jueves, 28 de noviembre de 2024

“Por donde pasa el silencio”, prometedor debut de la sevillana Sandra Romero


“Por donde pasa el silencio”, primer largometraje de la sevillana Sandra Romero, basado en el cortometraje homónimo ganador del Premio a la Mejor Dirección en el Festival de Málaga de 2020,  calificado como “el  mejor debut de 2024”, llega a las salas de cine tras su estreno en la sección Nuevos Directores del Festival de San Sebastián.

Protagonizado por el trío de hermanos Antonio, Javier y María Araque, junto a Mona Martínez (“Adiós”, “Las niñas de cristal”), Nicolás Montoya (“La maniobra de la tortuga”), Emmanuel Medina y Tamara Casellas (“Ama”).  

En plena Semana Santa andaluza, Antonio, de 32 años (único actor profesional de la familia protagonista),  después de mucho tiempo se ve obligado a regresar desde Madrid, donde reside, a Écija. Su hermano mellizo, Javier, que tiene una discapacidad física, necesita su ayuda. Con ese regreso a la casa familiar, Antonio rememora la vida que dejó allí. Lo que no sabe es si necesitará quedarse para siempre, y ayudar a la familia,  o podrá retomar el camino que ha elegido fuera del pueblo.

Drama costumbrista inteligente y honesto construido con elementos autobiográficos y mucho de cruda realidad, “Por donde pasa el silencio”(1) quiere ser una película generacional  sobre la familia, la identidad y el destino, que es quien  decide que dos hermanos  que han crecido juntos, con idénticos genes, la misma estirpe y las mismas circunstancias, sean diferentes en el futuro.

 En palabras de la directora: "Por donde pasa el silencio”, es una historia donde el tono oscila entre el drama y la comicidad de sus protagonistas, que suelen tratar con cierta ligereza los temas que más les afectan a nivel emocional, casi como una máscara que los protege de lo trágico. La idea es que el retrato parta de las voces y puntos de vista de sus protagonistas, para poder conseguir un relato único, complejo, con el drama y el humor, cada vez más necesario, que caracteriza a esta familia y que fue lo que más me hizo conectar con ella (…) La película abre una ventana a los  espectadores y les deja caer en esta familia durante el tiempo que dura la cinta. Cuando salgan, verán que también habla de ellos.


(1) “Por donde pasa el silencio se estrena en Madrid este viernes 29 de noviembre de 2024

martes, 26 de noviembre de 2024

"El ministro de Propaganda”, el fantasma de Goebbels recorre Europa


“El ministro de Propaganda” (Führer und Verführer), película basada en los últimos años de quien fuera la mano derecha de Hitler y el responsable de muchas de las decisiones genocidas del régimen nazi, incluye diálogos auténticos y está dirigida por Joachim A. Lang  (“Heinrich George, un actor contra todo”, “Mackie Messe, la película de los cuatro centavos de Brecht, “Cranko”) y protagonizada por Robert Stadlober (serie “El submarino”), Fritz Kart (Hohenangsf”) y Franziska Weisz (En el lugar del crimen”).

 

Durante la Segunda Gurrea mundial murieron sesenta millones de personas. El Holocausto sigue siendo el capítulo más tenebroso de la historia de la humanidad. Joseph Goebbels, el Ministro de Propaganda, acompañó a Hitler durante siete años, desde marzo de 1938 hasta su suicidio en mayo de 1945. Mientras Hitler estaba en todo el apogeo de su poder, Goebbels creaba las imágenes de multitudes ondeando banderas y las películas antisemitas que iban preparando al pueblo para el asesinato en masa de judíos que estaban planeando. Tras la derrota de Stalingrado y la situación cada vez más desesperada a finales de 1944, Goebbels  lleva a cabo el acto de propaganda más radical, su última puesta en escena consistente en el asesinato de sus hijos, todos menores, y su mujer, así como su propio suicidio, y el de Adolf Hitler y su amante, Eva Braun.

 

¿Cómo se puede manipular a todo un pueblo? Solo hay una respuesta: mediante la propaganda. “El ministro de Propaganda” muestra como Joseph Goebbels consiguió “vender” la locura de Hitler al pueblo alemán. Tenía un lema: “Yo decido lo que es la verdad”. En la película el realizador intenta encontrar respuesta a la pregunta de cómo Hitler y Goebbels consiguieron llevar a cabo tal cantidad de atrocidades y, sobre todo, cómo el pueblo alemán pudo seguirles con tanta docilidad. .

