“Teen movie”, película bastante indie con acertada banda sonora entre
punk y rock incluyendo algunos de los grandes éxitos de la década , calificada
por parte de la crítica internacional como una obra llena de melancolía y autenticidad, descansa en la sorprendente
interpretación, por natural, del actor
de 13 años Sunny Suljic (“El sacrificio del ciervo sagrado”),
alter ego del realizador Jonah Hill en este relato de un chaval que hace su
entrada en la adolescencia en la ciudad de Los Angeles, en los años 1990.
Stevie (Sunny Suljic), un simpático chico pasa el
verano lidiando con una madre ausente (Katherine Waterson, “Los animales
fantásticos”, “Steve Jobs”) en varios sentidos, un hermano mayor acomplejado que
raya en el autismo (Lucas Hedges, “Lady Bird”, “Manchester by the sea”) y el
nuevo grupo de amigos –la padilla tan necesaria- que ha conocido en una tienda
de monopatines (skates).
Muy meritoria para tratarse de una primera
película, el relato en paralelo de esa familia ciertamente muy desestructurada
y la iniciación y el aprendizaje de un chaval que delante de nuestros ojos da
el salto de la infancia a la adolescencia –esa infancia obligada a buscarse la
vida emocionalmente- es indistintamente enternecedor,
divertido, sombrío y hasta trágico, lo que incluye una gran dosis de ternura
“por esos chicos de apodos imposibles” y tiene como fondo la violencia social
en diversos aspectos: violencia familiar, violencia de la calle, violencia de
situaciones y de gestos.
Lo que distingue a esta
película de otras “iniciaciones” al uso–aparte de que todo sucede desde el
punto de vista del chico- es que, para hacerse aceptar por el grupo “de
mayores”, el pequeño héroe elige un
aprendizaje duro, casi masoquista, hecho de repetidas e inevitables caídas para
controlar el patín, para deslizarse sobre las cosa e incuso volar por encima de
ellas, un aprendizaje de moratones y de sangre, hasta llegar a la inconsciencia.
“Los dramas, las fracturas y las contusiones marcan la entrada en la
adolescencia de Stevie y de sus modelos, sin que eso les convierta en hombres
responsables » (Thomas Lequeu,Critikat).
“Stevie
es el mito de Icaro en miniatura” (Camille Nevers, Libération). Y la película tiene un final feliz: Stevie domina el
monopatín, el grupo le ha aceptado pese a que todos le sacan una cabeza.
Lo mejor de toda la película son justamente las
escenas de grupo de los fans del skate, sus diálogos intrascendentes, sus
constantes infracciones en los lugares en que está prohibido patinar, su
deambular por el barrio donde se mezclan mendigos, drogadictos, patinadores,
primeras novias, jubilados y ociosos, sin olvidar a los policías que
periódicamente les disuelven.
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