“Un blues para Teherán”, documental con el que debuta en la dirección de largometrajes Javier Tolentino –periodista radiofónico que durante más de veinte años ha dirigido en Radio 3 el multipremiado programa de cine de autor “El séptimo vicio”- es la conversión en imágenes y sonidos de su personal poema de amor dedicado a las gentes de Irán, un país con ochenta millones de habitantes del que por aquí ignoramos casi todo, salvo las recurrentes actuaciones represivas de un régimen teocrático que dirigen religiosos chiítas. (*).
“Un Blues para Teherán” no es
un documental político sino “un viaje que derribará estereotipos construidos sobre
la sociedad iraní” (Tolentino), un recorrido por paisajes –inmensos,
espectaculares- acompañando a un puñado de artistas, poetas, pintores y
músicos, sobre todo músicos iraníes, que se debaten entre tradición persa y
modernidad iraní. Quizá es que, como dice la madre de uno de los músicos, “han
nacido en el país y en el tiempo equivocados”.
“Pusimos anuncios en
conservatorios y escuelas de música de las zonas del Caspio y del Rasht –ha
explicado el director en una entrevista para RTVE- para ver cómo una de las culturas con más
dedicación a la música estaba soportando la vigencia del tiempo. Para ver
cómo nos llegaba la gran música antigua de Persia en voces, instrumentos e
incluso como cala en la mentalidad de la gente joven... Acudieron muchísimos
músicos. En Irán das una patada y aparecen muchísimos, porque la tradición
musical persa es enorme”.
Erfan, un joven kurdo que canta
y escribe poesía, vive con sus padres y un loro y no quiere saber nada del amor,
empezó el proyecto del documental como ayudante de dirección y al final es el
auténtico protagonista de este recorrido por las tierras y los hombres que hoy
pueblan el país de las mil y una noches; Bahman cuenta el origen de la música,
Golmehr es una preciosa joven que canta lo que le dicta su corazón a pesar de
que las mujeres tienen prohibido cantar en público, Asghar es un pescador del
Caspio que adora a sus cuatro hijas y querría que su hijo hubiera sido también mujer,
Army y Yasi sueñan con ser actrices…Y también ese amigo de Erfan que quería
hacer una película pero ha desistido por falta de financiación, y los que
lamentan no poder viajar al extranjero. Todos ellos, y algunos más que cantan
en una choza en mitad de un sembrado, o que asisten a los conciertos en
locales reducidos y a las tertulias
amistosas en domicilios alfombrados, han ayudado al realizador en su empeño por
dejar testimonio de su “amor por la cultura, las gentes y las tierras de esa
Persia milenaria que sobrevive atravesada por sus contradicciones religiosas,
políticas y sociales” (Julio Feo, https://periodistas-es.com/different-13-el-instituto-cervantes-de-paris-recupera-el-testigo-152251).
En “Un blues para Teherán”
están las gentes corrientes que “no aparecen en los telediarios ni conforman
los parlamentos y que pese a pertenecer a una cultura diferente comparte
nuestros sueños y objetivos” (de la promoción del “Verkami”, crowdfunding que
está en el origen de la película y que se manifiesta en las interminables
columnas de “mecenas” que figuran en los créditos finales).
Antes de llegar a las salas de
cine el próximo viernes, 2 de julio de 2021, “Un blues para Teherán” ya ha
hecho un recorrido por los festivales de Moscú, Las Palmas, Gijón y Málaga, y
ha participado en “Different”, la semana de cine español en París que ha
cumplido ya trece ediciones.
Javier Tolentino quiere que su
documental sea también “un homenaje tanto al cine iraní que he mamado, como a
un pueblo al que amo profundamente. Yo no quería ser un occidental que va allí
a juzgar a un pueblo, sino que quería tener una relación cariñosa con su cultura”.
(*) Lo que sí conocemos de Irán es
un cine espléndido –Kiarostami (·El sabor de las cerezas”, Palma de Oro en
Cannes 1997, fallecido en el exilio, en París en 2016; Jafar Panahi (“El
círculo”, León de Oro en Venecia 2000, “Fuera de juego”, Oso de Plata en Berlín
2006, Premio Sajarov del Parlamento Europeo a la libertad de expresión),
prohibido en su país, sigue realizando en secreto películas que salen
clandestinamente de Irán y llegan a los festivales; Asghar Farhadi (“ Yodaí-e
Nader az Simín”, Oscar a la
Mejor película de habla no inglesa, Globo de Oro, Oso de Plata en Berlín, César
a la mejor película no francesa 2011,
“The Salesman”, Oscar a la mejor película de habla no inglesa 2017);
Parviz Kimiavi (“El jardín de piedras” , Oso de Plata en Berlín
1976); Dariush
Mehrjui (“Sara”, Concha de Oro en San Sebastián 1993)…-,y un considerable etcétera,
todos ellos también actores, productores, guionistas, montadores, algunos músicos, en un país que prohíbe la
libertad de expresión, de información y de culto, que tiene vigente la pena de
muerte y persigue y encarcela a sus
artistas.
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