“Siempre contigo” (Here We Are) es una historia familiar de amor sin límites interpretada por un excelente Shai Avivi (“Kidon”, “Una semana y un día”, Premio al Mejor Actor en la 47 edición de la Seminci), en el papel de Aharon, un padre que ha decidido dejar atrás su vida para dedicarse exclusivamente al cuidado de su hijo autista, Uri (Noam Imber).
Emotiva road movie dramática, por
carretera y en tren, que explora la intensa relación que ha llegado a crearse
entre el padre -un cotizado grafista que ha abandonado el trabajo- y el hijo
–que no consigue enlazar dos frases, le resulta imposible salir de su rutina y
está enganchado a su portátil en el que ve películas de Chaplin- hasta el punto
de que se han vuelto interdependientes y se ha establecido entre ellos una
relación casi sofocante.
La madre (Smadi
Wolfman, “Una botella en el mar de Gaza”), que no vive con ellos, ha gestionado la acogida del chico en un centro
especializado. Cuando deberían dirigirse al centro para formalizar el ingreso,
padre e hijo emprenden una huida desesperada, recorriendo Israel y acudiendo a
los pocos amigos y familiares que no comparten las decisiones del progenitor
quien –me lo han señalado- presenta todos los rasgos que son habituales en
las madres judías “posesivas y
castradoras de sus adorados hijos varones” (para los amantes de las series, un
recordatorio de la invisible madre del ingeniero sin doctorado Howard Wolowitz).
Esta historia, que podría parecer
circunscrita a un lugar y una realidad muy concreta, adquiere en el tratamiento
cinematográfico una dimensión universal, debido a la sensibilidad y el respeto
con que se aborda el tema de la dependencia mutua, ahorrando al espectador la
sensiblería fácil y sin más pretensión que hacer un retrato tierno de una
relación muy especial padre-hijo, perfectamente interpretada por los dos
protagonistas.
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