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Martine Landry |
De “primer paso” y “victoria
jurídica” califica Amnistía Internacional (AI) la disposición del presidente
del tribunal administrativo de Niza que,
con fecha 23 de febrero de 2018, ha suspendido una sentencia anterior que
negaba la entrada en Francia a 19 menores aislados en la frontera franco-italiana. Al revocar la anterior
decisión el juez ha aceptado lo que venían denunciando asociaciones
humanitarias de ambos países como « ilegalidad manifiesta ».
La sentencia es el resultado de « una operación
de envergadura llevada cabo los días 17
y 18 de febrero por distintas asociaciones y abogados, tanto italianos como
franceses », entre Ventimiglia y Menton, cuando tuvieron conocimiento de que, sin
respetar los procedimientos establecidos, se habían rechazado la entrada de un
centenar de migrantes.
Los abogados presentaron ante la justicia francesa los
casos de una veintena de menores, rechazados en Italia en una clara violación
de la Convención Internacional de los Derechos del niño. La justicia ahora ha
confirmado la ilegalidad de estas prácticas.
Con motivo de esta sentencia, Amnistía Internacional
Francia recuerda el caso de su militante
Martine Landry, de 73 años, miembro también de la Asociación Nacional de
Asistencia a los Extranjeros en las Fronteras (ANAFE), cuyo proceso se ha
retrasado, por segunda vez, hasta el 11 de abril de 2018, que va a ser juzgada
por haber “facilitado la entrada de dos menores extranjeros en situación
irregular”, lo que AI define como “delito de solidaridad” y por lo que pueden
condenarle a una pena de cárcel de hasta cinco años y 30.000 euros de
multa.
El
28 de julio de 2017 Martine Landry se hizo cargo, en el puesto fronterizo de
Ventimiglia-Menton, de dos menores
extranjeros, de origen guineano y de 15 años,
a los que la policía italiana
había devuelto, a pie y solos, a Francia. La militante de AI los acompañó a la
Policía de Fronteras y logró que se
hiciera cargo de ellos la Ayuda Social a la Infancia (ASE).
Habitualmente,
denuncia AI, en la frontera francesa, y sin tener en cuenta lo que exige la
legislación del país en materia de protección a la infancia, los menores son
devueltos, lo mismo que los adultos, de forma expeditiva, sin que nadie les
acompañe y sin que puedan ejercer sus derechos.
“Las
personas que ayudan a los refugiados son hostigadas, intimidadas, perseguidas, cundo
lo que hacen es defender ante todo los derechos humanos. Actúan para proteger
los derechos de migrantes y refugiados, contra los que atentan las autoridades
francesas (…) el delito de solidaridad es una injusticia”
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