“- La democracia traerá la felicidad
- Nosotros ya
éramos felices antes”
La historia que cuenta esta película no podría ocurrir en ningún lugar que no fuera Bután, el reino de Bután, en cuya Constitución está escrito negro sobre blanco que la felicidad es uno de los derechos fundamentales del pueblo (1).
“El monje y
el rifle” (The monk and the gun”), el nuevo trabajo de Pawo Choyning Dorji (
inolvidable su anterior “Lunana, un yak
en la escuela”), segunda intentona de
este realizador para alcanzar el Oscar a la mejor producción internacional en 2024,
es una deliciosa y conmovedora parábola sobre el momento, en el año 2000, en
que el rey de Bután decidió abdicar para encabezar la transición de la monarquía
a la democracia, y la imposibilidad de avanzar por ese camino sin tener en
cuenta el pasado. .
Los actores Tandin
Wangchuk, Deli Lhamo, Pema Zangmo Sherpa, Tandin Sonam, Harry Einhom y el monje
Keisang Chejay, entre otros, nos hablan del momento en que el monarca Jigme Khesar
Wangchuck, quinto
de la dinastía Wangchuk, coronado en diciembre de 2008 con veintiocho años (lo
que le convertía en el rey más joven del mundo) con el título de Druck Gyalpo
de Bután (el País del dragón del pueblo)
-símbolo de la unidad del reino y del pueblo, tras la abdicación de su padre,
Jigme Singye Wangchuk- declaraba iniciado el “camino hacia la democracia” más
joven del planeta. .
Entre
otros mandatos, el rey de Bután –budista y como tal defensor del Chhoe-sid -doble sistema de política y
religión, temporal y laico-, cuya fotografía preside la casi totalidad de los
hogares del país, tiene el de defender
todas las religiones, así como “proteger y hacer respetar la Constitución en el
interés superior” y para el bienestar y la felicidad del pueblo.
En
pleno Himalaya, atascada entre India y China, Bután, una monarquía budista de
700.000 habitantes que no conoció la televisión hasta 1999 y que aplica un “impuesto de desarrollo
sostenible” (o impuesto turístico) de 100 dólares diarios a los viajeros
internacionales, es conocida mundialmente porque en su Constitución, que data
de 2008, aparece “el derecho a la felicidad nacional bruta” (FNB),
Como
preparación a la celebración de las primeras elecciones que iba a transformarles
de súbditos en ciudadanos, el gobierno butanés organiza simulacros de votaciones
en las que participan todos los habitantes. Ante la inminencia de los cambios
que se avecinabn, un viejo lama de la ciudad de Ura encarga a un monje que le
consiga dos fusiles con los que piensa “devolver las cosas a la normalidad”.
Narrado
como un cuento naif, “El monje y el rifle” (2), como el anterior trabajo del
escritor y realizador Pawo Choyning Dorji,
es una comedia minimalista y una bocanada de aire fresco que llega a través de la
ventana abierta sin prejuicios a la cultura de un país en las antípodas de los
accidentales, con sus códigos, sus rituales y sus tradiciones.
(1)
Curiosamente Bután –único país en cuya Constitución figura el derecho a la
felicidad de sus gentes- no figura en el
Informe Mundial que anualmente publican la Universidad de Oxford y las Naciones
Unidas (ONU), sobre el grado de felicidad exstente en ciento cuarenta y tres
territorios del mundo, según publica el canal estadounidense CNN y reproduce el
digital francés Slate.
.”Nuestro
pueblo era feliz pero hoy, a causa de todas esas cosas modernas, todas esas
tecnologías, tenemos tendencia a estar más deprimidos, más tristes”, resume
Tandin Phubz, creador de la página de Facebook Humans of Thinphu (Timbú en
castellano, es la capital de Bután, la única del mundo donde no existen
semáforos). Otra consecuencia de la modernización es que cada vez son más los jóvenes que se
marchan al extranjero, a estudiar o a trabajar. Según los datos del gobierno,el
ingreso per cápita en Bután es de 115,787 ngultrums (unos 1,280 euros) anuales.
(2)
« El monje y el rifle se estrena en Madrid el próximo 2 de agosto de 2024.
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