lunes, 27 de febrero de 2017

40 años de B.I.C.I.C.L.E.T.A., revista de comunicaciones libertarias

“Fuera pero no al margen”

Hace cuarenta años, cuando los restos de franquismo llegaban a componendas con los recién salidos de la clandestinidad Partido Comunista (PCE), Partido Socialista (PSOE) y los sindicatos Comisiones Obreras (CC.OO) y Unión General de Trabajadores (UGT), mientras se afirmaban alianzas, se creaban Plataformas y Platajuntas a las que se sumaban monárquicos de toda la vida, liberales pasados por las universidades de Estados Unidos y demócratas cristianos de buena voluntad; para resumir pronto, mientras se establecían la bases de lo que después sería el bipartidismo de la alternancia en el gobierno (derecha conservadora-socialismo aguado) y una oposición domesticada (comunismo pactista) durante casi tantos años como los que había durado la dictadura, en la calle, en los barrios, en las fábricas, en las universidades, en el ámbito de la intelectualidad y las artes, otras gentes, otras ideologías que estaban “fuera pero no al margen”, otras maneras de entender la “transición”, se movilizaban, protestaban y plantaban semillas que fructificaban en iniciativas de mayor o menor envergadura, y de mayor o menor longevidad, siempre en busca de un mundo mejor y más justo.

Iniciativas todas que siguen flotando en el aire de este país, tan vapuleado por sus gobernantes de todos los colores y que integran por derecho la memoria histórica tan despreciada por el ultraconservadurismo actualmente en el poder, y de las que en buena parte han bebido los recientes movimientos de “indignados”, algunos de los cuales se han sumado a la competición en las urnas, con notable éxito, y otros siguen buscando la playa que un día aparecerá -seguro- debajo de los adoquines, continuando la tarea de todos los ancestros, y entre ellos ácratas y libertarios que con tanto acierto definió Leo Ferrer (“Apenas son el uno por ciento y sin embargo existen, la mayoría españoles…”).

Entre aquellas iniciativas se encuentra “BICICLETA, revista de comunicaciones libertarias” (1977-1982). En el reciente congreso celebrado en Madrid bajo el epígrafe “Las otras protagonistas de la transición. Izquierda radical y movilizaciones sociales”, un grupo de redactores de la revista Bicicleta -con treinta y cinco años más que el día que echaron el cierre a una publicación que editó 47 números en sus cincos años de vida y se vendió regularmente en los kioskos (si bien con dificultades en la distribución), el primer número al precio de 60 pesetas y el último a 150-, procedentes de los distintos colectivos que se hicieron cargo de la edición de “Bicicleta” en Madrid, Valencia y Barcelona sucesivamente, presentaron una comunicación que reproducimos a continuación por el interés que pueda tener para actuales militantes de la izquierda radical, así como para futuras tesis o trabajos de memoria histórica.

BICICLETA
Revista de Comunicaciones Libertarias
FUERA, PERO NO AL MARGEN

BICICLETA, Revista de comunicaciones libertarias, expresaba en el subtítulo su intención y realidad. En un momento en que el movimiento libertario se estaba organizando, fue una revista que intentó darle visibilidad en su vertiente más política o de intervención social. BICICLETA fueron voces muy variadas, un largo período con diferentes etapas políticas y sociales, distintas aproximaciones a la realidad y a la movilización social, siempre intentando dar un punto de vista libertario de la sociedad y su acontecer.

Lejos del espectáculo undergroud de Ajoblanco y de los análisis teóricos de El viejo topo, BICICLETA, desde una postura ideológica anarquista, se interesaba por los movimientos obreros radicales e informaba y analizaba los movimientos sociales. Ecología, antimilitarismo, feminismo, presos, naturismo, junto a los más habituales de sindicalismo, acción política, internacionalismo, historia, fueron temas habituales en sus páginas, tratando de dar voz a diferentes sectores sociales y promover la participación de todos los libertarios aunque los enfrentamientos en CNT hicieron que la parte de la organización ligada a la FAI se fuera alejando de la revista, que siempre mantuvo una posición menos dogmática respecto al movimiento libertario. La intención era llevar a los kioscos, con una publicación periódica, los anhelos, debates, esperanzas, certidumbres y errores del movimiento.

