![]() |
Los cuatro primeros títulos de la Biblioteca |
La colección Booket (boocket.com),
ediciones de bolsillo de la editorial Planeta, inaugura el año 2017 con el
relanzamiento de una colección que, con el título Biblioteca Manuel Vázquez
Montalbán, quiere ser homenaje a la obra de uno de los pioneros de la novela
negra de España, y también una de las voces críticas más respetadas del país.
Los primeros títulos publicados son
“Tatuaje”, “La soledad del manager”, “Los mares del Sur” y “Asesinato en el
Comité Central”, cuatro novelas emblemáticas de la serie protagonizada por el
personaje preferido del autor, y también uno de sus alter ego, el detective
barcelonés Pepe Carvalho, hombre de izquierda, vividor, gastrónomo, gourmet y
gourmand, existencialista y en ocasiones hasta nihilista. Booket publicará
cuatro novelas más en junio y otras tres en el último trimestre de 2017, lo que
hará un total de once títulos en el año. A los cuatro citados van a seguir “Los
pájaros de Bangkok”, “La Rosa de Alejandría”, “El balneario”, “El delantero
centro fue asesinado al atardecer”, “El laberinto griego”, “El premio” y “El
hombre de mi vida”.
Más de cuarenta años después de sus
primeras andanzas (“Yo maté a Kennedy. Impresiones, observaciones y memorias de
un guardaespaldas”, 1972), Pepe Carvahlo, uno de los detectives más célebres
del planeta, vuelve a encontrarse con sus lectores más fieles, los que han
crecido junto a él, y da una oportunidad a las últimas generaciones de
españoles para conocer una mirada “diferente” sobre esos años de los que tanto
se habla -muchas veces con escasa información- en los cenáculos televisivos:
los del tardofranquismo y la transición, en los que no solo hubo acuerdos,
pactos, concesiones y renuncias de todos, plataformas, platajuntas y traiciones:
hubo también una sociedad que estaba cambiando a medida que transcurría el
tiempo, un pueblo que protagonizaba su propia evolución, unas veces en paralelo
y otras al margen de lo que se decidía en palacios, cuarteles y sacristías, con
sus clases sociales que Vázquez Montalbán retrató magistralmente en el universo
que rodea al detective Carvalho, en su círculo más allegado y en las gentes que
transitan las calles de esa Barcelona que, en muchos aspectos, estuvo en la
vanguardia de aquella revolución tranquila, social y política, que para muchos
militantes de la izquierda más radical constituyó también un fracaso: el de ver
como el dictador moría en su cama y los partidos salidos de la clandestinidad
renunciaban a una ruptura total con el pasado más negro y se conformaban con la
reforma.
Una tras otra, las investigaciones
de Carvalho, relatadas en excelentes novelas policiacas que no tienen nada que
envidiar a los clásicos del género, y cuya calidad va in crescendo a medida que
pasan los años, reflejan los conflictos sociales y personales de la España
postfranquista y presentan un fresco incomparable de la Barcelona popular de
los años 1970/1980 donde conviven prostitutas, macarras, militantes de la
izquierda extraparlamentaria, obreros y empresarios corruptos.
Considerada ya mítica, y no sólo en
España -Carvalho tiene muchos admiradores y seguidores devotos especialmente en
Italia y Francia, países en los que se ha traducido toda la obra de Manuel
Vázquez Montalbán- la serie de novelas del detective Carvalho, es una obra
completa y redonda en la que se retrata una sociedad hoy desaparecida, agitada
también por los sobresaltos del paso de un siglo a otro.
Cuando Manolo Vázquez Montalbán no
era todavía más que un poeta admirador de Ezra Pound y T.S.Eliot, un día apostó
que era capaz de escribir en dos semanas una novela negra al estilo de las
americanas. Ganó la apuesta y así nació “Tatuaje”, “la más simple y hermosa de
las aventuras de Carvalho. Porque el título está sacado de una vieja endecha
marinera y nos habla de un joven muerto que llevaba tatuado en la espalda
‘Nacido para revolucionar el infierno’, Tatuaje hace planear un poco de
Stevenson sobre Barcelona” (Patrick Raynal, Le Monde).
El ahogado no tiene cara, los peces
le han devorado; la única seña para identificarle es ese tatuaje. La frase
suena como una advertencia. Al detective Pepe Carvalho, en busca de la
identidad del cadáver, la investigación le lleva desde las calles de Barcelona
al barrio rojo de Amsterdam, donde acabará por entender el sentido del mensaje.
