martes, 16 de septiembre de 2025

"La primera escuela", una maestra entre dos siglos enfrentada a la ignorancia del mundo rural

« Una oda dedicada a la escuela de la República, y un relato de factura muy clásica, que interpretan actores atractivos, pero que carece de emoción”. (Les fiches du cinéma)



Inspirada en la historia real de una de las primeras  maestras que llevaron la enseñanza a rincones perdidos de la Francia rural, “La primera escuela” (“Louise Violet”), dirigida por Éric Besnard (“Delicioso”, “Pastel de pera con lavanda”) e interpretada por Alexandra Lamy (“Sobre ruedas”, “La habitación de las maravillas”) y Grégory Gadebois (“El oficial y el espía”, “Delicioso”) –ambos premiados como mejores actores en el BCN Film Fest (Barcelona)- es un drama histórico inspirado en los valores de la República.

“La primera escuela” cuenta la historia de Louise Violet, una maestra encargada, en la Francia rural de 1889, de llevar la escuela laica, obligatoria y gratuita a un pequeño pueblo remoto de la campiña francesa, en el que encuentra una fuerte resistencia a los cambios: allí los niños trabajan igual que los adultos en el campo y los padres se resisten a dejarles acudir a la escuela.

“El saber representa una puerta abierta pero también la posibilidad de marcharse”, afirma el director, aludiendo al conflicto central de la película: cómo la educación abre horizontes a la infancia, despertando tanto esperanzas como miedos en sus padres.

 

Han pasado dieciocho años de  los acontecimientos de la Comuna de París (1871), en los que Louise Violet participó activamente. Esa participación es precisamente la causa de que ahora se vea obligada a marcharse de la capital, destinada como maestra a un pueblo olvidado de todos, donde su presencia genera desconfianza y los padres en principio se niegan a confiarle a sus hijos, temerosos de los cambios que la educación de la Tercera República –laica, obligatoria y gratuita-puede introducir en sus costumbres ancestrales. Y más aún porque se trata de una mujer.

 Por contextualiza, hay que tener en cuenta que la mayoría de los adultos del pueblo no saben leer y escribir y que tampoco puede decirse que a los críos les entusiasme la idea de acudir a la escuela, aunque ellos al menos sienten curiosidad. Con el tiempo la maestra establece una conexión con el alcalde –en cuya cuadra se aloja y monta las primeras mesas escolares en condiciones desastrosas-, quien termina por acudir a sus clases como un alumno más.

 La de Louise Violet –“como el color”, dice a modo de presentación-, y otras maestras que, como ella, desarrollaron su importante trabajo en lugares olvidados de todos,  es una historia notable que merece ser conocida por lo que tuvieron de valientes pioneras al enfrentarse a la dureza del medio rural y a la incomprensión de sus habitantes. Pero, a pesar de que los actores se esfuerzan por dar verosimilitud a los personajes, en este caso  no consiguen traspasar la pantalla y despertar el interés del espectador.

 

“La primera escuela” (1) tiene, sin embargo, el valor de ser un testimonio de las desigualdades culturales y sociales existentes entre las ciudades y los pueblos, y más ampliamente entre ricos y pobres, en el siglo diecinueve como en el veintiuno.

 

(1) “La primera escuela” se va a estrenar en Madrid el viernes 19 de septiembre de 2025.

 

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