BICICLETA no fue la única, pero sí la primera y la que más duró; otras iniciativas como Historia Libertaria o Adarga tuvieron una vida más corta. El primer número de BICICLETA lleva fecha de noviembre de 1977 y el precio en los kioskos fue de 60 pesetas; el nº 47 y último, correspondiente a junio-julio de 1982, se vendió a 150 pesetas. En la última página llevaba el siguiente aviso: BICICLETA prepara un número especial extra abstencionista para antes de las próximas elecciones. Nunca llegó a ver la luz.

COLECTIVOS DE MADRID, VALENCIA Y BARCELONA

BICICLETA fue editada por colectivos, de Madrid, Valencia y Barcelona, que dirigieron la revista en diferentes momentos. El colectivo inicial de Madrid se formó alrededor de Chema Elizalde, secretario de Relaciones Internacionales en el primer Comité Nacional de CNT tras la reconstrucción, quien abandonó la revista en el nº 8, cuando se dejó de editar en Madrid, sin embargo continuó colaborando con ella.

Aunque la publicación mantuvo una continuidad formal y algunos, como Emmánuel Lizcano, participaron del primer número al último, tuvo tres momentos distintos que se corresponden con los colectivos que aseguraron su continuidad:

La primera etapa coincide con la efervescencia del Movimiento Libertario y la CNT. El atentado de la sala Scala en Barcelona, en febrero de 1978, acabaría con la etapa de crecimiento. Fue una época de mayor informalismo, que va desde el alambicado nombre que supuestamente responde al acróstico BICICLETA (Boletín Informativo de Comunicación Internacionalista de Comunicaciones Libertarias y Ecologistas de Trabajadores Anarcosindicalistas) a las informaciones y análisis carentes de firma o rubricadas por diferentes colectivos, comités, grupos o sindicatos. Participaron en diferentes momentos Emmánuel Lizcano, Chema Elizalde, Guillermo Armengol, Lucía Gómez, Mª Jesús Cuevas (Lucy), Isabel Cuevas, Jorge Pleite, Tomás Lizcano, Enrique Picazo, José Antonio Riaño, José Luis Moreno-Ruiz y Andrés de Miguel.

En ese periodo se da una mayor sintonía con las instancias oficiales de CNT, no sólo debido a la pertenencia de Elizalde a su Comité Nacional, sino por el carácter multiforme de la organización que acoge todo tipo de iniciativas culturales, históricas, políticas y sociales. Precisamente esta diversidad del movimiento libertario se fue extinguiendo a medida que se inició un mayor control del sector más ortodoxo y cerril, proclive a desconfiar de todo lo que no tenía fiscalizado, que paralelamente se alejó de la revista. La etapa acabó con el cansancio de los participantes y el agotamiento de los fondos, pues la revista no obtuvo los retornos económicos esperados.

La etapa editada por el colectivo de Valencia -del que formaron parte Mercedes Arancibia, Antonio Albiñana, Javier Lerma, Eloy Casanova, José María Gorris y PepMartinez- realizada con mayor profesionalidad, contó con la participación habitual de destacados escritores y pensadores libertarios como Noam Chomski (12 artículos), José Peirats (10), Josep-Vicent Marques (9), Félix García y Fernando Savater (8) y Murray Bookchin (6). Frank Mintz se integró en la revista aunque no residía en España. El momento coincidió más o menos con el llamado desencanto, que fue el nombre elegido para hablar de desmovilización social, la aprobación de la Constitución, la firma de los Pactos de La Moncloa, la mayor efervescencia de ETA en el País Vasco y el golpe de Estado del 23 de febrero de 1981. La revista, que nunca estuvo libre de problemas económicos, participó con mayor vigor en el debate social del momento aportando informaciones y opiniones acerca del poder, las instituciones políticas, la ecología o la organización económica, entre otros.

