la vida del presidente constitucional, el socialista Salvador
Allende, y puso al frente del gobierno chileno al dictador Pinochet.
El ataúd iba cubierto con la
bandera chilena. Al acto de depositarlo definitivamente en tierra acudieron una
veintena de familiares, miembros de la fundación que lleva su nombre y
compañeros del Partido Comunista, donde Neruda militó durante su vida “Para
nosotros- dijo en sus palabras de despedida Raúl Bulnes, presidente de la
Fundación Pablo Neruda- no se trata de asistir a un funeral, sino al contrario.
Volver a Isla Negra es mirar de nuevo el mar, y volver a mirar el mar es
revivir sobre todo para un poeta”.
Los análisis efectuados en los tres
últimos años no han dado una respuesta definitiva acerca de las circunstancias
del deceso del poeta, que en 1935 fue cónsul de Chile en España, en 1946 se
exilió en Europa tras el triunfo del dictador González Videla (cuya campaña
había dirigido, creyéndole progresista); un exilio que ser prolongó hasta 1952
y durante el cual escribió el “Canto General”, obra prohibida en Chile. En
1969, el Partido Comunista le designó candidato a la elección presidencial, pero
Neruda renunció en favor de Allende, quien después le nombró Embajador en
Francia, donde conoció al compositor griego Mikis Theodorakis, quien puso
música al “Canto General”. Fue en París donde le diagnosticaron el cáncer de
próstata que, hasta ahora, figuraba en el certificado de defunción como causa
de la muerte.
En 2014, un equipo de
investigadores españoles detectó en los restos del poeta una presencia masiva
de bacterias, estafilococos dorados, que podrían haberle sido inoculados por
agentes de la dictadura. Cuatro laboratorios de Estados Unidos, España, Noruega
y Dinamarca, están analizando el ADN de esas bacterias, y se espera un
diagnóstico definitivo para este mes de mayo. Según Eduardo Contreras, abogado
del Partido Comunista chileno y autor de la denuncia que ha llevado a esta
última investigación, ese tipo de bacterias eran utilizadas habitualmente por
Eugenio Berrios (el “experto” de la policía secreta de Pinochet, encargado de
fabricar armas químicas), “en particular, las pertenecientes a la cepa de las
encontradas en los restos de Neruda no forman parte de las que en aquella época
podían encontrarse en el hospital donde falleció” (una tesis que algunos
mantienen alimentada fundamentalmente por el hecho de que en 1982 falleció en
la misma clínica el expresidente Eduardo Frei, internado para una operación
rutinaria y del que también se sospecha que pudo ser asesinado).
A pesar de los avances
tecnológicos, el tiempo transcurrido y las condiciones en que el cuerpo fue
enterrado inicialmente (al borde del mar), podrían hacer que nunca se conozcan
realmente las causas de la muerte de Pablo Neruda.
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