Dirigida por el
acreditado fotógrafo Giovanni Troilo, que debuta en la realización con este
largometraje, y narrada por la actriz Asia Argento, la docu-ficción “Frida.
Viva la vida” es un fantasioso recorrido por las obras, la geografía y los
objetos personales de la pintora mexicana Frida Khalo, reivindicada como icono
feminista cuando ya se han cumplido más de sesenta años de su muerte, el 13 de
julio de 1954, y de que poco antes escribiera con pincel sobre una sandía de su
última obra un desgarrado “viva la vida”, lo que explica que la película se
estrene este 8 de marzo 2020.
“Frida. Viva la
vida” alterna entrevistas exclusivas con documentos de época,
reconstrucciones evocadoras y obras de la propia Kahlo, incluyendo algunas de
las más famosas como el retrato de Diego Rivera en 1931, "Las dos Fridas" en
1939, “Sogno” de 1940, "La columna rota" de 1944 o "El ciervo herido" de
1946. Del inicio de la película me
sobran las definiciones de “santa” y “mártir”, y del desarrollo tanta ensoñación
con imágenes de una joven en camisón que deambula por los bosques.
La apertura en
2004 del cuarto de baño de su casa de Ciudad de México, cerrado a cal y canto
durante más de medio siglo, junto a los objetos encontrados en algunos baúles y
cajas, ha sacado a la luz unos cuantos objetos personales de la artista,
“maravillas –en palabras de Hilda Trujillo, directora del Museo Frida Khalo,
instalado en la “casa azul” que fue residencia de esta mujer tan especial- que
han dado un giro a la historia de Frida”. Objetos que, según los expertos,
revelan una Frida más humana y alegre, capaz de vivir plenamente transformando
en arte el dolor que le acompañó desde la juventud y fue aumentando con el
tiempo: lo que fueron las secuelas de un accidente de tráfico a los 18 años, del
que salió malherida, afectada en la columna vertebral, el abdomen y la pierna,
se fueron transformando con los años en diagnósticos gravísimos, como la
gangrena que provocó una amputación o las vértebras dislocadas que hubo que
soldar.
Quizá sea “Las dos Fridas” el cuadro que mejor explica a la mujer fuerte
y casi siempre independiente de una
parte, y la que vivía pendiente de un cuerpo martirizado de otra. Es la actriz
Asia Argento, introductora de la película y de la figura de Frida Khalo, la que
invita a descubrir las dos facetas de la artista a través de sus propias
palabras y también de cartas, diarios y confesiones: la de pintora comprometida
con su tiempo y la de la mujer víctima de un cuerpo torturado y una relación tormentosa
con el pintor Diego Rivera: unidos en un
matrimonio fallido y de nuevo amantes fundidos por una suerte de amor
inoxidable hasta la muerte.
En la película de Troilo encontramos los principales valores de la obra
de Frida Khalo, para empezar color, mucho color, rojo de sangre siempre
presente, y también su relación con la tradición popular, amor, muerte,
mestizaje, una personalidad magnética y ese algo potente que el poeta André
Breton –de viaje en México para redactar con Trostky y Rivera el “Manifiesto
Surrealista”- definió como “una cinta atada en torno a una bomba”. “Junto a las
prótesis, los rígidos corsés de la mujer físicamente humillada, está la energía
de la enamorada del tequila y los mariachis, capaz de transformar el dolor en
obra de arte”.
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