En el momento en que Valencia pidió el relevo después de una larga trayectoria, el colectivo de Barcelona se ofreció para asumir el reto de cumplir con el que sería el último tramo del itinerario de la revista. Así se completaba el círculo de la gestión de una revista hecha con la aportación de todos. Un ejemplo práctico y real de autogestión y de reparto de responsabilidades. La teoría hecha práctica. Se creó una sociedad cooperativa con el nombre de “Agracia” que combinaba el término “acracia” con el de “Gracia”, el popular barrio barcelonés donde se ubicó el local de la revista, y se editaron 5 números entre diciembre de 1981 y julio de 1982 (del 43 al 47).

Juan Martínez Alier lideró el colectivo de Barcelona -VerenaStolke, Bolinaga, Francesc, Mario, Lourdes, Daniel, Pep, más algunas otras personas con distintos grados de vinculación- que se hizo cargo de la revista hasta el cierre. En ese momento hubo un aumento significativo de la información internacional y una mayor atención a nuevos movimientos, se incorporaron nuevas colaboraciones y se reflexionó sobre las posibilidades de supervivencia en un momento en que el movimiento libertario, y los movimientos de izquierda que proyectaban cambios reales en la sociedad, eran apartados, atacados y silenciados por una deriva política perfectamente diseñada para aparentar grandes logros sociales que dejaran inmunes el statu quo y la mayoría de las estructuras de la dictadura. Fue además una voz de referencia en la ecología política.

Ya hacía tiempo que el 23-F había dejado claro, a quienes aún no se habían dado cuenta, de hasta qué punto las viejas estructuras ordenaban el camino a seguir. La euforia del cambio se deshinchaba como un globo y las ventas de la revista se fueron resintiendo hasta hacer imposible su continuidad. El umbral de rentabilidad estuvo en una tirada de alrededor de los 20.000 ejemplares, con unas ventas en torno a 10.000 y unas 500 suscripciones. Estas cantidades oscilaron a lo largo de la vida de la revista y permitieron su mantenimiento, aunque sin llegar a conseguir sueldos para quienes trabajaron en ella.

Saco, con sus singulares portadas, marcó la imagen pública de BICICLETA durante 42 números; las de Bolinaga, en la última etapa, estuvieron llenas de vida y atractivo visual. Ambos consiguieron que la revista destacara en los kioskos. Tomás Lizcano y Enrique Picazo se encargaron de la maquetación en Madrid desde el número 3. Aligeraron la confección y, ante la carencia de material fotográfico, ilustraron los artículos con dibujos y tipografías. Desde entonces, el grafismo de BICICLETA formó parte del contenido. En Valencia, este trabajo lo llevaron a cabo Gorris y Eloy Casanovas. En Barcelona, fue cosa de Bolinaga.

Por imperativo legal, los directores debían ser periodistas con titulación académica. Fueron directores de la revista: Miguel Torres (desde el nº 1 al 6), Pilar García de la Torre (desde el nº 7 al 42), Nuria Cornet (desde el nº 43 al 47) y Javier Molina (subdirector del nº 1 al 13). Su colaboración básicamente consistió en prestar el nombre y titulación para posibilitar la salida de la publicación.

UN POCO DE MEMORIA

Atravesábamos un momento histórico. La CNT, mayoritaria durante la II República, protagonista del fracaso inicial del Golpe de Estado en lugares decisivos como Barcelona, laminada después por la dictadura, volvía a llenar plazas de toros en las principales ciudades con multitudes que -al margen de las previsiones y reuniones de los partidos políticos emergentes con sus Mesas, Convergencias, Juntas y Pactos, que incluían la repesca de una anacrónica y culpable monarquía- confluían por diversas causas; la principal un rechazo a la “transición” que diseñaban los poderes fácticos y el deseo de que se pareciera lo más posible a una verdadera ”ruptura”.

