“El ‘sueño chino’ de Xi Jinping está a punto de
realizarse. Y pasa, en primer lugar, por su mantenimiento en el poder tanto
tiempo como sea necesario. Para lo mejor y para lo peor”. (Pierre Haski,
periodista fundador del digital Rue 89)
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Xi Jinping presidiendo el Comité Central |
El Comité
Central del Partido Comunista Chino (PCC) ha propuesto que la Asamblea Nacional
Popular, especie de Parlamento que inicia su sesión plenaria hoy, 5 de marzo de 2018 apruebe, entre otras
cosas, suprimir la limitación actual de dos mandatos presidenciales de 5 años para
el Jefe del Estado, lo que va a convertir en vitalicio a Xi Jinping, quien
ocupa el puesto desde 2013 y a quien la oposición –en secreto, naturalmente- ya
ha empezado a llamar “el Emperador” (en recuerdo de Qianlong, quien gobernó
una edad de oro china de 1735 a 1796), palabra que también ha caído de Internet
por obra y gracia de la poderosa censura del país (un ejército de más de 10.000
ciberpolicías), y que ahora es imposible encontrar en la Red.
Xi Jinping,
de 54 años, que es también Secretario General el PCC y presidente de la Comisión
Militar Central (dos cargos que no tienen limitación de mandato), que en teoría
debía abandonar el poder en 2023 al finalizar su segundo mandato, ahora podrá “reinar” indefinidamente sobre el partido, el
ejército y el estado, y aplicar su ilimitado autoritarismo de “gobernante con
mano de hierro” a los 1,4 miles de millones de habitantes de un país que ya es
la segunda economía mundial.
“Deng
Xiaoping, el padre de la reforma –escribe el diario Le Monde en un editorial-,
en los años 1980 introdujo la limitación de dos mandatos: el largo reinado de
Mao, desde 1949 hasta su muerte en 1976, y las tragedias de la revolución
cultural habían demostrado las derivas del poder ilimitado. China necesitaba,
pensaba Deng, una ‘dirección colectiva’ para prevenir ‘la excesiva
concentración de poder’. Xi Jinping ha roto con esta sabia doctrina. Lejos de
democratizar China, sus reformas van en el sentido de la opacidad y la
concentración de poder”.
El control
del poder chino se centra especialmente en los medios de comunicación y la educación.
A los disidentes –periodistas, abogados, blogueros, defensores de los derechos
humanos, e incluso algunos cuadros del partido- se les persigue sin piedad
(recuérdese el caso del Premio Nobel Liu Xiaobo, profesor universitario, intelectual crítico y defensor de los
derechos humanos, condenado a 11 años de cárcel por ser uno de los firmantes de
la Carta 08 e “incitar a la subversión contra el estado”, y fallecido el 13 de
julio de 2017, a consecuencia de un cáncer de hígado detectado mientas estaba
en prisión). La expresión en Internet se encuentra estrechamente vigilada y los avances tecnológicos permiten un cada vez más
sofisticado seguimiento de todos los ciudadanos.
Según la
agencia Nueva China, el plenario de la Asamblea Nacional Popular que se está
celebrando en Pekín, tiene previsto aprobar también la inclusión del
“pensamiento Xi Jinping” en la Constitución china. En el 19 congreso quinquenal
del PCC, celebrado en octubre de 2017, Xi Jinping consiguió que su “pensamiento
sobre el socialismo de la nueva era” se incluyera en la Carta del Partido, “un
honor reservado hasta ahora únicamente a Mao Tsé Tung”, fundador del régimen
comunista en 1949.
Xi Jinping, quien desde su ascenso a la
jefatura del estado concentra en sus manos más poder que ningún otro dirigente
chino en el último medio siglo y se hace llamar « lingxiu », el
líder, fórmula que no se empleaba desde la era maoísta, ha prometido a sus sufridos
compatriotas “una nueva era” que culminará en 2050 con una China “próspera,
moderna y respetada en el plano internacional”, aunque siempre con el Partido
Comunista a los mandos.
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