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Emmanuel Macron, el niño bonito e Hollande |
“Ha sido difícil –le dice el jefe del
gobierno francés, Manuel Valls a su presidente, François Hollande, en un chiste
aparecido en la prensa al día siguiente de la “remodelación” ministerial- pero he conseguido conservar algún
socialista en el gobierno”.
Una
remodelación –que ha coincidido con la fecha de la incorporación del gobierno a
sus poltronas, de regreso de unas vacaciones muy agitadas a causa de las muchas
conmemoraciones de la primera y la segunda guerras mundiales, que han
coincidido en agosto de 2014- obligada tras el cese fulminante de dos ministros
pertenecientes a la “contestación” socialista, Arnaud Montebourg y Benoît
Hamon, economía y Educación Pública respectivamente, y la dimisión solidaria de
la ministra de Cultura, Aurelie Filipetti (ya dije, en su día, que esta chica
tenía maneras).
Dos
ministros, Montebourg y Hamon, que en ausencia de Hollande (de paseo por las
provincias “de ultramar” y de celebraciones guerreras en Normandía) y de Valls
(también presidiendo algún festejo), el domingo 24 de agosto fueron los
personajes “famosos” de la tradicional Fiesta de la Rosa con que la familia
socialista acostumbra despedirse del verano, evento que aprovecharon para
criticar una vez más –en voz alta, con micrófonos y una copa en la mano de la
cosecha bautizada “Redressement” (recuperación), en homenaje al programa
económico de Hollande- justamente las medidas económicas de un gobierno que
cada vez tienen menos contenidos socialistas.
¿Un
ministro criticando las actuaciones y los resultados de su ministerio? Si,
Arnaud Montebourg, quien ya había chocado con el presidente Hollande y sus dos
jefes de gobierno sucesivos –Jean-Marc Ayrault y Manuel Valls-, desde los dos
ministerios que ha ocupado, Recuperación y Economía, en las sucesivas crisis
industriales que se han sucedido desde la victoria socialista de 2012, con sus
propuestas de nacionalizaciones.
La
reacción del Presidente y su primer ministro, de origen español y sobrino-nieto
del autor de la letra del himno del Barça, llegó con las primeras luces del
lunes: cese fulminante de los dos “izquierdosos”, aceptación de la dimisión de
Filipetti y configuración de un nuevo gobierno, en el que se ha negado a entrar
Europe Ecologie-Les Verts (EELV), así como un antiguo comunista que había
apoyado a Hollande en las presidenciales (los del Front de Gauche ya dijeron
adiós a la colaboración con la socialdemocracia hace meses; su líder, Jean-Luc
Mélenchon, ha abandonado recientemente la presidencia del Parti de Gauche (PG)
para intentar conseguir una concentración de fuerzas que abogue por un cambio
constitucional y una Sexta República).
La
estrella del nuevo gobierno Valls –“segundo y último” titula más de un
periódico al día siguiente- es Emmanuel Macron, 36 años, neoliberal, millonario
a partir de haber dirigido una OPA de Nestlé a una filial de Pfizer, estudiante
de matrículas en la elitista ENA (Escuela Nacional de Administración, de donde
proceden también Hollande y Ségolene Royal, y un número considerable de
ministros y cargos públicos a lo largo de la toda la Quinta República),
doctorado en Filosofía con una tesis sobre “El interés general según las
teorías de Hegel”, melómano amante de la ópera, ex inspector de finanzas,
forjado en la banca de finanzas (en concreto, como ejecutivo en la banca
Rothschild, de la que ha llegado a ser socio) y consejero de Hollande desde su
llegada al Eliseo (cargo que abandonó preventivamente cuando Valls no le tuvo
en cuenta al formar el primer gobierno), casado con su profesora de francés del
liceo, veinte años mayor (http://www.slate.fr/story/91441/sept-choses-emmanuel-macron).
En 2010, Emmanuel Macron decía de sí mismo no tener “ni vocación ni ganas de
comprometerse en la industria o en una estructura particular” y preferir
“orientarse hacia las finanzas” que le ”parecía un sector más libre y
emprendedor que los otros” (Le Point, 27 de agosto 2014).
De
entrada, los socialistas critican a Macron – “el hemisferio derecho de François
Hollande” (Le Nouvel Observateur), “el niño bonito de los patronos” (www.challenges.fr),
haber “llegado de fuera”, no haberse presentado nunca a unas elecciones y, por
tanto, no haber sido “elegido”. Luego, con más calma, recuerdan su alineación
con las tesis ultraliberales de Angela Merkel. Y los más críticos dicen que no
ha sido una crisis de gobierno, sino una crisis de régimen, y auguran un futuro
incierto a este gobierno que se encuentra en la mitad del mandato. Para los
comentaristas de la prensa de derechas es un nombramiento “chocante” pero “¿por
qué no? ¿es que para acceder al gobierno socialista hay que ser bombero o
repartidor de butano?”, decían, sin mucho entusiasmo tampoco, en una tertulia.
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