En "Eight days a week - The
Touring Years” (“Ocho días a la semana-Los años de giras”), el realizador Ron
Howard (ganador de dos Oscar en 2001, mejor película y mejor director, por “Una
mente maravillosa”) nos cuenta la trayectoria de los Beatles, que empezaron
llamándose The Scruffs, desde los pequeños clubs de su Liverpool natal hasta
los grandes estadios europeos, estadounidenses y australianos, así como la
euforia inicial y el posterior agotamiento de cuatro chicos que apenas estaban
dejando atrás la adolescencia, desbordados por las manifestaciones de histeria
que provocaban en niñas y jovencitas (puaf, que antiguo suena) de todo el
mundo.
Desde el Cavern Club de Liverpool,
en 1962 –cuando un acomodado comerciante local, Brian Epstein, grabó en un solo
día su primer álbum, (“Please, Please Me”)- hasta el último concierto en
Estados Unidos, en el Candlestick Park de San Francisco; de “She loves you” a
“Revolution”y de “Love Me Do” a “Get Back”; desde los movimientos de flequillos
hasta las melenas al viento, desde la sobriedad de unos trajes grises con
chaqueta de cuello Mao hasta el colorido que estallaba en las primeras camisas,
chalecos y abrigos de piel “hippies”, que siempre podemos seguir disfrutando en
las dos películas (“Qué noche la de aquel día”, “Help”) protagonizadas por el
grupo en sus inicios y que han pasado a integrarse en la iconografía “pop”
(posteriormente intervendrían en “Magical Mystery Tour, “Yellow Submarine”,
“Let it Be” y “Sergent Peppers Lonely Hearts Club Band”, mi preferida) ,”Eight
days a week- The Touring Years” nos remonta a los primeros años de la carrera
de un grupo que por derecho forma parte de la historia de la música, y que
fueron años de incesantes giras mundiales: “Cientos de fechas, millares de fans
y muchas horas de concierto –escriben en Culturebox- convirtieron a los Beatles
en leyenda pero también les hicieron aprender a conocerse, a renovarse y a
escribir juntos tantas y tantas canciones míticas”.
El espléndido documental de Ron
Howard –especialmente recomendado para la quinta que en los años 1960 despegaba
de la adolescencia, pero imprescindible para los amantes de la música y el
cine- finaliza con las inolvidables imágenes de aquella última actuación (un
regalo de incalculable valor para los londinenses) en el tejado del edificio de
su productora, e incluye entrevistas con los dos integrantes del grupo todavía
vivos, Paul McCartney y Ringo Starr (el hijo único que encontró en el grupo a
la familia que añoraba), así como las aportaciones efectuadas por las viudas de
John Lennon y George Harrison, Yoko y Olivia, y grabaciones raras o inéditas de
conciertos, actuaciones y entrevistas.
Lennon –el más carismático de los
cuatro, sin duda-, dijo un día que en aquellos años los Beatles eran “más
populares que Jesús”; una frase que, sacada de contexto, reprodujo en portada
toda la prensa de la época y atizó contra el grupo las iras de los
ultraconservadores estadounidenses, que les recibieron con encendidas
manifestaciones de odio y pancartas en las que pedían que fueran expulsados del
país.
“Su impacto sobre la cultura
popular no es exagerado –ha dicho el director Ron Howard- Como tantísima otra
gente, yo conocía a los Beatles, pero no me daba cuenta de la intensidad de la
‘Beatlemanía’. Es sorprendente”. Howard cree haber encontrado una explicación
para aquel fenómeno, casi inexplicable: en los primeros sesenta del siglo XX,
la generación del “baby boom” salía a trompicones de la infancia y la sociedad
mundial –occidental, naturalmente; en Africa o en Asia andaban enredados en
otros asuntos, entre ellos la guerra de Vietnam- estaba invadida por una tribu
de adolescentes que, mayoritariamente del sexo femenino y a pesar de no existir
todavía ni las redes sociales, ni Internet, ni el wasap, hicieron del boca a
boca una religión, gritaban en las emisoras de radio y ante las cámaras de las
televisiones en blanco y negro haber decidido, sin matices, elevar al trono de
la música popular a los “cuatro Fabulosos" de Liverpool que, en apenas
media docena de años de actuaciones públicas, ocuparon los primeros puestos en
las listas de éxitos de todo el mundo (a veces, incluso, los cinco primeros
puestos durante varias semanas), se hicieron increíblemente ricos, se
convirtieron en caballeros (Sir) del imperio británico y en referencia inequívoca
de varias generaciones.
