“El feminismo es un hermoso
movimiento pacifista que nunca ha matado nadie, mientras que el machismo mata
todos los días”.
![]() |
Cartel editado por UGT |
Si alguna vez tuvo justificación “celebrar” el día de
la mujer trabajadora ahora esa justificación ya no existe, como no sea recordar
para recordar a las 146 valientes trabajadoras de la fábrica textil
Cotton de Nueva York que murieron calcinadas en el incendio provocado por
la patronal, cuando se negaron a abandonar el encierro en
protesta por los bajos salarios y las infames condiciones de trabajo que
padecían (y a lo mejor ni siquiera, porque hay historiadores que aseguran que
no sucedió en marzo sino en noviembre).
El día de la mujer trabajadora, o sea todas las
mujeres, son los 365 del calendario gregoriano, lo mismo que el del hombre
trabajador. Cada vez que se acerca la fecha, los medios de comunicación, y con
especial dedicación las revistas “femeninas”, se llenan de artículos y
reportajes sobre los avances conseguidos por las mujeres en la reivindicación
de sus derechos a partir de finales del siglo XIX, cuando las pioneras salían
vestidas por sus enemigos a reclamar el voto.
Pero ocurre que estos últimos años la historia se ha
parado, también para las mujeres. Lo llaman crisis aunque es un frenazo
brusco del neoliberalismo fundamentalista, un parón que se concede el
capitalismo global para recuperar fuerzas y preparar la siguiente embestida, apoyado
por todos los gobiernos conservadores y también por una parte considerable de
los que se llaman a sí mismos de “centro izquierda” que, como todo el mundo
sabe, es como no decir nada. Gobiernos ultraconservadores, como el español, que
mientras exhibe a un grupo de mujeres duras como pedruscos en puestos de
primera línea, para demostrar al mundo que seguimos camino de la igualdad,
encarga a sus responsables de Justicia (hombres) que vayan dando marcha atrás
en algunos de los más importantes logros del último siglo, como las leyes del
divorcio y del aborto, que esos sí
fueron auténticos más que pasos, zancadas, en la liberación de la mujer
(llegado este punto me veo en la necesidad de recordar una vez más a la derecha
fundamentalista que también sus hijas y sus nietas tienen embarazos no
deseados, y que de continuar con sus proyectos a la baja, ahora van a
empezar a viajar los fines de semana a Londres, como tuvimos que hacer nosotras
hace unas décadas). Y a su responsable
de Empleo y algo así como que todos estemos felices (lo llaman bienestar
social), que mienta descaradamente sin que se le mueva una pestaña, y diga que
las pensiones van como un sputnik,
siempre hacia arriba. También en este aspecto hay una deuda histórica con las
mujeres que se han encargado de reproducirse en la medida en que el sistema lo
necesitaba, y de cuidar de la prole por abajo y de los abuelos por arriba sin
que nunca hayan reconocido ese trabajo ni la ministra del asunto ni su virgen
del Rocío, lo que equivale a decir que no han cotizado para poder aspirar a
cobrar una pensión, por magra que fuera.
Lo llaman crisis y para las mujeres es una condena
adicional a los siglos de discriminación y dependencia, que ahora es pobreza
pero dentro de poco va ser miseria: a estas alturas de la película, en España
las mujeres que cobran un salario siguen percibiendo el 16% menos que los
hombres en igualdad de condiciones, y el aumento de la esperanza de vida hace
recaer sobre ellas todo el peso de la dependencia de los mayores, que no es poco,
sumado al de la cada vez más larga dependencia de los hijos… y del compañero
muchas veces, porque evidentemente la parte masculina de los millones de
parados no corresponde solo a solteros sin compromiso.
Hubo un tiempo en que el occidente rico equiparaba a
las mujeres con otras “minorías” pisoteadas, esclavizadas, carentes de derechos
(en buena parte del oriente, también rico, ni siquiera se las considera(ba) más
que como meros instrumentos reproductores). Los juguetes y muchos cuentos
infantiles han tenido desde siempre un papel importante en la
reproducción de los roles.
Pero ni fuimos nunca minoría ni las dos opciones
mencionadas constituían toda la realidad del planeta: en rincones
desconocidos por la mayoría, como el norte de China, las distintas Laponias y
la mayoría de las poblaciones nómadas, han pervivido hasta nuestros
días espléndidas sociedades matriarcales, en las que el poder está en manos de
mujeres y los hombres son quienes se encargan de proporcionar los alimentos y
el contingente imprescindible para que la especie se perpetúe.
Tras siglos de continuas batallas, con el poder
detentado por hombres, para la conquista y reconquista de los derechos de
las mujeres como personas, obligadas a estar siempre en pie de guerra, a
demostrar cada día que “valemos”, a defender con los dientes nuestro derecho al
trabajo, a la igualdad de oportunidades, al mismo salario para el mismo
trabajo, a arrancarles, a ellos, el derecho a disponer de nuestro cuerpo cuando
padres, maridos y hermanos, lo habían incluido históricamente entre sus
propiedades, el feminismo ahora es cosa de los dos sexos y de todos los días.
“El feminismo, dice el escritor francés Benoîte
Groult, es un hermoso movimiento pacifista que nunca ha matado nadie, mientras
que el machismo mata todos los días”. La organización radical francesa Chiennes
de garde (Perras guardianas) expone veinte buenas razones para seguir siendo
feminista, y entre ellas que sabemos que dos tercios de los analfabetos del
mundo son mujeres, que el 84% de los parlamentarios del mundo son hombres y
deciden las leyes que afectan a todos, que al menos en un hogar de cada diez se
trata a las mujeres con brutalidad, que la publicidad sigue considerándolas
objetos y que “la utopía de hoy es la realidad de mañana”, decía Víctor Hugo, y
la utopía de hoy es un mundo de seres diferentes pero iguales en derechos, un
mundo de “siete mil millones y medio de otros”, de los que más de la mitad son
mujeres.
A pesar del largo camino recorrido desde las primeras
teóricas del feminismo hasta ahora, todavía hoy las mujeres tienen que dedicar
una parte importante de su vida a intentar deshacer un tejido de ideas
preconcebidas y tejer otro diferente, para ellas mismas y para las futuras
generaciones. El lenguaje, los juguetes, los cuentos infantiles tienen que
desterrar los errores del pasado respecto a los roles y poner en crisis el
orden establecido.
El feminismo tiene todavía razón de ser como
movimiento de vanguardia, aunque para ello primero debe abandonar
definitivamente la visión sectorial, quizá necesaria en otro tiempo, de cuando
las mujeres solo reivindicaban “sus” derechos, y entrar de lleno en la
fase de participación en la resistencia global al sistema neoliberal, que está
aplastando todo, para aportar la cuota que les corresponde en la realización de
todos juntos, mujeres y hombres, que no necesitan de fechas específicas para
“celebrar” una identidad individual y social.
No hay comentarios:
Publicar un comentario