 

La idea de que el pueblo alemán fue víctima de aquellos perversos propagandistas y por tanto  no es responsable  de las atrocidades del Tercer Reich, no está justificada. El hecho de que la película se centre en los autores de los crímenes, animados por la maquinaria de propaganda, no exime al pueblo alemán colectivamente de su culpa: es innegable que la propaganda cayó en terreno fértil.

 

“El Ministro de Propaganda” es un drama histórico que explora la subida imparable de Adolf Hitler y su propagandista Joseph Goebbels, siguiendo la forma en que se manipuló sin concesiones a la opinión pública, incluyendo la puesta en marcha del famoso pogrom de 1938 y la  producción de películas antisemitas. A comienzos de la Segunda Guerra mundial, Joseph Goebbels se convirtió en la eminencia gris de Hitler. Convencido de que el dominio del Reich pasaba por la manipulación del pueblo con métodos radicales y nuevos, el ministro de Propaganda se hizo con el control de los medios de comunicación, transformando las derrotas en victorias y las mentiras en verdades, convirtiendo las películas en obras de odio antisemita y los discursos en convincentes diatribas.

A medida que la guerra se intensificaba, los esfuerzos propagandísticos de Goebbels se reforzaban con el apoyo total del Führer, llegando a crear una sofisticada ilusión que precipitó al pueblo hacia el abismo y culminó  en su autodestrucción. “El ministro de Propaganda” (1) se concentra  en la guerra de información llevada a cabo  por Goebbels, el mayor manipulador de masas de la historia y el padre de las « noticias falsas », creador de emocionantes imágenes de multitudes agitando banderas y de películas antisemitas que prepararon al pueblo alemán para la masacre de los judíos.

La película enseña como nació la propaganda, en la sala de máquinas del Tercer Reich con Joseph Goebbels en el papel de gran seductor dirigiéndolo todo: su trabajo consistía en presentar a Hitler como el gran benefactor y a sus accione4s como decisiones benéficas para el bien del pueblo alemán (No puedo evitar pensar en otros dictadores, especialmente en Franco y sus acólitos del NODO. Habían aprendido el manual completo).

« Yo he creado el mito de Hutler », declara Goebbels, antes de suicidarse,  en las primeras escenas de la película, que luego da marcha atrás y vemos como, efectivamente, la mítica imagen del dictador es una creación de su ministro más cercano.

Un artículo publicado en el diario británico The Guardian asegura que  la película está rodada en Bratislava, Eslovaquia, porque en Alemania existe todavía una especie de rechazo a producir dramas nazis, por temor –según Thomas Weber, profesor de historia en la Universidad de Aberdeem y consejero histórico en el rodaje- “a que el público comience a identificarse con su protagonista”, lo que en su opinión sería “comprensible, porque no existe prácticamente ninguna película sobre Goebbels, Hitler y otros demagogos, en la que no sean presentados como personajes cómicos”, ridículos o secundarios en papeles secundarios (…) “No podremos arrancarles las máscaras y verles como eran realmente (…) si no los situamos en el centro de la película”.

 

Este profesor sostiene que las fotografías y secuencias utilizadas en la mayoría de los documentales que se han hecho sobre el Tercer Reich “utilizan el material de propaganda producido por los nazis de manera que, aunque involuntariamente, está reproduciendo la propaganda de Goebbels”.

 

El valor del drama “El ministro de Propaganda” estriba también en la mezcla de escenas de ficción de los principales personajes y sus acólitos con imágenes de archivo y testimonios de supervivientes del Holocausto, y entre ellos el de  Margot Friedlander, de 101 años, cuyos padres y hermano murieron asesinados en el campo de exterminio de Auschwitz,

“Lo que dicen las víctimas –asegura el director, Joachim A. Lang-  es a la vez una terrible realidad y una advertencia severa. Sobrevivieron y nos aportan su testimonio, pueden decir la última palabra”.  Tras una primera proyección de la película especialmente destinada a los supervivientes del Holocausto, uno de los espectadores abrazó al director diciéndole que hubiera querido que la película se hiciera hace veinte años “para que hubiera podido frenar el aumento de los grupos populistas de extrema derecha”.

Unas palabras que son un lamento y una constatación de lo que está ocurriendo ahora mismo, en la era de las noticias falsas y la guerra de desinformación, que están convirtiendo a los “modernos” sistemas de difusión en máquinas de distribuir bulos y de esparcir fango, al tiempo que catapultan al primer plano de la actualidad a las borrosas figuras de todos esos aspirantes a imitadores del Führer que ocupan escaños en los parlamentos de media Europa (el último en Rumania) mientras hacen tiempo para reagruparse y conseguir mayorías.

