A causa de una promoción de la cadena de venta de sushi Akindo Sshiro, decenas de habitantes de la ciudad de Taipei, en Taiwan, han decidido cambiar de nombre y pasar a llamarse « guiyu » (鮭魚), que en chino significa salmón.
El diario británico The Guardian retoma una información
publicada en el Taipei Times, donde se explica
que la promoción promete una comida gratis a todos los ciudadanos que se
llamen Salmón, así como a quienes compartan la mesa con él.
Machismo manda: las
ciudadanas de Taipei, que también pueden
llamarse Salmón si les gusta, pueden disfrutar de una comida a mitad de precio;
y en el caso de los nombres que tengan al menos un carácter en común con
“guiyu” se les hará una reducción del 10% de la factura.
Todo ocurre porque, por 2,37 euros en gastos de sellos y otras
burocracias, en Taiwan –pequeño estado
insular llamado también República de China, nombre con que figura en la ONU- se
puede cambiar hasta tres veces de tarjeta de identidad y certificado de
registro. Entre las genialidades registradas en las últimas semanas figura “Kuo
bol de arroz al salmón” (郭鮭魚丼飯), elegido por un
estudiante llamado Kuo que piensa volver a la forma original una vez que se
ponga ciego en el restaurante de sushi, y también “Principe del salmón”,
“Salmón y arroz salteado, e incluso “Salmón explosivo”. La información asegura que el record de
momento lo tiene un nombre con 36 caracteres.
Al viceministro del interior de Taiwan, de nombre Chen Tsung-yen, no le ha
hecho ni pica de gracia el anuncio: “Estos cambios de nombre no solamente son
una pérdida de tiempo, también generan formalidades administrativas inútiles”.
No es la primera vez que una publicidad provoca “daños colaterales
imprevistos”. En 2018, en Francia, la cadena de supermercados Intermarché puso
a la venta botes de Nutella rebajados un 70%. La policía tuvo que intervenir en
el tumulto que se organizó en la puerta de los establecimientos.
En 2020, un pueblo
italiano que ofrecía estancia gratuita- y que tiene capacidad para recibir 250
turistas- recibió más de 8.000
peticiones del mundo entero.
En Pakistán, donde los
turistas chinos pueden comer gratis en algunos restaurantes, decenas de
turistas surcoreanos se hacen pasar por chinos, según publica el diario local
Global Times.
Aunque la palma se la
lleva Pepsi Cola que en 1996 estuvo a punto de gtener que comprar un jet
McDOnell Douglas Harrier a un cliente. Aquel año, una gran campaña publicitaria
de la bebida incluía puntos en las compras, con los que podrían ganarse
regalos: por 75 puntos, una camiseta; por 175 unas gafas de sol, por 1450 una
chupa de cuero…pero al final del spot se veía a un joven que aparcaba un jet en
la puerta de su escuela y se escuchaba una voz que decía “Un caza Harrier por setecientos
mil puntos”. En el catálogo de los
regalos, en letra pequeña, se aseguraba que en lugar de coleccionar los puntos
se podían comprar pagando 10 céntimos en lugar de cada punto, lo que suponía
pagar 700.000 dólares para llevarse el avión (cuyo precio de mercado era de
33,8 millones de dólares de la época).
Un estudiante llamado
John Leonard envió a Pepsi un cheque por valor de 700.000 dólares –se ignora de
donde los sacó- y se quedó esperando su jet, que no llegó nunca. En su lugar,
recibió una carta del fabricante de la bebida con algunos bonos para canjear
por botellas y explicando que “el jet no formaba parte del catálogo de regalos”
y que lo habían incluido para hacer “un anuncio humorístico y divertido”.
John Leonard contrató
un abogado, a quien el director de marketing de Pepsi le dijo que “ninguna
persona razonable puede pensar que se trata de una oferta en serio”, por lo que
pasaron a la denuncia y, después de años, un juez falló a favor de Pepsi
afirmando:
1-que un spot
publicitario no es una oferta contractual, y
2-que el tono del
anuncio era claramente humorístico.
Por su parte, Pepsi
corrigió el anuncio, elevando la cantidad a 700 millones de puntos.
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