Premiado como el Mejor Documental por el Sindicato Nacional Italiano de Per
iodistas, “Borromini y Bernini: eternos rivales” (Borromini and Bernini. The Challenge for Perfection), dirigido por Giovanni Troilo (“Frida: Viva la vida”, “Los neúfares de Monet”) y narrado por Remo Anzovino –con intervenciones del arquitecto Paolo Portoghesi , los profesores Jeffrey Blanchard, de la Cornell University de Roma, y Giuseppe Bonacorso, de la University of Camerino, y los críticos de arte Aindrea Emelife y Waldemar Januszcza - es un viaje visual a través de la gran belleza de la Roma barroca, cuando la ciudad era el centro del arte occidental y el lugar en que debían estar todos los pintores, escultores y arquitectos ambiciosos, centrado en la rivalidad artística más famosa de todos los tiempos: la que existió entre los arquitectos Francesco Borromini y Gian Lorenzo Bernini, que moldeó la línea del horizonte de la ciudad.
Pero es también la historia de la rivalidad de
Borromini consigo mismo: un genio tan absorbido por su arte que lo convierte en
un demonio que le devora desde dentro, obligándolo a elegir la muerte para
alcanzar la eternidad.
“Borromini y Bernini:
eternos rivales” (1) forma parte de Great Art on Screen (Arte en pantalla) que
patrocina la Goldenstein Gallery: una serie de documentales que ofrecen una
mirada en profundidad sobre los maestros
del arte más extraordinarios e innovadores de su tiempo.
Roma, la Roma barroca de la
Inquisición, era una ciudad despiadada y
también era la ciudad de los arquitectos. Los artistas rivalizaban para
conseguir mecenazgos y encargos de los sucesivos Papas, auténticos amos del
territorio cuyas familias extendían sus
poderes más allá del recinto del Vaticano
Borromini “era un visionario, diseñaba edificios
como si fueran auténticas esculturas”, se privó de todo para perseguir el sueño de
conquistar Roma. El documental es la historia de la revolución arquitectónica
de un maestro solitario que se exigía el máximo pero también luchaba contra
convenciones y prejuicios con la humildad de aprender del pasado para inventar
el futuro, con el coraje de perseguir una idea aunque tuviera que pagar un
precio por ello.
El documental está indudablemente
del lado de Borromini, todas las referencias de la obra de Bernini –escultor de
origen conocido como “el segundo Miguel
Angel” en honor a su maestro- están
hechas por comparación con los innovadores logros de Borromini:
El estilo de Boormini es siempre
reconocible, excéntrico, diferente, distinto del de sus contemporáneos. Toda
su obra es un estudio sobre la potencialidad de la curva. Borromini se privó de todo para perseguir el
sueño de conquistar Roma. La suya es la historia de la
revolución arquitectónica de un maestro solitario.
En
las casi dos horas que dura la película –excesivamente teatral a juicio de más
de un crítico- visitamos algunas de las
obras maestras de los dos rivales: del Palacio
Barberini en el Quirinale, adquirido por la familia del recién nombrado Papa
Urbano VII, al Baldaquino
de San Pedro; de la
iglesia
de San Carlo alle Quattro Fontane,
la obra que hizo despegar a Borromini y le consagró como el “hombre que
esculpía el espacio, el arquitecto de las ideas” a Sant'Andrea al Quirinale, la obra
maestra de Bernini, un encargo de los jesuítas “toda opulencia y teatralidad”;
de la reconstrucción de la Basílica de San Juan de Letrán, encargo
del siguiente Papa Inocencio X, epicentro del catolicismo romano que llevaba
mucho tiempo abandonada y que Borromini llenó de ángeles, hojas de palma y
estrellas, “los símbolos que se usaron en la construcción del Templo de Salomón”,
a la Iglesia de Sant’Ivo en la Universidad La Sapienza de Roma, auténtico ejemplo
de esa arquitectura que se expande hacia arriba, precursora de la más reciente
modernidad en nuestras ciudades; de la Fuente de los Cuatro Ríos de
la Piazza Navona –una idea de Borromini
que acabó construyendo Bernini- a la columnata
de San Pedro y la Villa Adriana en Tivoli.
Muerto Inocencio X llega Alessandro VII , que considera “obras
del diablo” e incluso “quimeras” los proyectos de Borromini, y comienza su
decadencia. Melancólico, solitario, paranoico, aislado de la sociedad,
hipocondriaco, atormentado. encerrado en su casajunto al río, empezó a dibujar nuevos proyectos cada vez más
desconectados de la realidad, proyectos demenciales que se le ocurrían en
sueños.
Cuando tomó la decisión de desaparecer quemó todos sus
bocetos temiendo que pidieran plagiarle o, peor aún, malinterpretarle. Borromini
se hizo el harkiri, clavándose una
espada en el vientre, el 2 de agosto de 1667.
(1) “Borromini y Bernini: eternos rivales”
se estrena en los cines de Madrid mañana, lunes 7 de octubre de 2024.
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