La película termina con estas palabras del célebre escritor judío italiano Primo Levi, superviviente de Auschwitz y autor de la memoria de referencia  “Si esto es un hombre” :  “Ocurrió. En consecuencia, puede volver a ocurrir . Esto es la esencia de lo que tenemos que decir. Puede ocurrir, y puede ocurrir en cualquier lugar».

 

(1) “El ministro de Propaganda”  se estrenará en Madrid el viernes 29 de noviembre de 2024.




domingo, 24 de noviembre de 2024

“El Beso de Klimt”, un documental imprescindible

 



A cada época su Arte y al Arte su libertad”

 

 


En 2012, para conmemorar el 150 aniversario del nacimiento de Gustave Klimt, los museos vieneses, y entre ellos el Museo belvedere donde estuvo expuesto « El beso », presentaron una mirada bastante completa del pintor austriaco, analizando las diferentes etapas de su obra y desvelando facetas desconocidas del personaje “con una innegable dosis de kitsch”.  

 

“El beso de Klimt” (“Klimt and the Kiss), el nuevo documental  de la serie Exhibition On Screen (Arte en pantalla) dirigido por la realizadora británica  Ali Ray ("Frida Khalo", "Mary Cassatt - Pintando a la mujer moderna")  descubre la vida del autor y enfrenta diferentes interpretaciones sobre uno de los cuadros más famosos del mundo. 

 

"El Beso" de Gustave Klimt -“el icono de una era” en opinión de uno de los expertos intérpretes del movimiento Secesionista que triunfó en Viena a caballo entre los siglos diecinueve y veinte- es una de las pinturas más reconocidas y reproducidas del mundo. Pintada en Viena alrededor de 1908, la evocadora imagen de una enigmática pareja abrazándose ha cautivado a los espectadores con su misterio, sensualidad y materiales deslumbrantes desde su creación. Pero, ¿qué hay detrás de la obra y quién fue el artista que la creó?

 

Distintos expertos, en su mayoría pertenecientes a los departamentos del Museo Belvedere, examinan las circunstancias y las cualidades que hacen del cuadro la obra emblemática en que se ha convertido. Porque también es un documento rico en detalles acerca de la opulenta época del Art Nouveau en Viena en los comienzos del siglo veinte, así como de la “escandalosa” vida del artista creador de esta obra maestra.

 

El documental “El beso de Klimt”(1) explora detalladamente la profusión de oro, el simbolismo y el erotismo latente en un cuadro que es un estudio minucioso de un momento de la historia europea, cuando el viejo mundo luchaba contra la emergencia de una nueva era.

Empecemos por el principio. ”El beso”, pintura realizada al óleo sobre tela, 180x180, entre 1907 y 1908, pertenece al movimiento simbolista, con evidentes influencias del arte medieval,  los iconos bizantinos y las estampas lacadas japonesas. La pintura es de alguna manera un himno al amor: una pareja central ocupa un espacio donde el oro es como un manto nupcial, tanto en la túnica con motivos geométricos negros y grises del hombre como en el ropaje florido de la mujer; como un símbolo de poder, de eternidad, y también de privilegio. El rostro femenino parece traslucir un sentimiento de abandono, se siente segura en los brazos del hombre, cuyo rostro se ve apenas, que la sujetan con pasión y ternura al mismo tiempo.   

« Estos enamorados parecen sacados de un sueño, al margen de la realidad del tiempo que pasa, como si solo existieran ellos y el mundo que les rodea –si es que existe- no pudiera tener ningún impacto directo sobre esta burbuja de un ideal romántico” (Cécile Martel, riseart.com/fr)

En « El beso », como en « Adam y Eva » y otras pinturas de Klimt del mismo periodo, al artista le interesa la diferencia en la representación simbólica del hombre y la mujer: el hombre es más tridimensional, siempre moreno y musculoso, mientras que la mujer es misteriosa, plana, simbólica y estilizada. Lo que busca con estos dibujos es captar la esencia del amor entre un hombre y una mujer.

