En “Luces de París” (La Ritournelle, ritornello,
estribillo, un título mucho más apropiado), Brigitte et Xavier son una pareja
de ganaderos en Normandía. Llevan treinta años juntos. Ella es una soñadora, él
tiene los pies en la tierra y solo vive para sus vacas. Crecidos y emancipados
los hijos, la rutina empieza a hacer estragos en la pareja, especialmente en
Brigitte. Una fiesta en la vecindad le lleva a conocer al joven Stan. Y un buen
día decide hacer una escapada a París y encontrarse con él. Dos días de
libertad en la capital, durante los cuales se encontrará con el chico de la
fiesta y se hará amiga de un encantador y maduro danés, atacado de soledad.
Mientras tanto, solo en la hacienda, Xavier se da cuenta de que su pareja está
amenazada de verdad…
Entre crónica social y retrato de una Madame Bovary moderna
y agricultora, “Luces de París” es una comedia agridulce y simple, que
entretiene y se salva gracias al talento interpretativo de sus dos
protagonistas, Isabelle Huppert y Jean-Pierre Darrousin, en dos personajes
impecables.
Comedia doméstica sin complicaciones, con su poquito de
kitsch en el inicial concurso de belleza bovina, especie de “crucero
existencial” sobre los problemas de la pareja, el amor, el adulterio y la
reconquista, porque tiene un final moderadamente feliz, que se materializa en
unas vacaciones chapoteando en el Mar Muerto. Como un estribillo (ritournelle),
y como ocurre tan a menudo en la vida de casi todas las parejas, el amor y el
desamor van y vienen, a veces cruzándose y resolviendo situaciones no deseadas,
a veces en paralelo como esas líneas que caminan hacia el infinito y nunca se
volverán a tocar.
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