Pugnaban por cosas como una verdadera libertad sindical (contra el sindicato único mediante el que se pretendía perpetuar el “vertical”, con la complicidad de un sector de CCOO), el final del poder de la Iglesia en las costumbres y normas, el fin de la represión a cualquier disidencia y la consideración de “sociales” a los presos que llenaban las cárceles como “comunes”, víctimas de un sistema judicial arcaico e injusto; y hasta por asuntos más inasibles como la libertad sexual y el fin de la represión generalizada, aliada ineludible de todas las dictaduras y dictablandas.

El sindicato confederal se iba reconstruyendo y saliendo a la luz, con modestos núcleos de oficio o industria, con federaciones locales y espacios de trabajo que levantaban en su mayoría jóvenes libertarios, con la ayuda de algunos supervivientes veteranos que salían de un exilio interior y décadas de silencio y miedo.

Desde aquella CNT con vocación de renovación, y desde sus aledaños libertarios, amplios y desestructurados, el Secretario Internacional, Chema Elizalde, consolidó un grupo en torno a la puesta en marcha de un nuevo medio de comunicación, con vocación de durar.

La coordinación con la Editorial CampoAbierto, facilitó la mínima estructura formal y técnica para la realización, y los contactos de la CNT una red de distribución, sobre todo internacional, cuyos destinatarios recibieron el nuevo medio como agua de mayo, acostumbrados como estaban a los rancios y triunfalistas, aunque sin duda meritorios, papeles de las estructuras “intercontinentales” de la AIT. En sus 8 números, el colectivo de Madrid consolidó así un nuevo medio que captó centenares de suscriptores, acudió a los kioskos y organizó una compleja distribución regional con corresponsales profesionales.

Con una mínima estructura seccional: noticias de acciones confederales, luchas libertarias y contraculturales, hechos internacionales…y amplias páginas para la colaboración con análisis antiautoritarios pegados a la actualidad e información de las resistencias sociales.

En suma: el intento de aportar elementos de información y debate que reflejaran una nueva sensibilidad, difusa en la sociedad española, ansiosa de respirar a “campoabierto”, con libertad/libertaria tras una larga noche de piedra, tratando de conectar con las luchas reales sobre el terreno y con un cierto “aire de los tiempos” que se respiraba en el resto del mundo.

Con el traspaso en el número 9, lo primero que se planteó el Colectivo de Valencia fue consolidar la labor de Madrid en el campo de distribución y suscripciones, desarrollando las “ordinarias y de apoyo”, profesionalizando la distribución regional, estabilizando los cobros y estableciendo una mínima y modesta estructura “industrial” y de redacción en un espacio propio, con la intención de:

§  Ampliar el debate libertario, alcanzando a zonas que no necesariamente militaran en el área cenetista, ni siquiera en alguna ortodoxia de esa familia.

§  Abrir el debate a lo que sucedía con la reconstrucción de la CNT.

§  Desarrollar y acomodar el aspecto informativo de la revista a las nuevas realidades internacionales de organizaciones y luchas, al margen de etiquetas y sellos, estimulando la respuesta y la recepción de todo lo que reflejara luchas y acciones interesantes. Al mismo tiempo, intervenir en la información nacional desde nuestra modestia de fuentes.

§  Recoger aportaciones intelectuales que, más allá de lo formalmente libertario o anarquista, coincidieran en la batalla del pensamiento o en situaciones particulares.