El documental, que voluntariamente
ignora la vida privada de los “4 Fab” y sus coqueteos con drogas de la época,
incluye también declaraciones de algunos fans del grupo que después han entrado
a formar parte de los elegidos por la fama (las actrices Whoopy Goldberg y
Sigourney Weaver, el músico Elvis Costello y el escritor John Savage, entre
otros), muestra la locura que se desataba en cada aparición del grupo y el
creciente malestar que los chicos experimentaban ante el fenómeno. “Cuando
cantaba ‘Help’, lo pensaba realmente”, confesó un día John Lennon. Al regreso
de una gira, George Harrison anunció que no podía más y se marchaba a India
para aprender a tocar el sitar, y de paso meditar un rato.
Cansados por las carreteras y
aviones, Los Beatles decidieron abandonar los conciertos en 1966 y dedicarse
solo a grabar en estudio. Tres años más tarde, subieron a la terraza del
edificio londinense de Savile Row nº 3 y efectuaron la última aparición pública
de los cuatro juntos: “Let It Be”, un momento inolvidable para sus millones de
seguidores.
Presentar en 2016 un documental
sobre uno de los mayores grupos musicales de la escena pop del siglo XX obliga
inevitablemente a preguntarse si todavía quedaba algo por decir. Y la respuesta
es afirmativa porque, aparte de otros logros como el protagonismo concedido a
las fans, adolescentes en éxtasis que hoy no pueden tener menos de 65 años, incluso
las imágenes en blanco y negro y el sonido, restaurado por el hijo de Georges
Martin, ingeniero de estudio como su padre, alcanza una perfección insólita. Antes
de ahora se han rodado otros documentales, editado discos, vendido infinitos
productos de marketing y se han escrito libros y hasta tesis doctorales, a
partir del momento en que el grupo se separó definitivamente, en 1970… la
historia de los cuatro de Liverpool no ha dejado de interesar durante más de
medio siglo. Mencionar seguidos los nombres de John, Paul, George y Ringo es más
que suficiente para identificar a uno de los mejores grupos musicales,
procedente de la Inglaterra más industrial.
Con el tiempo, la declaración de
Lennon ha demostrado ser profética: los Beatles han llegado a ser “al menos tan
populares como Jesús”, conocidos, reconocidos y apreciados hoy por abuelos y
nietos. Pero acercarnos a los protagonistas en aquellos años precisos es
encontrarnos con unos chavales divertidos, burlones en sus declaraciones, que
daban “cortes” no exentos de complicidad a los locutores de las emisoras
radiofónicas –oficiales, privadas e incluso ilegales- que tanto contribuyeron a
su puesta en órbita. “Cualquier comentario que hacían era divertido y cada
acorde de sus guitarras hacía que todo el cuerpo se pusiera en movimiento. Es
algo que no se puede ver hoy sin caer preso de la Beatlemanía”, escribe Gersh
Kuntzman en el New York Daily. “Y, en ese contexto, resulta agridulce recordar
hasta qué punto el triunfo y la celebridad terminaron por arruinar aquellos
días” casi mágicos. “ Viendo el documental-homenaje de Ron Howard, que se
concentra en el período de giras notoriamente frenéticas del grupo, uno se
siente parte de la historia del pop, como silbando a toda velocidad» (Robbie
Collin, Daily Telegraph).
«Eight days a week - The Touring
Years», el documental de Ron Howard dedicado “a la memoria de George Martin” -“el
quinto Beatle” Sir George Martin, productor, compositor y arreglista fallecido
en marzo de este año-, se estrena en todo el mundo el 15 de septiembre de 2016
y permanecerá en las pantallas grandes tan solo una semana, por imperativo de
Apple Corps, la sociedad que gestiona los derechos de autor del grupo
legendario. Junto a la película se proyectará una grabación inédita, digitalizada
con la técnica más puntera, de media hora del concierto que, en 1965,
ofrecieron en el Shea Stadium de Nueva York, ante 56.000 personas (lo nunca
visto). Después, el documental se exhibirá en las televisiones y se venderá en
DVD y Bluetooth.
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