Estábamos en 2003. En plena
paranoia, los mandatarios de Estados Unidos e Inglaterra querían intervenir en
Irak a cualquier precio (recuerdo a los lectores que José María Aznar también
quiso protagonizar aquella invasión y
para ello se fotografió con Bush y Blair en el momento de asegurar la existencia de armas de
destrucción masiva en el Irak de Sadam Hussein, una de las mayores “fake news”
de este siglo). Katharine Gun, empleada en el servicio de inteligencia
británico, recibió un correo confidencial de la NSA (Agencia Nacional de
Seguridad estadounidense), en la que instaban a Gran Bretaña a conseguir
información comprometida de cinco miembros del Consejo de Seguridad de la ONU,
para chantajearles y obligarles a votar a favor de la intervención en Irak. La
chica tomó la arriesgada decisión de filtrar el correo a la prensa para impedir
la guerra. Acusada de infringir la ley de Secretos Oficiales, puso en peligro
su libertad, su matrimonio e incluso su vida.
Protagonizada
por Keira Knightley ( “Begin
Again”, “La duquesa”), Matt
Smith (Terminator Génesis), Matthew Goode (Un hombre soltero, Retorno a Brideshead), Rhys Ifans (Snowden,
Serena) y Ralph
Fiennes ( El gran hotel Budapest, Harry Potter y las Reliquias de la Muerte), la
película “Secretos de estado” (Official Secrets),
dirigida por Gavin Hood (“Espías desde el cielo”, “El juego de Ender”, “Eye in
the sky”), está basada en hechos reales y narra la historia de Katharine Gun, una
traductora de chino mandarín del Cuartel General de Comunicaciones del Gobierno
Británico (GCHQ, y el escándalo en el
que se vio envuelta por filtrar los trapos sucios del mandato de Tony Blair
para forzar la intervención en Irak.
El juicio de Katharine Gun
tuvo lugar en 2004 y salió absuelta “por falta de pruebas”. La realidad es que
las autoridades británicas decidieron enseguida abandonar los cargos contra
ella, para evitar que se conocieran los sucios manejos que habían llevado a
aquella guerra ilegal e injusta, de la que aún no se ha recuperado el pueblo
iraquí.
Casada con un kurdo de
Turquía para evitarle la deportación, Katharine Gun no militaba en ningún
partido ni asociación, ni se había manifestado nunca como defensora de la paz
mundial; sin embargo, a causa de un correo que le indignó se convirtió en la
heroína de un suceso de repercusión internacional, un papel que la actriz Keira
Knightley interpreta “con la seguridad y la elegancia habituales” (comentarista
británico dixit).
El valor
de Katharine Gun es el centro de esta historia que enseguida se convierte en
algo parecido a “Todos los hombres del presidente”, cuando en un parking
subterráneo entrega un pendrive con
el correo de marras a un periodista del semanario The Observer. Después, de su defensa se ocuparía un gabinete de
abogados especialistas en violaciones de derechos humanos.
Katharine
Gun no logró cambiar el curso de la historia pero tampoco lo pretendía.
Adoptando una decisión valiente e ingenua pensó que podría frenar los
acontecimientos; pero la “coalición” declaró una guerra vergonzante. Desde 2011
vive en en Turquía, con su marido y su hija. En el estreno de la película en
Londres confesó ante la prensa que, le
había costado aceptar lo que pasó: “Cada
vez que intentaba contarlo aumentaba mi nivel de stress”, y lamentó que « a
pesar de todo, George Bush y Tony Blair hayan conseguido restaurar su imagen.
Quizá la película pueda contrbuir a corregirlo ». Para el realizador,
Gavin Hood, « no debería haber rehabilitación posible para dos líderes que
han tenido que admitir que toda aquella historia de las armas de destrucción
masiva era pura invención, una manipulación y una mentira”.
“Secretos de Estado” pasa a
engrosar la lista de excelentes producciones que han venido a despertarnos la
memoria contando, de distintas maneras, esas fuerzas oscuras que mueven “la
razón de Estado”, algo que con tanta frecuencia no es más que una sinrazón muy
difícil de explicar.
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