La revista se estabilizó en el diseño gráfico, ordenando levemente espacios y asuntos: Natura, “lugar de encuentro para los amantes de lo natural”; Ágora, espacio de rico y a veces denso debate sobre las nuevas realidades y sensibilidades, por ejemplo sobre lo que se empezaba a llamar “el desencanto” a la hora de hablar del fin de la dictadura, y que titulamos “El desaliento”. Apostó por nuevos colaboradores como el sociólogo JosépVicent Marqués, la más brillante (y malograda) pluma de su generación, que metía el bisturí en los tópicos sociales de la transición, en una España sin remedio. Y cómo no recordar las numerosas colaboraciones de Fernando Savater, entre ellas el artículo “Osadía Clerical”, previamente censurado por el diario “El País”. Todo ello sin dejar de lado las situaciones más lacerantes de una naciente “democracia” en la que estaban entre rejas los presos sociales, o los antimilitaristas y pacifistas, como el colaborador de la revista José Luís Navazo.

Una de las primeras aportaciones internacionales fue la de Noam Chomsky, el pensador más influyente y citado en la segunda mitad del siglo XX, cuyas raíces y análisis libertarios nos interesaba compartir. Le enviamos unos números de BICICLETA y respondió con una primera colaboración, llegada desde el MIT de Boston; colaboración que se prolongó durante muchos números y que fueron los primeros artículos con su firma que aparecían en España de crítica del imperialismo norteamericano y análisis internacional, siempre con impronta antiautoritaria y una simpatía expresa hacia el movimiento libertario español desde las colectividades de los años 30.

Los primeros ejemplares de BICICLETA en su nueva época recibieron un fervoroso acuse de recibo internacional: desde el extremo norte de Europa hasta la, para nosotros, desconocida localidad de Palmira, en el Valle del Cauca colombiano. Con sorpresas. Desde Venezuela, dos parlamentarios del MAS (Movimiento al Socialismo) nos escribieron, desde la Cámara, destacando el aporte de la revista a sus debates. Uno se llamaba José Vicente Rangel, luego fue vicepresidente con Hugo Chaves; el otro, Teodoro Petkoff, era futuro alcalde de Caracas y serio opositor al chavismo.

Saltando por la geografía latinoamericana cabe recordar el contacto con los Tupamaros, o la izquierda argentina. Los primeros, con el libertario español Abrahám Guillem y el grupo Comunidad, no dejaron nunca el contacto y la contribución a la revista. También hubo intercambio con el sector libertario de la Confederación de Obreros Bolivianos (COB) y con sindicalistas de Perú, que desde el exilio reconocieron el aporte del intercambio con BICICLETA

En Europa se estableció contacto con el ala no católica de Solidarnosc, que representaba gente como Jacek Kuron, y con los compañeros de la “RivistaAnarchica” y “Volontá”, publicación fundada por Malatesta, cuyo impulsor y colaborador de BICICLETA, Amedeo Bertolo, acaba de desaparecer. Ambos medios italianos organizaron, en la Facultad de Arquitectura de Venecia, el memorable encuentro internacional sobre Autogestión, al que la revista fue invitada como ponente. El sindicato sueco SAC sueca siempre estuvo cercano e interesado en la revista.

Contamos con la colaboración fraterna y continuada de José Peirats, reconocido como el mayor historiador de la CNT, que envió puntualmente análisis y comentarios hasta el final de su vida. Así como del gran historiador Frank Mintz, quien se integró en la revista. Intensificamos el contacto y la colaboración con Juan Martínez Alier, catedrático de la Universidad de Barcelona, quien con José Manuel Naredo introdujo en España la Economía Ecológica, con proyección internacional en las luchas ecológicas del planeta. Colaborador asiduo de BICICLETA, aportó análisis políticos y sociales con un rigor y un lenguaje no exento de humor corrosivo. Su intervención fue muy importante en el análisis del Golpe de Estado de 1981 y en el extra siguiente, “Quien manda aquí”.

LA CNT Y EL MOVIMIENTO LIBERTARIO EN BICICLETA

BICICLETA, aparece asociada en parte a la editorial “Campo Abierto”, que empezó su trayectoria con el libro “Enseñanzas de la revolución española” de Vernon Richards. Se situaba, por lo tanto, en una corriente iconoclasta, en el sentido de apartar el triunfalismo, el culto a las siglas y destacar las obras colectivas edificadas por los mismos trabajadores. Intentaba abarcar el movimiento obrero con su cultura anticatólica y antijerárquica (lo que fue la CNT), teniendo en cuenta los cuestionamientos variopintos próximos al anarquismo surgidos en Estados Unidos y en la Francia del Mayo de 1968. La portada del n° 10, de noviembre de 1978, evocaba a Peirats y a Castoriadis.

