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Refugiados prisioneros en la isla de Manus |
“Australia trasladó por la
fuerza a cientos de refugiados a la isla de Manus, en Papuasia-Nueva Guinea,
Oceanía; llevan 4 años viviendo en condiciones terribles”. Con esta frase
comienza el informe que Amnistía Internacional (AI) ha hecho público el 8 de
noviembre de 2017 denunciando que, pese a haberse retirado el 31 de octubre
todos los servicios del centro de detención para refugiados de la base naval de
Lombrum, alrededor de 600 refugiados, todos hombres, permanecen en él sin servicios de agua,
alimentos ni asistencia médica.
El tribunal supremo de Papuasia-Nueva Guinea ha
rechazado el último intento de los refugiados para recuperar esos servicios
esenciales, y que se protejan sus derechos. “La sentencia –dice AI- es un
abyecto ataque contra el derecho a la vida
En cuanto a Australia, se dedica además a obstaculizar
la reinstalación de esos refugiados en otros países. Nueva Zelanda, por
ejemplo, se ha ofrecido en varias ocasiones para acoger a los refugiados de la
isla de Manus, sin que se lo hayan permitido.
« Si las autoridades no adoptan medidas
inmediatamente, la situación puede<deteriorarse de manera catastrófica. Está
gravemente amenazada la vida de ess persoas que solo piden respeto a su
dignidad y seguridad ».
Una situación
que dura cuatro años
En 2013, cuando un investigador de AI acudió por
primera vez a centro de detención de la isl de Manus, varios refugidos le
habaron de « guerra psicológica » destinada a destrozarles
mentalmente. Catro años después, esas mismas prácticas crueles se siguen
utlizand para empujar a los refgiados a marcharse.
Cuando ahora, los investigadores de AI acudieron al país
entre el 27 de octubre y el 7 de noviembre de 2017, han constatado que la
situación en que se encuentran los refugiados en la isla de Manus es lo más
parecido a un trato inhumano, cruel y que pisotea la Convención de Naciones
Unidas contra la tortura.
“Lo que hemos visto en esa semana es una situación
desesperada, algo cercano a un catástrofe. Es abominable, cruel y vergonzoso
que las autoridades de Australia y Papuasia-Nueva Guinea hayan creado esta
crisis y colocado a los refugiados en situación desesperada. Mientras estábamos
allí hubo tres urgencias médicas; en uno de los casos un refugiado sufrió un
ataque de epilepsia, sus compañeros pidiendo yuda a os agentes de seguridad
pero no recibieron ninguna respuesta. Otro hombre se automutiló y tan solo le ayudaron
sus amigos. En la noche del 4 de noviembre, un refugiado que tiene una
patología cardiaca perdió el conocimiento. Otros refugiados llamaron a un
número de urgencias, pero no obtuvieron respuesta. La policía local se negó a
prestar ayuda. Pasadas cuatro horas, el enfermo fue trasladado al hospital de
Lorengau, donde no había ningún cardiólogo disponible”.
AI teme que la situación pueda degradarse aun más
porque son muvchos los refugiados con problemas crónicos de salud mental,
motivados por loprlongado de la detención y la incertidumbre acerca de su
futuro.
El pasado 2 de octubre murió trágicamente uno de los
detenidos en el centro de la isla de Manus; era el sexto fallecimiento en
cuatro años. Para Kate Schuetze, investigadora sobre Oceanía en AI, “las manos
del ministro de Inmigración australiano, Peter Dutton, están manchadas de
sangre”.
El viernes, 10 de noviembre, la ONU calificó de
excesivo el sufrtimiento de los solicitntes de asilo que permanecen en el
centro de detención de Manus, en Papúa-Nueva Guinea, gestionado por Australia,
y ha pedido a ambos países que gestionen de forma pacífica la crisis
humanitaria que se ha creado.
Pese a la inhumana situación en que viven, sin comida, agua potable ni luz, los cientos de
solicitantes de asilo, a los que el gobierno local dio el día 9 cuarenta y ocho
horas para abandonar el centro, optaron
por quedarse allí por temor a represalias por parte de los isleños, o a ser deportados.
El centro de refugiados de Manus, y otro similar en Nauru, una
república insular en el Pacífico, se
abrieron después de que Australia reactivara en 2012 su controvertido mecanismo
de trámite de solicitudes de asilo en terceros países. La mayoría de los
refugiados en ellos han huido de la miseria y la guerra de países como Siria,
Afganistán, Paquistán y Somalia, entre otros.
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