Hay otras pinturas de Klimt que representan plenamente su etapa dorada, como “Danaé » y « El retrato de Adéle Bloch-Bauer » (2)

Para  entender la pintura es necesario conocer al hombre que la creó, sus obsesiones y sus influencias. Gustave Klimt – un hombre que gustaba a las mujeres y al que le gustaban las mujeres- nació en 1862 en Baumgarten cerca de Viena, hijo de un grabador de oro. Gracias a una beca pudo estudiar pintura en la Escuela de Artes Aplicadas de Viena. Tras la muerte de su padre y de su hermano Ernst –también pintor, con el que había fundado una comunidad de artistas- el estilo de Gustav, excelente dibujante desde el principio,  adquirió un tono más personal (cuadros como “Palas Atenea” y “Nuda Veritas” son el ejemplo del camino que acababa de emprender). En 1897 Klimt fue fundador y presidente de la Secesión vienesa, una comunidad de artistas cuyo objetivo era separarse de la tradición y acabar con el conservadurismo de la Academia, y que significaría el comienzo de la modernidad artística en Austria.

Klimt nunca se casó pero tenía mujeres para todas las ocasiones: una madre y dos hermanas, con las que vivía, que le daban de comer y le hacían la colada; una aventura intelectual y amorosa de distintas maneras  con Emilie Flöge, su cuñada y  también musa que compartía con sus hermanas un salón de moda que llevaba su nombre, donde vendían alta costura francesa y preciosos vestidos vanguardistas en los que había desaparecido el corsé –la tortura de las mujeres durante el siglo anterior- , y que lucían las mujeres progresistas de clase alta en los retratos que les pintaba Klimt. Hay fotografías de la pareja en un lago, de vacaciones.

 

 También  tenía encuentros sexuales esporádicos con todas sus modelos y con las damas retratadas, de los que nacieron varios hijos. Cuando Klimt murió hubo una docena de reclamaciones de paternidad. La burguesía judía de clase media alta que quería que sus esposas y sus hijas fueran retratadas por Klimt, constituía su principal fuente de ingresos.  Pese a que más de media Europa estaba en guerra, en su correspondencia Klimt apenas habla de la guerra mundial, como si no tuviera nada que ver con él: sin embargo, en su cuadro de 1915 sobre la vida y la muerte, la túnica de la muerte es un inmenso cementerio de cruces. Falleció de un derrame cerebral en 1918.

Klimt era famoso por su excentricidad. A menudo se presentaba vistiendo una blusa ancha que llegaba hasta el suelo, y tenía el estudio lleno de gatos, que al parecer le gustaban tanto como las mujeres. Era un seductor notorio. A quienes consideraron que muchas  de sus obras eran pornográficas, les respondió en 1902 pintando « Poissons rouges » (cuyo título original era « A mis críticos” ), un cuadro en el que se ve a una mujer enseñando el culo y mirando por encima del hombro.

Al final del documental, uno de los comentaristas se pregunta hasta qué punto una obra -entre las más admiradas y reproducidas en carteles que se encuentran en las paredes de los dormitorios de tantas y tantas adolescentes de casi todos los países del mundo-, y también entre las más valoradas económicamente, ha sido innovadora, ha tenido alguna influencia en las posteriores escuelas pictóricas. La respuesta es que muy poca, por no decir ninguna, si tenemos en cuenta que al mismo tiempo que “El beso” se exponía en el Belvedere vienés –que lo compró en 1908-, en Francia se abrían paso el cubismo, el dadaísmo y el fauvismo, y en París se podían contemplar “Las señoritas de Avignon” de Pablo Picasso (1907) y “La Danza” de Matisse (1909), pinturas cuya influencia en las generaciones posteriores es  evidentemente mucho mayor.

 

En vista de lo cual, el documental se pregunta si el arte de Klimt puede considerarse trivial. En respuesta, el historiador cultural Gavin Plumley, defiende al artista y su forma de esbozar el cuerpo humano, alaba su talento de dibujante y dice que, desde ese punto de vista, podemos considerar a Klimt a la misma altura que Caravaggio, e incluso Miguel Angel.   

Aunque es evidente que Klimt estaba al tanto de los movimientos citados – y que en su obra se encuentran influencias de Toulouse Lautrec, los retratos de John Singer Sargeant, el simbolista holandés Jan Toroop y la escocesa margaret MacDonald Mackintosh- su desarrollo  personal tiene más que ver con la tradición de los iconos bizantinos, sin ninguna duda en el origen de los fondos a base de hojas de oro, platino y latón de sus cuadros, y con el nuevo simbolismo que constituyó el elemento clave del movimiento de la Secesión vienesa.

