"El obispo vino a casa y nos
pidió que no presentáramos una denuncia”, cuenta un hombre abusado por un cura
cuando era niño.
“¿Y qué hizo su madre?”, pregunta el periodista.
“¿Mi madre? Sacó las pastas”.
Spotlight, un auténtico alegato en
favor del periodismo de investigación, es un thriller excelentemente dirigido
por Tom McCarthy (The Visitor, Ganamos todos) y protagonizado por un puñado de
brillantes actores -Mark Ruffalo (Foxcatcher, Ahora me ves…), Michael Keaton
(Birdman, Batman), Rachel McAdams (El hombre más buscado, La sombra del poder),
Liev Schreiber (Ray Donovan, Resistencia), John Slattery (Mad Men, Banderas de
nuestros padres), Brian d´Arcy James (Game Change, Me ha caído el muerto) y
Stanley Tucci (Los juegos del hambre, The lovely bones)- que interpretan al
equipo de investigación del diario Boston Globe que ganó un Premio Pulitzer
siguiendo los pasos, y sacando a la luz, una de las historias criminales más
importantes de los últimos tiempos, y causando una norme crisis en la iglesia
católica.
A partir de los abusos sexuales
reales cometidos con menores, y del encubrimiento que durante décadas llevaron
a cabo las altas esferas religiosas y gubernamentales de la ciudad de Boston,
Spotlight sigue los pormenores de la investigación llevada a cabo por el equipo
de periodistas del Boston Globe, bautizado precisamente Spotlight, que acabó
demostrando que la iglesia había protegido durante décadas a distintas
personalidades de la sociedad de una de las ciudades más elegantes y religiosas
de Estados Unidos.
En julio de 2001, Marty Baron (Liev
Schreiber), nuevo redactor jefe llegado al periódico desde Miami para salvar
una publicación casi agonizante, pidió a Walter Robinson, director del
departamento Spotlight, una investigación sobre las sospechas de pederastia
entre los curas y religiosos locales, a partir de las condenas a tres curas
(Baron piensa que no son más que la punta del iceberg, aunque nunca sospechó la
real envergadura del tema que iba a destapar, y que hasta entonces había
contado con el silencio y la complicidad de la jerarquía, los políticos y
asociaciones católicas locales). Poco a poco, los redactores del equipo –que
estuvieron investigando durante un año sin publicar ni una sola línea del
asunto-se dieron cuenta de que el asunto era mucho más importante de lo que
imaginaban, juntaron todas las piezas del puzle y llevaron a las rotativas una
de las historias más siniestras jamás contada.
Con infinita paciencia, los
periodistas de Spotlight – mayoritariamente creyentes, que no eran héroes sino
auténticos periodistas que trabajaban en un honesto periódico- se entrevistaron
con pederastas, sus abogados y sus víctimas, todas procedentes de clases
modestas, incapaces de defenderse, o “compradas” a la familia con regalos de
alimentos y metálico. Al periódico llegaron presiones de todas partes:
discretas, nunca violentas pero siempre amenazantes. Omertá, presiones de la
comunidad católica, justicia recalcitrante, autocensura mediática…Haciendo
honor a una profesión, tan denostada y tan precaria hoy en día, y en una
auténtica defensa de la libertad de expresión, el Boston Globe llegó hasta el
final de la investigación y publicó su exclusiva “causando un terremoto que
–como hemos visto después- tuvo réplicas en muchos otros países, en casi todo
el mundo”.
Spotlight es una película necesaria
y excelente. En la línea de Todos los hombres del presidente, o de Zodiac, es
una de esas historias sinceras e inteligentes que necesitamos ver de vez en
cuando. Todo lo que se cuenta en ella es sórdidamente cierto: durante décadas,
la jerarquía eclesiástica estuvo ocultando los abusos cometidos por curas con
menores, y evitando que tuvieran que responder ante la justicia. No fueron unos
casos aislados, sino un crimen a gran escala perpetrado por decenas de
religiosos y que causó al menos un millar de víctimas en la muy católica región
de Massachusetts.
“Más allá del cautivador relato de
la investigación, este eficaz thriller suena como un vibrante alegato en favor
de un periodismo que se toma su tiempo, no cede a la precipitación y prefiere
trabajar por la verdad y no por el ruido mediático. Todavía no había llegado
Internet y el papel tenía un valor” (a-voir-a-lire.com).
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