Desde el primer número, BICICLETA se convirtió en una suerte de plataforma que ofrecía tanto indicaciones concretas de iniciativas de grupos y datos de crecimiento de afiliación sindical, como análisis y debates con personas no solamente serias, honradas, sino además dedicadas a consolidar la militancia libertaria de grupos y/o sindicatos. Era también un territorio de búsqueda de nuevos aportes de pensadores como Noam Chomsky y Pierre Clastres para presentar las ideas y los comportamientos libertarios en consonancia con la sociedad de la época.

La revista abrió caminos nuevos con las Ágoras, libres y largas discusiones sobre un tema: La familia (enero 1979), El poder (noviembre 1978), La ciudad y sus (in)moralidades urbanas (enero 1980). Tampoco vaciló en salir del marco de la Europa occidental presentando a menudo las luchas latinoamericanas contra el colonialismo y el imperialismo, y planteando la explotación en los países del socialismo real, y en la URSS.

Esta excepcional apertura y riqueza de aportes culturales e informativos no logró superar los enconos y mezquinos personalismos de la CNT, cuyo resurgir se fue enfrentando a problemas arrastrados o sobrevenidos que se convirtieron en una carga pesada, tal como un debate no cerrado sobre la historia que a la larga fue causa de debates insoportables que la alejaban de las cuestiones del momento y de la sensibilidad de las nuevas generaciones (el debate sobre el papel de los sindicatos y su relación con las organizaciones ideológicas -la FAI en primer lugar- ; la participación o no en el poder con la experiencia traumática del final de la República sin cerrarse; la burocracia y el cruce de intereses y ocultaciones de todos los exilios…). No hay que olvidar las infiltraciones de todo tipo, constantes en el movimiento libertario desde comienzos del siglo XX.

Era preciso curar las heridas internas y no envenenarlas. El intento se puede ver a través de títulos de artículos como: “Llamamiento a la reflexión militante” (mayo 1978); “Causas de la crisis de la CNT”, “Por dónde habría que empezar”, “La raíz de los problemas”, “Carta a los anarquistas” (noviembre 1978); “Hablan los expulsados de la CNT”, “Entre todos, la mataron” (agosto 1978).

Las tensiones culminaron en el V Congreso de CNT, en diciembre de 1979, el primero que se celebraba no sólo tras la reconstrucción de la organización sino desde la guerra civil que concluyó, en la práctica, con la condena de la revista por los sectores más oficialistas, manejados por el exilio de la CNT en Francia.

BICICLETA se planteó un seguimiento puntual, y en lo posible ecuánime, realizando un cuadernillo central de 40 páginas en el nº Extra 23-24 de Enero de 1980, que tuvo gran eco. Incluyó dicho cuadernillo además de un informe diario, las siguientes informaciones: Habla el Secretariado Permanente. Entrevista al director de CNT (periódico), a Jesús García Secretario de Relaciones internacionales saliente, a José Bondía Secretario General de CNT electo, a Arcadio López Secretario General de Canarias. A Emidio Santana (Portugal) Luciano Lanza (Italia) invitados al Congreso. Información de la Semana Cultural con entrevistas a Carlos Rama, García Rua, Peregrin Otero, Agustín García Calvo.

REFLEXIONES LIBERTARIAS COLECTIVAS

(sobre el mundo y la vida en general y en particular).
Observación general: se percibe en la revista un difuso rechazo de las identidades definidas, fijas y cerradas. En parte porque así se quiere, en parte por una como inquietud permanente y en parte por ‘falta de profesionalidad’. Así, las secciones fijas dejan de serlo o vuelven a serlo más tarde, o cambian de nombre. También por eso, un mismo autor puede no firmar, firmar solo con iniciales, con seudónimo, con sólo el nombre e incluso con nombre y apellidos. El propio nombre BICICLETA hace referencia tanto a un medio de transporte y recreo como a un acrónimo.