Buscando información sobre el aniversario he encontrado una curiosidad: El Museo Belvedere hizo un llamamiento, en la red social Facebook, para encontrar « lo peor de Klimt ». Recibió 140 objetos que iban desde la foto de un tatuaje a un asiento de WC, pasando por un huevo que se abre y tiene en su interior a los dos personajes de « El beso » dando vueltas mientras suena la canción “Can't Help Falling in Love” de Elvis Presley.

Con el mismo motivo, por primera vez el museo sacó todo lo que guarda de Klimt, entre otras cosas la máscara mortuoria del artista, su blusa de trabajo y más de 400 obras, que van desde los comienzos en la Escuela de Bellas Artes hasta las pinturas de sus últimos años.

El director del museo, Wolfgang Kos, señala que con el conjunto de paraguas, plumas y otros objetos vendidos con « el beso » como referencia, « Klimt se ha convertido, de manera póstuma, en una de las mejores agencias de publicidad de Viena ».  

 

(1) « El beso de Klimt », excelente documental que no pueden perderse los amantes del arte y la pintura en general, y los muchos admiradores de Klimt en particular (añado que debería , como muchos otros de esta serie de Arte en pantalla, entrar a formar parte de la agenda escolar de segundo grado), se estrena en los cines de Madrid este lunes 25 de noviembre de 2024.

 

(2) El retrato de esta mujer de la alta sociedad vienesa,  más conocido como “La dama de oro” (The woman in gold” - https://periodistas-es.com/la-dama-de-oro-un-relato-cabal-de-memoria-y-justicia-50845), fue el argumento de la película así titulada –protagonizada por Helen Mirren y Ryan Reynolds-  basada en la historia real de Maria Altmann, anciana austríaca de origen judío, refugiada, que vive en Cheviot Hills, Los Ángeles, que junto con el joven abogado Randy Schoenberg, lucharon contra el gobierno de Austria durante casi una década para reclamar el icónico retrato de su tía Adele Bloch-Bauer, pintado por Gustav Klimt en 1907, robado a sus familiares por los nazis en Viena antes de la Segunda Guerra Mundial, en el periodo conocido como Anschluss. Altmann llevó la batalla legal hasta la Corte Suprema de los Estados Unidos, que se pronunció en el caso de la República de Austria vs. Altmann (2004). De acuerdo con informes periodísticos, fue vendido en 135 millones de dólares a Ronald Lauder, propietario de la Neue Galerie de Nueva York, en junio de 2006.  La obra se exhibe en la mencionada galería desde julio de 2006.

Como mujer de un adinerado industrial que hizo su fortuna en la industria azucarera, apoyó las artes, favoreció y promovió la labor de Klimt, Adele Bloch-Bauer se convirtió en la única modelo pintada en dos ocasiones por Klimt. Adele indicó en su testamento que los cuadros de Klimt deberían donarse a la Galería del Estado de Austria.

 

 

 

A cada época su Arte y al Arte su libertad”

 

 

En 2012, para conmemorar el 150 aniversario del nacimiento de Gustave Klimt, los museos vieneses, y entre ellos el Museo belvedere donde estuvo expuesto « El beso », presentaron una mirada bastante completa del pintor austriaco, analizando las diferentes etapas de su obra y desvelando facetas desconocidas del personaje “con una innegable dosis de kitsch”.  

 

“El beso de Klimt” (“Klimt and the Kiss), el nuevo documental  de la serie Exhibition On Screen (Arte en pantalla) dirigido por la realizadora británica  Ali Ray ("Frida Khalo", "Mary Cassatt - Pintando a la mujer moderna")  descubre la vida del autor y enfrenta diferentes interpretaciones sobre uno de los cuadros más famosos del mundo. 

 

"El Beso" de Gustave Klimt -“el icono de una era” en opinión de uno de los expertos intérpretes del movimiento Secesionista que triunfó en Viena a caballo entre los siglos diecinueve y veinte- es una de las pinturas más reconocidas y reproducidas del mundo. Pintada en Viena alrededor de 1908, la evocadora imagen de una enigmática pareja abrazándose ha cautivado a los espectadores con su misterio, sensualidad y materiales deslumbrantes desde su creación. Pero, ¿qué hay detrás de la obra y quién fue el artista que la creó?

 

Distintos expertos, en su mayoría pertenecientes a los departamentos del Museo Belvedere, examinan las circunstancias y las cualidades que hacen del cuadro la obra emblemática en que se ha convertido. Porque también es un documento rico en detalles acerca de la opulenta época del Art Nouveau en Viena en los comienzos del siglo veinte, así como de la “escandalosa” vida del artista creador de esta obra maestra.