En “La soledad del manager”
Carvalho intenta desentrañar el misterio de la muerte, en los alrededores de
Barcelona, de un manager al que conoció años antes en Estados Unidos, que tenía
fama de mujeriego desenfrenado. En señal de desprecio y para despistar, el
asesino ha metido en un bolsillo del cadáver unas bragas: lo que a la policía
le basta para dar por supuesto que el chulo de alguna prostituta enfadada ha
eliminado a uno de sus clientes. Pero Carvalho, contratado por la mujer del
difunto, descubre otra verdad bastante más incómoda.
En “Los mares del Sur”, publicada
en 1979, Carvalho es encargado por la señora de Stuart Pedrell de investigar el
crimen de su marido, un importante empresario de la construcción que llevaba un
año desaparecido y al que todos creían disfrutando de Polinesia. Carvalho,
empieza a investigar en la oficina, la casa y entre sus conocidos, pero sobre todo
a sus diferentes amantes, y poco a poco va descubriendo la auténtica personalidad
de Stuart Pedrell, gran admirador de Gaugin, soñador e inquieto, que tenía la
obsesión de seguir los pasos del pintor y escapar a los Mares del Sur.
Durante una reunión plenaria del
Comité Central del Partido Comunista (PCE) es asesinado Fernando Garrido, su
secretario general. Esta es la premisa de “Asesinato en el Comité Central”. El
acontecimiento tiene un gran eco en el país. Los delegados recurren a Pepe
Carvalho, ex militante del partido, para que investigue al margen del trabajo policial.
Lo primero que se plantea es que el asesino tiene que ser uno de los delegados,
lo que evidentemente no satisface a todos. Carvalho empieza a recibir amenazas.
Excepcionalmente, el detective se traslada a Madrid y con la excusa de
investigar el asesinato se va interrogando sobre el PCE, su historia y
evolución, justamente en el momento en que las figuras legendarias del mismo,
legitimadas por su lucha contra la dictadura franquista, se ven obligadas a
pactar. “El tema es muy serio, pero Pepe Carvalho no pierde en ningún momento
ni su sentido del humor ni su amor por los buenos vinos, la buena comida y las
mujeres bonitas” (Jean-Marc Laherrère, ingeniero y físico, Centro Nacional de
Estudios Espaciales, CNES, apasionado de la novela policiaca y autor del blog
actu-du-noir).
Carvalho, el personaje y su
universo
Tras una vida política atormentada,
Pepe Carvalho se convierte en detective privado en Barcelona («Ja no té
principis, només visceres»). “Alto, moreno, treintañero, algo desaliñado a
pesar de llevar ropas caras de sastrerías del Ensanche”, Carvalho es ex de casi
todo: profesor, comunista, militante antifranquista, agente de la CIA.
Escéptico, duro pero compasivo, buen cocinero y gourmet, sus exquisitas comidas
en solitario comienzan con la elección de un buen libro para quemarlo.
La amante de Carvalho se llama
Charo (“Tenía una mirada para los hombres con los que se acostaba...y otra
abierta e ingenua con la que contemplaba todo lo demás”), es una prostituta
independiente con clientela fija. La relación es compleja, hecha de comodidad
afectiva y sexual. Pero el tiempo termina por transformar la comodidad en
indiferencia y Charo se marchará a Andorra a regentar un hotel.
Fuster, "comedor, bebedor y
solitario", es un amigo de Carvalho vecino de Vallvidrera. Abogado, asesor
financiero del detective y compañero de andanzas gastronómicas, con el que
puede contar cualquier día y a cualquier hora. Lo mismo recita un poema de
Ausias March que canta “Ojos verdes”.
Biscuter, "un feto rubio y
nervioso condenado a la calvicie", ex ladrón de coches, sospechoso
habitual, cocinero aficionado y compañero de Carvalho en la cárcel de Lérida.
Duerme en el despacho del detective, no tiene vicios y conoce a todos en la
Boquería. Le definen su lealtad a Carvalho y un sentimentalismo casi infantil.
Bromuro, "bicho herido y
tierno, frágil y sabio", limpiador de zapatos en las Ramblas, es el
contacto de Carvalho con el submundo de la delincuencia. Antiguo miembro de la
División Azul, confidente de la policía, “imagen paradójica de la derrota
absoluta dentro del ejército vencedor”. Aparece en “Tatuaje” y muere, con el
hígado reventado, en la cama de Carvalho en “El delantero centro fue asesinado
al atardecer”.