Como ocurría entonces con todo, también en BICICLETA nos íbamos inventando sobre la marcha. Lo que empezó siendo un amontonamiento más o menos informe, con el tiempo fue parcialmente estructurándose en secciones más o menos fijas. Así, el universo carcelario aparece sin excepción número tras número: motines en las cárceles, actividades de la Coordinadora de Presos en Lucha (COPEL) o de la Coordinadora de Grupos Marginados contra la Ley de Peligrosidad Social, cartas de presos a la redacción, información sobre una comuna de expresidiarios… lo que acabará cristalizando en una sección fija, Sin Barrotes, que incluso se desdoblará en una segunda, Talego, para la comunicación de presos entre sí y con el exterior. En ella alojábamos las frecuentes cartas y comunicados de presos denunciando muertes, torturas, humillaciones… Por desgracia, las luchas a favor de la objeción de conciencia al servicio militar acabaron vinculándose con la lucha carcelaria, en particular a raíz del procesamiento al objetor José Luís Navazo. Estas actividades, junto a las ligadas al movimiento contra la OTAN y otras se encontraban en Tierra y Paz.

Otro tanto ocurrió con la institucionalización de los debates en la sección Ágora. Inicialmente en cada número se grababa un debate en torno a un tema, procurando aportar distintas posiciones en controversia. En la discusión intervenían miembros de la redacción e invitados. Como quiera que cada tema traía cola, al consolidarse como sección a la transcripción de la grabación se fueron añadiendo artículos, alguna entrevista, información… que enriqueciera las perspectivas en presencia. Así aparecieron temas como las interacciones entre anarquismo, sindicalismo, consejismo, asambleísmo…; las diferentes posiciones en el movimiento libertario a favor o en contra de los movimientos de liberación nacional; la actitud de distintos movimientos del área de autonomía respecto a la organización; la tensión entre internacionalismo y españolismo (a propósito del conflicto entre el colectivo/revista Askatasuna y la CNT de Euzkadi); y temas como la energía, el trabajo, la violencia, la familia y/o la comuna, el parlamentarismo y/o la abstención, los niños, literatura y poder, el Partido Radical que asomó por los ’80, el llamado verano polaco, nuestro propio desánimo en cierto momento, el municipalismo, los amores y amoríos, estrategias sindicales… Ese entrelazarse de lo más íntimo y vivencial con lo más político e institucional ha sido siempre un rasgo diferencial de lo anárquico.

En cuestiones ecológicas sobresale la atención dedicada al muy activo movimiento antinuclear y sus acciones contra las centrales de Cofrentes, Lemoniz o Valdecaballeros. Destaca también el debate sobre los vínculos entre ecología y revolución o la introducción de la original crítica de Ivan Illich al sinsentido del automóvil. Distintas secciones fijas fueron cristalizando en este campo: La huerta urbana, con información práctica sobre cultivos; Natura, donde se aportaba una original reflexión teórica; Aprendamos a sobrevivir, de orientación naturista…

