El titular de este artículo está
inspirado, y en parte copiado, de otro aparecido anteriormente en el diario
francés Le Monde, a propósito del último ensayo del sociólogo investigador
Antonio Cassilli, “Qu'est-ce que le Digital Labor?” , publicado por el
Institute National de l’Audiovisuel (INA) en 2015; un opúsculo de 104 páginas
escrito en colaboración con el también sociólogo Dominique Cardon.
Antonio A. Cassilli es un
reconocido investigador de 44 años, especialista en redes sociales,
investigador en Télécom Paris Tech y en el Centre Edgar-Morin de la Escuela de
Altos Estudios Sociales (EHESS, Paris), donde enseña socioantropología de los
usos digitales, y autor anteriormente de “La fábrica libertina” (1997), “Stop
Mobbing” (2000), “Les liaisons numériques; Vers une nouvelle sociabilité?”
(2010) y, en colaboración con Paola Tubaro y Yasaman Sarabi, «Against the hypothesis
of the end of privacy» (2014). Es también coordinador del blog colectivo de investigación
Bodyspacesociety.eu.
Como vemos por los títulos de sus
obras, la preocupación de este autor es el impacto de las nuevas tecnologías,
las Tecnologías de la Información y la Comunicación, más conocidas por la
abreviatura TIC, en todos los aspectos de la vida: estructuras sociales,
códigos de comunicación e incluso la vida privada (privacy), incluyendo los
aspectos de la salud. Y, en este terreno, Cassilli se sitúa frente a la
hipótesis de la desaparición de la vida privada con la llegada de los medios de
comunicación social digitales asegurando que lo que ha cambiado es la
percepción que la sociedad tiene hoy de la vida privada y que, entre otras
cosas, se caracteriza por la “construcción de un capital social en línea”, lo
que supone una “negociación permanente, ya que el usuario de las redes sociales
adapta su información personal al círculo social al que va dirigida y de
acuerdo con los feedback (respuesta) de sus contactos”. Para Cassilli, la vida
privada hoy es un proceso colectivo.
Después de haberse interesado
también sobre la noción de amistad y su deterioro en las redes sociales, aunque
también le reconoce un carácter utilitario, los últimos trabajos de
investigación de Cassilli se centran en los que significa la navegación actual
por la Red, para terminar definiéndola, en cualquiera de los casos, como un
“trabajo”: “En Internet -dice la introducción de la entrevista del periodista Grégoire
Orain con el sociólogo en el diario Le Monde- las grandes plataformas digitales
estadounidenses hacen todo lo posible para captar nuestra atención y nuestro
tiempo, ofreciéndonos servicios cada vez más sofisticados para comunicar,
viajar, informarnos o simplemente consumir. Herramientas gratuitas
aparentemente, pero detrás de “ocio digital” se esconde un gran “trastorno”
mundial porque estamos produciendo valor. De forma más o menos invisible, más o
menos insidiosa, la Silicon Valley nos ha puesto a trabajar a todos”.
En “Qu’est-ce que le Digital Labor?”
, Cassilli explica que lo que la comunidad científica denomina el “digital
labor” o más familiarmente “el trabajo del clic” significa que desde el mismo
instante en que uno se conecta a Internet está trabajando para plataformas cuyo
interés es recoger datos, por lo que es “un trabajo eminentemente social. En
las redes, uno está siempre cooperando con alguien -compartiendo contenidos,
pasando fotos…- pero también trabajando para alguien: la red social que trafica
con nuestros datos de forma que nuestras entradas producen valor.
Cassilli distingue cuatro tipos de
plataformas que se aprovechan de nuestro trabajo digital: en primer lugar las
que son “a la demanda”, como Uber o Airnb, que bajo la apariencia de otra
actividad (transporte, alquiler…) “producen datos, registran nuestros destinos,
nuestra localización, nuestros comentarios, nuestra reputación, nuestras
evaluaciones, etc.; datos que después revenden”.
La segunda categoría son las
plataformas «de microtrabajo, como Amazon Mechanical Turk, Upwork, la
aplicación mCent… Sitios en los que millones de personas de todo el mundo
efectúan tareas muy simples, como buscar la dirección de una tienda,
digitalizar la información de una tarjeta de visita, describir los elementos de
una imagen…, a cambio de unos pocos céntimos de euro por minuto”.
La tercera son las plataformas de
gestión del Internet de los objetos: smartphones, relojes conectados,
televisiones, bombillas o termostatos conectados, producen datos que después se
explotan. Nuestras casas se transforman en fábricas de datos que convergen
hacia los inmensos servidores de Google o de Amazon», por poner algún ejemplo.
Finalmente, están las plataformas
sociales. “Escribir un post, enviar un tweet, grabar un vídeo para compartirlo,
hacer circular contenidos, es un trabajo aunque tenga una parte de juego”.
Es evidente que, aunque fuéramos
conscientes de estar trabajando gratis, navegar por Internet es, en muchos por
no decir la mayoría de los casos, un placer, un divertimento, un juego en el
que los iconos y las imágenes juegan un papel muy relevante. Pero el problema -explica
Cassilli- es que cuando usamos este privilegio estamos influyendo en la vida
“de decenas de miles de personas en India, en China y en otros lugares, que nos
permiten disfrutar de Internet a cambio de salarios de hambre”. Una plataforma
como Upwork dispone de 12 millones de trabajadores registrados, y lo mismo
ocurre con los chinos de Witmart. “los microtrabajos efectuados en estas
plataformas sirven para mejorar las inteligencias artificiales y los algoritmos
de los servicios que utilizamos, para filtrar los contenidos que no queremos
ver. Es un trabajo invisible, una economía del clic, que influye en la
explotación de trabajadores al otro lado del mundo”.
Un problema “urgente, serio, de
organización a nivel internacional, para el que de momento no hay respuesta. Si
hoy alguien quiere hacer huelga en Filipinas, un indonesio hará su trabajo”.
Los sindicatos de hoy no pueden permitirse “seguir con las mismas lógicas de
diálogo social, porque los escenarios que se preparan” no son los que hemos
conocido hasta ahora, son “escenarios de conflictividad. Y ya lo estamos
viendo: Uber y otros están teniendo huelgas, los moderadores y los filtradores
se organizan. Mientras que, enfrente, las empresas tradicionales se
“plataformizan” a medida que se van dedicando a la explotación de datos, la
creación de algoritmos, etc. esta polarización exige que los cuerpos
intermedios sepan lo que ocurre y cuáles son sus responsabilidades sociales y
políticas”.
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