 

El documental “El beso de Klimt”(1) explora detalladamente la profusión de oro, el simbolismo y el erotismo latente en un cuadro que es un estudio minucioso de un momento de la historia europea, cuando el viejo mundo luchaba contra la emergencia de una nueva era.

Empecemos por el principio. ”El beso”, pintura realizada al óleo sobre tela, 180x180, entre 1907 y 1908, pertenece al movimiento simbolista, con evidentes influencias del arte medieval,  los iconos bizantinos y las estampas lacadas japonesas. La pintura es de alguna manera un himno al amor: una pareja central ocupa un espacio donde el oro es como un manto nupcial, tanto en la túnica con motivos geométricos negros y grises del hombre como en el ropaje florido de la mujer; como un símbolo de poder, de eternidad, y también de privilegio. El rostro femenino parece traslucir un sentimiento de abandono, se siente segura en los brazos del hombre, cuyo rostro se ve apenas, que la sujetan con pasión y ternura al mismo tiempo.   

« Estos enamorados parecen sacados de un sueño, al margen de la realidad del tiempo que pasa, como si solo existieran ellos y el mundo que les rodea –si es que existe- no pudiera tener ningún impacto directo sobre esta burbuja de un ideal romántico” (Cécile Martel, riseart.com/fr)

En « El beso », como en « Adam y Eva » y otras pinturas de Klimt del mismo periodo, al artista le interesa la diferencia en la representación simbólica del hombre y la mujer: el hombre es más tridimensional, siempre moreno y musculoso, mientras que la mujer es misteriosa, plana, simbólica y estilizada. Lo que busca con estos dibujos es captar la esencia del amor entre un hombre y una mujer.

Hay otras pinturas de Klimt que representan plenamente su etapa dorada, como “Danaé » y « El retrato de Adéle Bloch-Bauer » (2)

Para  entender la pintura es necesario conocer al hombre que la creó, sus obsesiones y sus influencias. Gustave Klimt – un hombre que gustaba a las mujeres y al que le gustaban las mujeres- nació en 1862 en Baumgarten cerca de Viena, hijo de un grabador de oro. Gracias a una beca pudo estudiar pintura en la Escuela de Artes Aplicadas de Viena. Tras la muerte de su padre y de su hermano Ernst –también pintor, con el que había fundado una comunidad de artistas- el estilo de Gustav, excelente dibujante desde el principio,  adquirió un tono más personal (cuadros como “Palas Atenea” y “Nuda Veritas” son el ejemplo del camino que acababa de emprender). En 1897 Klimt fue fundador y presidente de la Secesión vienesa, una comunidad de artistas cuyo objetivo era separarse de la tradición y acabar con el conservadurismo de la Academia, y que significaría el comienzo de la modernidad artística en Austria.

Klimt nunca se casó pero tenía mujeres para todas las ocasiones: una madre y dos hermanas, con las que vivía, que le daban de comer y le hacían la colada; una aventura intelectual y amorosa de distintas maneras  con Emilie Flöge, su cuñada y  también musa que compartía con sus hermanas un salón de moda que llevaba su nombre, donde vendían alta costura francesa y preciosos vestidos vanguardistas en los que había desaparecido el corsé –la tortura de las mujeres durante el siglo anterior- , y que lucían las mujeres progresistas de clase alta en los retratos que les pintaba Klimt. Hay fotografías de la pareja en un lago, de vacaciones.

 

 También  tenía encuentros sexuales esporádicos con todas sus modelos y con las damas retratadas, de los que nacieron varios hijos. Cuando Klimt murió hubo una docena de reclamaciones de paternidad. La burguesía judía de clase media alta que quería que sus esposas y sus hijas fueran retratadas por Klimt, constituía su principal fuente de ingresos.  Pese a que más de media Europa estaba en guerra, en su correspondencia Klimt apenas habla de la guerra mundial, como si no tuviera nada que ver con él: sin embargo, en su cuadro de 1915 sobre la vida y la muerte, la túnica de la muerte es un inmenso cementerio de cruces. Falleció de un derrame cerebral en 1918.

Klimt era famoso por su excentricidad. A menudo se presentaba vistiendo una blusa ancha que llegaba hasta el suelo, y tenía el estudio lleno de gatos, que al parecer le gustaban tanto como las mujeres. Era un seductor notorio. A quienes consideraron que muchas  de sus obras eran pornográficas, les respondió en 1902 pintando « Poissons rouges » (cuyo título original era « A mis críticos” ), un cuadro en el que se ve a una mujer enseñando el culo y mirando por encima del hombro.

Al final del documental, uno de los comentaristas se pregunta hasta qué punto una obra -entre las más admiradas y reproducidas en carteles que se encuentran en las paredes de los dormitorios de tantas y tantas adolescentes de casi todos los países del mundo-, y también entre las más valoradas económicamente, ha sido innovadora, ha tenido alguna influencia en las posteriores escuelas pictóricas. La respuesta es que muy poca, por no decir ninguna, si tenemos en cuenta que al mismo tiempo que “El beso” se exponía en el Belvedere vienés –que lo compró en 1908-, en Francia se abrían paso el cubismo, el dadaísmo y el fauvismo, y en París se podían contemplar “Las señoritas de Avignon” de Pablo Picasso (1907) y “La Danza” de Matisse (1909), pinturas cuya influencia en las generaciones posteriores es  evidentemente mucho mayor.

 

En vista de lo cual, el documental se pregunta si el arte de Klimt puede considerarse trivial. En respuesta, el historiador cultural Gavin Plumley, defiende al artista y su forma de esbozar el cuerpo humano, alaba su talento de dibujante y dice que, desde ese punto de vista, podemos considerar a Klimt a la misma altura que Caravaggio, e incluso Miguel Angel.   

Aunque es evidente que Klimt estaba al tanto de los movimientos citados – y que en su obra se encuentran influencias de Toulouse Lautrec, los retratos de John Singer Sargeant, el simbolista holandés Jan Toroop y la escocesa margaret MacDonald Mackintosh- su desarrollo  personal tiene más que ver con la tradición de los iconos bizantinos, sin ninguna duda en el origen de los fondos a base de hojas de oro, platino y latón de sus cuadros, y con el nuevo simbolismo que constituyó el elemento clave del movimiento de la Secesión vienesa.

Buscando información sobre el aniversario he encontrado una curiosidad: El Museo Belvedere hizo un llamamiento, en la red social Facebook, para encontrar « lo peor de Klimt ». Recibió 140 objetos que iban desde la foto de un tatuaje a un asiento de WC, pasando por un huevo que se abre y tiene en su interior a los dos personajes de « El beso » dando vueltas mientras suena la canción “Can't Help Falling in Love” de Elvis Presley.

Con el mismo motivo, por primera vez el museo sacó todo lo que guarda de Klimt, entre otras cosas la máscara mortuoria del artista, su blusa de trabajo y más de 400 obras, que van desde los comienzos en la Escuela de Bellas Artes hasta las pinturas de sus últimos años.

El director del museo, Wolfgang Kos, señala que con el conjunto de paraguas, plumas y otros objetos vendidos con « el beso » como referencia, « Klimt se ha convertido, de manera póstuma, en una de las mejores agencias de publicidad de Viena ».  

 

(1) « El beso de Klimt », excelente documental que no pueden perderse los amantes del arte y la pintura en general, y los muchos admiradores de Klimt en particular (añado que debería , como muchos otros de esta serie de Arte en pantalla, entrar a formar parte de la agenda escolar de segundo grado), se estrena en los cines de Madrid este lunes 25 de noviembre de 2024.

 

(2) El retrato de esta mujer de la alta sociedad vienesa,  más conocido como “La dama de oro” (The woman in gold” - https://periodistas-es.com/la-dama-de-oro-un-relato-cabal-de-memoria-y-justicia-50845), fue el argumento de la película así titulada –protagonizada por Helen Mirren y Ryan Reynolds-  basada en la historia real de Maria Altmann, anciana austríaca de origen judío, refugiada, que vive en Cheviot Hills, Los Ángeles, que junto con el joven abogado Randy Schoenberg, lucharon contra el gobierno de Austria durante casi una década para reclamar el icónico retrato de su tía Adele Bloch-Bauer, pintado por Gustav Klimt en 1907, robado a sus familiares por los nazis en Viena antes de la Segunda Guerra Mundial, en el periodo conocido como Anschluss. Altmann llevó la batalla legal hasta la Corte Suprema de los Estados Unidos, que se pronunció en el caso de la República de Austria vs. Altmann (2004). De acuerdo con informes periodísticos, fue vendido en 135 millones de dólares a Ronald Lauder, propietario de la Neue Galerie de Nueva York, en junio de 2006.  La obra se exhibe en la mencionada galería desde julio de 2006.