El viejo internacionalismo libertario era un rasgo clave en la revista, tanto por la cantidad de información que llegaba a la redacción como por el propio interés nuestro, y de los lectores, hacia lo que ocurría y se pensaba más allá de nuestras fronteras. Nunca hubo una sección Internacional, en parte porque ese ámbito permeaba toda la información y la reflexión teórica y en parte por negar a ‘la nación’, implícita en el concepto ‘internacional’, cualquier capacidad de identificación de sus habitantes. La sección dedicada a este campo se fue llamando Estos mundos, Otros mundos… mundos que se movieran en los márgenes del Estado-nación o en contra suya. En ella se elaboraba o recogía información sobre la organización de la autodefensa comunal del barrio de Christiania en Copenhague, la migración de la Comunidad del Sur uruguaya que acabó llevándola hasta Suecia, las luchas contra la dictadura argentina, el poderoso movimiento de autonomía en Italia y en Francia, o la propuesta del iberismo libertario portugués de fomentar una federación de pueblos ibéricos libres. Otras veces se traducían artículos seleccionados de A RivistaAnarchica, Internationale Situationniste, A Sementeira… Hubo un momento en que pudimos elaborar un número extraordinario con información casi exhaustiva sobre “El anarquismo en el mundo”.

Capítulo aparte merece la especial -y entonces insólita- atención dedicada a movimientos y formas de vida indígenas al margen -o contra- los Estados que ocuparon sus territorios: el Manifiesto de los duwani, considerado el primer manifiesto ecologista; la Proclama de Alcatraz, firmada por “indios de todas las tribus”; la Resolución del Parlamento Indio de América del Sur, las luchas y/o supervivencias de esquimales, saharauis, gitanos…

Otras secciones más o menos fijas: La pizarra, donde se colgaban cartas, información de eventos, peticiones de contacto o de socorro, ofertas y demandas de trabajo; Revista de revistas, con información sobre -y apoyo a- revistas más o menos afines (Alfalfa, Askatasuna, Ucronía, Palante…); las Cartas desde los mares de Sur que nos iba enviando Alfonso Colodrón en su internacionalismo nómada por los pueblos de alrededor del globo, a los que le llevó el cierre de la editorial Ruedo Ibérico; unas lecciones de esperanto que acaso nunca debieron ofrecerse; la información de derecho laboral básico bajo el nombre No más derechos sin deberes; una selección de Chismes viejos con caras nuevas con las declaraciones más jugosas y recientes de los próceres nacionales y foráneos…

Cuando la importancia u oportunidad del asunto lo aconsejaba se hicieron números extraordinarios monotemáticos, como el mencionado panorama del anarquismo en el mundo u otros dedicados a la autogestión, al trabajo (mayormente a una crítica del trabajo) y al mundo campesino. El contenido de este último (en 1980) puede dar una idea del cruce de enfoques y asuntos que era propio de la revista: utopías agrarias, los problemas de la comida, neo-rurales, agricultura orgánica, pastoreo, huertos urbanos, ocupaciones de tierras… En él colaboraron firmas tan anárquicamente complementarias como Miguel Delibes, Gastón Leval, Juan Martínez Alier y Andrés Ortíz-Osés.

Fuera de sección, pero no por ello menos recurrentes, aparecieron temas como: todo tipo de huelgas y sabotajes, mujeres libres y otros movimientos y luchas de mujeres, el mundo escolar (luchas de profesores y/o estudiantes, escuelas antiautoritarias y/o autogestinadas como la de Fregenal de la Sierra), radios libres, comunas (agrícolas o urbanas), resistencias armadas, intervenciones represivas (también armadas), luchas obreras, homosexualidad libre, movimientos barriales, anti-psiquiatría, ateneos libertarios, emergencia de la nueva clase tecno-burocrática, ocupaciones…

Para terminar, dos palabras sobre el lenguaje. Aunque habitualmente ahormada por las formas propias del periodismo serio y militante, no faltaban fogonazos un tanto anárquicos o incluso pre-pos-modernos. Así, por ejemplo, los juegos de evitación de identidades cristalizadas, ya en los nombres de los firmantes, ya en los de las secciones fijas/variables. También los juegos con el lenguaje invitaban a ironizar sobre las construcciones lingüísticas política y periodísticamente correctas: “Francia: se han cometido elecciones”, “Rompan filas” (titular de la entrevista a un objetor), “La Constitución es mentira”, “J.T. ha sido suicidado en la parisina cárcel de La Santé”, “¡Sabotéelo vd. mismo!”, “La política para quien la trabaja”…

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