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Personal de la Media Luna Roja reparte alimentos |
jueves, 5 de abril de 2018
Pirómanos y bomberos: en Yemen se están muriendo de hambre
En rueda de prensa celebrada el 3
de abril de 2018, el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, ha
anunciado haber conseguido promesas por valor de dos mil millones de dólares, de
los países asistentes en Ginebra a una conferencia de donantes internacionales,
para enviar ayuda humanitaria a Yemen que, en sus propias palabras, “atraviesa
la peor crisis humanitaria del mundo desde la Segunda Guerra mundial”.
Lo más sorprendente de este
estallido de solidaridad con un país que lleva tres años desangrándose en una
guerra civil, y en el que 22 millones de ciudadanos, tres cuartas partes de la
población (27,58 millones) precisa ayuda
humanitaria urgente, es que un tercio de
los fondos prometidos, 930 millones de dólares, ya han sido donados por Arabia
Saudí y los Emiratos Árabes (los mismos que figuran en las camisetas del Real
Madrid, entre otras cosas).
El resto hasta los dos millones
deberían proporcionarlo los cuarenta estados y organizaciones que han asistido
a la conferencia de Ginebra, ha precisado la Oficina de Naciones Unidas para la
Coordinación de Asuntos Humanitario (OCHA), y deberían hacerlo inmediatamente
porque, de nuevo en palabras de Guterres, “la amplitud del sufrimiento que
vemos en Yemen necesita una financiación rápida y completa”; manifestación que
ha cerrado con un lamento: “Se necesitan soluciones humanitarias para las
crisis humanitarias”.
Cuando el conflicto entra en su
cuarto año, tres cuartas partes de los habitantes de Yemen necesitan esa ayuda,
18 millones padecen “inseguridad alimentaria” y, de ellos, 8,4 millones ignoran
como podrán conseguir la siguiente comida. La malnutrición afecta a un millón
más de personas cada año, y en el caso de los niños son ya cerca de tres
millones. A esto hay que añadir las
epidemias de cólera y difteria que, desde agosto de 2017, están contribuyendo a
diezmar una población muy tocada. Cada diez minutos muere un niño en Yemen.
Enfangada en una guerra civil,
que se encuentra en el “ángulo muerto” de los intereses de la comunidad
internacional, que ya ha causado más de 10.000 muertos y que tiene de fondo la
rivalidad irano-saudí, Yemen –un país al que los griegos y romanos llamaban “la
Arabia feliz”-es hoy un país desgraciado y desértico encajado en el Golfo de
Adén, víctima desde el 4 de noviembre de 2017 del bloqueo total impuesto por la
coalición de países árabes que encabeza Arabia Saudí, la misma que ahora
encabeza las donaciones de millones de dólares con una cantidad que no es nada
en el país de los multimillonarios del petróleo .
La guerra civil yemení es un
conflicto que, desde julio de 2014, enfrenta a los rebeldes chiítas houtis y, su
hasta ayer enemigo, el ejército leal al ex presidente Al Abdallah Saleh, que
controla la capital, Sanaa, y el norte con ayuda del muy fundamentalista
régimen de Irán, al gobierno de Abdrabbo Mansour Hadi, elegido en 2012 tras la
“revolución árabe yemení”, apoyado por el no menos integrista gobierno de Arabia
Saudí, cuya política cuenta con la aprobación implícita de los gobiernos
occidentales, especialmente los de Washington, París y Londres.
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