Narges Mohammadi, Premio Nobel 2023
El próximo domingo, 10 de
diciembre, en una solemne ceremonia que tendrá lugar en los salones de la
alcaldía de Oslo, se va a celebrar la ceremonia de entrega del Premio Nobel de
la Paz correspondiente a 2023 que, como es sabido, ha recaído en la militante
iraní Narges Mohammadi -detenida desde 2022 en la tristemente célebre cárcel de
Evin, donde el pasado día 6 emprendió una huelga de hambre y con problemas
cardiacos- por su reiterado combate “contra la opresión de las mujeres en Irán
y su lucha por la promoción de los derechos humanos y la libertad pata todos”,
según declaración textual del Comité del Nobel.
Evidentemente, Narges Mohammadi,
de 51 años, no podrá asistir a la
ceremonia en la capital noruega para recibir el premio personalmente. En su
lugar estarán su marido, el escritor y periodista Taghi Rahmani y sus dos
mellizos adolescentes, Kiana y Ali, los tres exiliados en París desde 2012.
A pesar de los intentos del régimen
de los ayatolás por condenarla al silencio y prohibirle toda comunicación con el
exterior desde hace dos años –la última vez que entró en la cárcel por su
oposición al régimen- Narges Mohammadi consigue hacer que se escuche su voz en
las cuatro esquinas del mundo. En esta ocasión, la militante ha respondido
desde su celda a un cuestionario que le ha pasado clandestinamente el diario francés
Libération, afirmando que el objetivo de su lucha “es el camino que conduce a
la democracia, la libertad y la igualdad”.
En la entrevista publicada el
pasado día 6 de noviembre, a la pregunta de la periodista Léa Massequin sobre
el sentimiento que le provoca recibir el Premio Nobel de la Paz, Narges
Mohammadi ha respondido que es “un homenaje y una señal de solidaridad de la
comunidad internacional con el movimiento progresista y revolucionario ‘Mujer,
Vida, Libertad’, que actualmente se extiende en Irán”.
Preguntada por los abusos que regularmente cometen los agentes del
régimen iraní con las mujeres presas en Evin, Narges Mohammadi responde que “desde
hace un año se han extremado con las mujeres que participan en acciones de
protesta. Con frecuencia veo los cuerpos heridos de las mujeres que regresan de
ser interrogadas. Aunque las agresiones han existido siempre, este último año
se han vuelto más frecuentes, mis compañeras y yo misma hemos escuchado relatos
de agresiones físicas y sexuales que se cometen en el interior de la cárcel.
Actualmente, cuatro de las presas tienen más de 70 años. Uno de los abusos más
horribles en el encierro forzoso en el ala de psiquiatría de la cárcel. Además,
ocho manifestantes que habían participado en el movimiento “Mujer, Vida,
Libertad” han muerto ahorcadas (…) Todo esto me afecta profundamente y por eso
protesto y me manifiesto desde la cárcel, a pesar de las sanciones”
Sobre la huelga de hambre que actualmente
está llevando a cabo para protestar contra la obligación de cubrirse la cabeza
con el velo, Narges Mohammadi responde que « la obligación de llevar velo
con es un signo de creencia ni un objeto cultural, ni tampoco, como pretende el
régimen en sus slogans, una forma de conservar la dignidad de las mujeres. Por
el contrario, es una herramienta de subyugación de las mujeres y un símbolo de
dominación sobre toda la sociedad. El velo obligatorio es uno de los pilares de
esta dictadura teocrática contra la que yo lucho. El asesinato de Mahsa Amini,
de muchas otras manifestantes y de Armita Garavand (fallecida también tras ser
detenida por la policía de la moral a principios del pasado mes de octubre), es
un dolor que no nos abandona. Mi negativa a llevar el velo, tanto fuera como
dentro de la cárcel, es una manera de
protestar contra este régimen y su violencia. No pienso parar ni dar marcha atrás.
El objetivo de mi lucha es el mismo que el de todas las mujeres iraníes: el
camino que conduce a la democracia, la libertad y la igualdad. Para construir
una democracia es necesario que la sociedad civil pueda ser independiente, lo
que no tendrá sentido sin el respeto de los derechos humanos y del derecho de las
mujeres. Necesitamos una unión fuerte en nuestra lucha nacional y todo el apoyo
internacional.
Sobre sus repetidos ingresos en
prisión, la Premio Nobel de la Paz 2023 recuerda que cuando salió en libertad en 2020 hizo una
petición para poder salir del pais y reunirse con su familia en París : « de
manera no oficial se me impidió abandonar el territorio. Estuve en libertad un
año y después la Corte Penal me condenó a recibir 80 bastonazos y dos años y
medio de cárcel. Permanecí en una celda de aislamiento durante 64 días
ininterrumpidos y sin que nadie me interrogara. En enero de 2022, sin poder
hablar con mi abogado y sin que él tuviera acceso a mi caso, el tribunal me condenó a ocho años y tres
meses más de cárcel y 74 bastonazos. Me
enviaron entonces a la cárcel de Gharchak, un centro para detenidos comunes, y
un mes más tarde me trasladaron al hospital, tras sufrir una crisis cardiaca,
donde me pusieron una endoprótesis vascular. Seis meses después me trasladaron
al ala de mujeres de la cárcel de Evin. A causa de las acciones de protesta han
añadido seis cargos más a mi causa; dos de ellos han tenido como consecuencia
otra condena a veintisiete meses de cárcel y cuatro meses de trabajos de
interés general. Hace poco tuve que comparecer de nuevo ante el tribunal
revolucionario que, por segunda vez en un año, ha anulado mi derecho a recibir
visitas.
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