Como mujer de un adinerado industrial que hizo su fortuna en la industria azucarera, apoyó las artes, favoreció y promovió la labor de Klimt, Adele Bloch-Bauer se convirtió en la única modelo pintada en dos ocasiones por Klimt. Adele indicó en su testamento que los cuadros de Klimt deberían donarse a la Galería del Estado de Austria.

 

 


viernes, 22 de noviembre de 2024

“Tiempo compartido” de Olivier Assayas, el confinamiento a cuatro años vista


 “Tiempo compartido”
(Hors du temps), la nueva película de Olivier Assayas (“Personal Shopper” (Premio al Mejor Director en el Festival de Cannes 2016), “Demonlover”, “Viaje a Sils Maria”), es una comedia sobre compartir casa durante la pandemia, protagonizada por Vincent Macaigne (“Dobles Vidas”, “Las cosas que nos decimos, las cosas que hacemos”, “Crónica de un amor efímero”) y Nora Hamzawi, colaboradores habituales en los proyectos de Assayas (ambos actores trabajaron juntos en la película “Non-Fiction”, así como en la serie “Irma Vep” de HBO Max). Junto a ellos, la otra pareja que completa “Tiempo compartido” está formada por Micha Lescot (“La gran juventud”) y Nine d’Urso (“El sucesor”).

En plena pandemia de Covid, Paul, director de cine y siempre angustiado temiendo el contagio, y su hermano Etienne, periodista músical y bastante indolente, ambos pertenecientes al mundillo de la intelectualidad parisina, se encuentran atrapados en el campo, en la casa de su infancia junto a sus parejas, Morgane y Carole. Mientras el mundo exterior se vuelve cada vez más inquietante, los cuatro deben enfrentarse al paso del tiempo, los recuerdos y los secretos ocultos. A medida que lidian con estas tensiones, descubren que sus mejores herramientas son las artes, el romance y la comedia, que impregnan incluso los momentos más cotidianos.

En “Tiempo compartido”, el realizador Olivier Assayas revive los meses del confinamiento y los recuerdos familiares, el regreso a los paisajes de la infancia y la huella que siempre permanece de quienes en otros tiempos habitaron los mismos lugares.  Es verdad que es un tiempo compartido (título en España) pero es más un espacio “fuera del tiempo”, como se titula en francés, un tiempo en suspenso, un paréntesis cuyo final era imposible adivinar.

 

Autobiográfica, la película es una crónica d el período en que Assayas estuvo exiliado, junto a su hermano, en la casa familiar donde, cuando el tiempo pareció pararse para todos, ellos aprovecharon para recordar tiempos pasados y enfrentarse, en una representación que roza el ridículo,  en lo que fueron las dos maneras de vivir la pandemia durante los primeros meses angustiosos, cuando realmente no se sabía cómo encarar la enfermedad, cuando aún no había vacunas y la solución eran las mascarillas y el gel que mantenía las manos limpias: está el hermano obsesionado con las medidas de protección, comprador compulsivo por Amazon, y está el hermano que deja un margen para la improvisación, preocupado lo justo.

 

Dos hermanos que, junto a sus parejas, acumulan todos los tópicos imaginables en los “burgueses bohemios” –tan típicamente parisinos- trasplantados a una espléndida  casa en el campo, con su magnolio, su manzano y su jardín, donde además pueden aprovecharse de la pista de tenis y los caminos arbolados de la mansión vecina, en ese momento deshabitada.

Como he leído en una crítica « nadie puede impedir a un artista que piense que su experiencia del confinamiento merece que le dedique un largometraje, ritmado por almuerzos al sol, ver como florecen los manzanos, videoconferencias con su psiquiatra (…) nada prohíbe tampoco disuadirle de hacerlo, sobre todo en 2024 cuando ya nadie puede sufrir los gags sobre la ansiedad del Covid…”.  Estoy de acuerdo, pero también se me ocurre que –además de unos cuantos discursos “intelectualoides” sobre Madame Bovary o Auguste Renoir, y otras joyas de la literatura y la pintura francesa- el propósito de Assayas ha podido ser poner el acento en los problemas inevitables entre dos hermanos con trayectorias vitales diferentes,  obligados a convivir en una casa llena de recuerdos compartidos.

En cualquier caso, “Tiempo compartido” es  una comedia dramática  sentimental, nostálgica y un tanto ácida, que no rehúye la autocrítica.

 

(1) « Tiempo compartido se estrena en Madrid este viernes 22 de noviembre de 2024.