El personaje de Carvalho ha sido
interpretado, en el escenario y la pantalla, por Eusebio Poncela (“Las
aventuras de Pepe Carvalho” de Adolfo Aristarain), Carlos Ballesteros, Juan
Luis Galiardo, Constantino Romero y Juanjo Puigcorbé. Desde 2006, se entrega el
Premio Pepe Carvalho a autores de novelas policiacas por el conjunto de su
obra. Entre los que lo han recibido se encuentran Francisco González Ledesma,
Andreu Martin, P.D. James, Petros Markaris, Andrea Camilleri, Donna Leon y
Alicia Goméz Bartlett. El último, correspondiente a 2017, ha sido para el autor
estadounidense Dennis Lehane.
Manuel Vázquez Montalbán
Manuel Vázquez Montalbán, Manolo,
amigo y compañero de “Triunfo” y otras andanzas profesionales y políticas, gran
persona, buen periodista y excelente escritor, se definía a sí mismo como
“periodista, novelista, poeta, ensayista, antologista, prologuista, humorista,
crítico y gastrónomo”; y más simplemente como “un comunista hedonista y
sentimental”.
Nacido en Barcelona en 1939,
estudió Filosofía y Letras en la Universidad y después en la Escuela de
Periodismo de Barcelona. Fue un periodista influyente, primero desde las
páginas de “Triunfo” donde firmó con varios alias, entre otros el de Sixto
Cámara, y posteriormente en El País. Figura emblemática de la literatura
española contemporánea, recibió varios premios, entre ellos el Nacional de
Narrativa por “Galindez” en 1991, el Premio Europa en 1992 y el Premio Nacional
de las Letras Españolas en 1995. Murió de una crisis cardiaca en 2003, en el
aeropuerto de Bangkok (ciudad que figura en uno de sus títulos), cuando
regresaba a España.
Comprometido con los movimientos de
la izquierda catalana, militó en el PSUC y fue miembro de su Comité Central (“Ser
comunista en España, con Franco, era diferente de ser comunista en Francia, en
Italia, o en otros lugares. Significaba militar en el único partido que hacía
algo contra Franco...No sé si sigo siendo comunista, aunque creo en el discurso
de la igualdad como referente absoluto. Creo en el papel del referente
absoluto. Estoy en contra de la pena de muerte, en contra del secreto de
Estado… Los absolutos son necesarios”). En 1962, un consejo de guerra le
condenó a tres años de cárcel por sus actividades en la resistencia
antifranquista. En la prisión de Lérida escribió su primer ensayo, “Informe
sobre la información”.
Tras salir de la cárcel inicio una
carrera de periodista colaborando en “Triunfo”, “Siglo XX”, “Tele/Xprés”, “Por
favor”, “El País, “Interviú” y “Avui”. En 1967 publicó su primer libro de
poemas, “Una educación sentimental”, y ese mismo año apareció su primera
novela, “Recordando a Dardé”. Fue en 1972 cuando creó el personaje de Pepe
Carvalho.
La Barcelona de Carvalho es la
misma de Vázquez Montalbán. Ambos nacieron en la calle Botella, en el barrio
del Raval, cuyas arterias desembocan en las Ramblas. En las novelas de Carvalho
aparecen lugares como el bar Pastis, en la calle Petritxol, donde los clientes
beben absenta y comen flan, crema catalana y melindros; o el restaurante La
Odisea y el bar Nostromo, cerca de la catedral, fundado por Cecilio Pineda,
antiguo capitán de la marina mercante. En las aventuras de Carvalho se come muy
bien y siempre se conoce el lugar ideal para cada cosa: el carajillo hay que
tomarlo en el Café de la Opera, en las Ramblas, y la cerveza en la Plaza Real.
Todas las novelas de Carvalho están salpicadas de consejos culinarios.
Además de sus otras “especialidades
literarias”, Manolo Vázquez Montalbán publicó varios volúmenes de recetas de
cocina, que entendía como una actividad cultural: “Casi todo es cultura y no
solo la cocina. Pero la cocina es la única posibilidad cultural de justificar
la acción de matar. Matamos animales y vegetales para comer, y la dignificación
del proceso pasa por la cocina. La operación final es la supervivencia: comer
para sobrevivir”.
Pierre Maury, escritor malgache
autor del blog Le journal d’un lecteur, le preguntó un día si la escritura es
una forma de militancia. Respuesta: “Si, pero la cuestión ha cambiado desde los
años cuarenta. Cada escritor tiene obsesiones diferentes según su formación,
sus orígenes, su arqueología personal… En mi caso, por ejemplo, política e
ideología pertenecen a mi arqueología personal. Pero entiendo muy bien que a
los escritores más jóvenes la política les parezca inútil”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario