La película más taquillera del año 2012 en México -Colosio, el asesinato-, dirigida por Carlos Bolado (Promesas, Solo Dios sabe), llega a las pantallas españolas, con un año de retraso, el viernes 26 de julio de 2013. Protagonizada por José María Yazpik y Daniel Giménez Cacho, actor mexicano nacido en Madrid hace 52 años considerado Mejor Actor de territorio latino en el último Festival de Málaga.
Película que, en su estreno, despertó vivas polémicas en su país -“Hay mucha gente a quien molesta que se cuente la verdad”, dice su realizador-, narra los acontecimientos de marzo de 1994 cuando sufrió un atentado que acabó con su vida, durante un mitin en Tijuana, el candidato a la presidencial por el Partido Revolucionario Institucional (PRI) Luis Donaldo Colosio (*). El asesinato de Colosio fue un hecho que sacudió al país y ha marcado a varias generaciones de mexicanos. A pesar de que la investigación de la Fiscalía Especial señaló a un solo culpable, Mario Aburto Martínez, la opinión pública nunca ha creído que actuara en solitario, y se sigue hablando de conspiración. Tampoco estuvieron nunca claros los móviles que llevaron a Aburto a cometer el asesinato.
A partir de estos hechos reales, una investigación ficticia, paralela a la oficila y secreta, buscará en la película a los verdaderos responsables del asesinato. El film se centra en 1994, en un México turbulento desde su inicio, con una rebelión indígena que cimbra al país. Andrés Vázquez, experto en Inteligencia, será quien tratará de indagar el trasfondo de todo el asunto mientras, a medida que avanza en la investigación, su vida, y la de muchos otros, estarán en peligro. Pero otro agenta, "El Seco", ha recibido la orden de eliminar a todos los testigos y hacer desaparecer las evidencias del asesinato.
La corrupción es un mal endémico en México, una plaga que asola el país desde hace al menos un siglo. La hegemonía de un partido que lleva dirigiendo el país desde tiempo inmemorial y que controla a las personas y también a los medios de comunicación, corrupción y la colusión entre los distintos poderes están en el trasfondo de este relato, mucho menos ficticio de lo que parece.
Cuando esta película se estrenó en México, algunos medios locales aplaudieron la desaparición de la censura cinematográfica –tanto política como comercial- que hasta entonces había sido la norma, al tiempo que aplaudían la honradez y profesionalidad del director, quien se ha apoyado en “una investigación muy seria y ha cuidado no apartarse de la información contenida en el expediente Colosio, de más de dos mil páginas”. Con esos mimbres ha construido un thriller político que en algunos momentos cae en el melodrama –género especialmente apreciado por aquellos lares- aunque “sin abandonar en ningún momento la denuncia” del crimen político más grave de la historia reciente mexicana.
(*) Cuando, en la tarde del 23 de marzo de 1994, en la Colonial Lomas Taurinas, en Tijuana (Baja California), al finalizar un acto de campaña Luis Donaldo Colosio fue víctima del último magnicidio de la historia reciente de México, tenía 44 años y era el candidato presidencial del PRI. El homicida, Mario Aburto, de 24 años, le disparó con un revólver en la cabeza y el abdomen mientras caminaba entre los asistentes al mitin.
Exdiputado y exsenador, exsecretario general del PRI y exsecretario de Estado en el gobierno de salinas, llevaba algo más de dos meses de campaña. Pugnas políticas, el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en Chiapas, las continuadas escaramuzas del narcotráfico con el ejército, así como la idea generalizada de un complot, arrojaron un cúmulo de confusión y dudas a la investigación oficial, que se prolongó durante más de seis años. La Procuraduría General de la República (equivalente al Ministerio de Justicia) fue descartando sucesivamente las hipótesis que vinculaban al asesino con el EZLN, los grupos de oposición al gobierno, la masonería, el menudeo del narcotráfico, las pandillas de delincuentes y algunas sectas religiosas. La conclusión fue que el asesino, obrero natural de Michoacán, carecía de afiliación política, o de otro tipo, alguna. Era un tipo aislado, crecido en una familia “disfuncional”, con escasa autoestima, inseguro y facilidad para mentir. Se consideró que fue el único autor material del asesinato, aunque resultó imposible determinar si lo hizo influenciado, directa o indirectamente, por alguna otra persona o grupo. En diciembre de 1994 fue condenado a 45 años de cárcel que cumple en el penal federal de máxima seguridad de Occidente, en el estado de Jalisco.
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