lunes, 1 de febrero de 2016

Spotlight, una lección del mejor periodismo



"El obispo vino a casa y nos pidió que no presentáramos una denuncia”, cuenta un hombre abusado por un cura cuando era niño.
“¿Y qué hizo su madre?”, pregunta el periodista.
“¿Mi madre? Sacó las pastas”.


Spotlight, un auténtico alegato en favor del periodismo de investigación, es un thriller excelentemente dirigido por Tom McCarthy (The Visitor, Ganamos todos) y protagonizado por un puñado de brillantes actores -Mark Ruffalo (Foxcatcher, Ahora me ves…), Michael Keaton (Birdman, Batman), Rachel McAdams (El hombre más buscado, La sombra del poder), Liev Schreiber (Ray Donovan, Resistencia), John Slattery (Mad Men, Banderas de nuestros padres), Brian d´Arcy James (Game Change, Me ha caído el muerto) y Stanley Tucci (Los juegos del hambre, The lovely bones)- que interpretan al equipo de investigación del diario Boston Globe que ganó un Premio Pulitzer siguiendo los pasos, y sacando a la luz, una de las historias criminales más importantes de los últimos tiempos, y causando una norme crisis en la iglesia católica.

A partir de los abusos sexuales reales cometidos con menores, y del encubrimiento que durante décadas llevaron a cabo las altas esferas religiosas y gubernamentales de la ciudad de Boston, Spotlight sigue los pormenores de la investigación llevada a cabo por el equipo de periodistas del Boston Globe, bautizado precisamente Spotlight, que acabó demostrando que la iglesia había protegido durante décadas a distintas personalidades de la sociedad de una de las ciudades más elegantes y religiosas de Estados Unidos.

En julio de 2001, Marty Baron (Liev Schreiber), nuevo redactor jefe llegado al periódico desde Miami para salvar una publicación casi agonizante, pidió a Walter Robinson, director del departamento Spotlight, una investigación sobre las sospechas de pederastia entre los curas y religiosos locales, a partir de las condenas a tres curas (Baron piensa que no son más que la punta del iceberg, aunque nunca sospechó la real envergadura del tema que iba a destapar, y que hasta entonces había contado con el silencio y la complicidad de la jerarquía, los políticos y asociaciones católicas locales). Poco a poco, los redactores del equipo –que estuvieron investigando durante un año sin publicar ni una sola línea del asunto-se dieron cuenta de que el asunto era mucho más importante de lo que imaginaban, juntaron todas las piezas del puzle y llevaron a las rotativas una de las historias más siniestras jamás contada.

Con infinita paciencia, los periodistas de Spotlight – mayoritariamente creyentes, que no eran héroes sino auténticos periodistas que trabajaban en un honesto periódico- se entrevistaron con pederastas, sus abogados y sus víctimas, todas procedentes de clases modestas, incapaces de defenderse, o “compradas” a la familia con regalos de alimentos y metálico. Al periódico llegaron presiones de todas partes: discretas, nunca violentas pero siempre amenazantes. Omertá, presiones de la comunidad católica, justicia recalcitrante, autocensura mediática…Haciendo honor a una profesión, tan denostada y tan precaria hoy en día, y en una auténtica defensa de la libertad de expresión, el Boston Globe llegó hasta el final de la investigación y publicó su exclusiva “causando un terremoto que –como hemos visto después- tuvo réplicas en muchos otros países, en casi todo el mundo”.

Spotlight es una película necesaria y excelente. En la línea de Todos los hombres del presidente, o de Zodiac, es una de esas historias sinceras e inteligentes que necesitamos ver de vez en cuando. Todo lo que se cuenta en ella es sórdidamente cierto: durante décadas, la jerarquía eclesiástica estuvo ocultando los abusos cometidos por curas con menores, y evitando que tuvieran que responder ante la justicia. No fueron unos casos aislados, sino un crimen a gran escala perpetrado por decenas de religiosos y que causó al menos un millar de víctimas en la muy católica región de Massachusetts.

“Más allá del cautivador relato de la investigación, este eficaz thriller suena como un vibrante alegato en favor de un periodismo que se toma su tiempo, no cede a la precipitación y prefiere trabajar por la verdad y no por el ruido mediático. Todavía no había llegado Internet y el papel tenía un valor” (a-voir-a-lire.com).


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