En “Queso de cabra y té con sal” (Veins of the world, Las raíces del mundo) la realizadora Byambasuren Davaa ("La historia del camello que llora", "El perro mongol", “Los dos caballos de Gengis Khan”), nacida en Mongolia y residente en Alemania, ha creado una excelente fábula sobre los estragos de la mundialización con la infancia como protagonista.
El pequeño
Amra, perteneciente a una de las últimas tribus nómadas de Mongolia (1), tiene
12 años y vive con su familia recorriendo
las inmensas estepas del país de
Asia Central para alimentar a su rebaño
de cabras y vendiendo el queso que fabrican con su leche. El modo de vida de
las familias nómadas está amenazado por las compañías mineras que buscan por
todos los medios expulsarlas para buscar el oro que se esconde en esas tierras.
Erdene, el padre de Amra, mecánico, es uno
de los más firmes opositores a esos proyectos y trata de convencer a sus
vecinos para que no acepten las indemnizaciones que les ofrecen por marcharse.
Amra asiste a la escuela y sueña con participar en un concurso de canto que
organiza la televisión del país; si lo gana, irá a la capital, Ulán Bator, y se
hará famoso. Cuando el padre de Amra muere en un accidente, Amra quiere
rendirle homenaje dedicándole la canción que escuchaba de pequeño, una melodía
que habla del pueblo y de la tierra
.« Queso
de cabra y té con sal » (2) no es una película de niños ni un tratado de
iniciación. Es un hermoso cuento poético para adultos que, a base de imágenes
de una belleza deslumbrante, explica
cómo la modernidad ha llegado también a los inmensos espacios donde los últimos
nómadas siguen viviendo en sus yurtas,
esas enormes tiendas construidas con palos y pieles, en unas tierras que cada
vez son más difíciles de defender. La presión de las compañías mineras es muy
fuerte y la necesidad de dinero acuciante hasta el punto de que, poco a poco,
las familias van abandonando, a cambio de un puñado de denarios, una resistencia
que es a la vez política y cultural, y que intenta conciliar tradición y
progreso. Es una película sensible en la que la naturaleza es la protagonista
principal: las cabras, los caballos, las flores, las hierbas, los anticuados modelos
de automóviles rehechos una y mil veces y los hombres conforman un universo coherente
“desfigurado por las máquinas que manejan capitalistas sin escrúpulos”
El pequeño Amra, « con una voz magnífica, se convierte en una especie
de icono de un proyecto que hace posible la atracción de la ciudad y el
progreso con la conservación de las creencias ancestrales y las
tradiciones » (avoir-alire.com)..
(1)
- En Mongolia hay recursos minerales
sin explotar por valor de 1 a 3 billones de dólares estadounidenses.
- El 3,7% de los mongoles trabajan en la minería, que se practica en las 21
provincias, incluida la región de la capital.
- El 4,8% de todo el país (es decir, 74.579 kilómetros cuadrados, una
superficie mayor que la del Estado Libre de Baviera) está en manos de las
empresas mineras. (Estas cifras sólo incluyen las minas legales).
- El 30% del PIB de Mongolia procede del sector minero. Y la tendencia va en
aumento. La dependencia de Mongolia de las grandes minas, en gran parte en
manos extranjeras y cofinanciadas por el Banco Europeo de Desarrollo Regional,
es inmensa.
- Numerosos políticos mongoles y jefes de empresas mineras también aparecieron
en los Papeles de Panamá que se publicaron en 2016.
(2) “Queso de cabra y té con sal” llega
a los cines madrileños el viernes 14 de octubre de 2022.
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