La
ocupación, en el verano de 2013, de la Plaza Taksim de Estambul para protestar
contra el proyecto de destrucción del parque Gezi, uno de los últimos espacios
verdes del centro de la ciudad, se podía seguir en directo, pero no en la
televisión turca: Twitter, Instagram, Soundcloud, Vine y Storify tomaron el
relevo de los medios de comunicación censurados hasta la caricatura. El 2 de
junio, mientras en la CNN Internacional se podían seguir las manifestaciones en
directo, CNN Turquía daba paso a un documental sobre pingüinos. En las horas
siguientes, las imágenes de los pingüinos se volvieron virales y generaron
miles de comentarios, chistes, caricaturas…
Fue
entonces cuando el mundo descubrió la existencia del digital 140jurons (http://140journos.com/), creación de un
colectivo de ciudadanos –al día de hoy 10 redactores y más de 200
colaboradores, ningún periodista entre ellos- que había decidido utilizar las
redes sociales para pasar la información que no llegaba por los medios
convencionales. “La revolución será tuiteada” se convirtió en uno de los
slogans más coreados en la Plaza Taksim, “un eco, 40 años más tarde, de la
célebre canción “Revolution will not be televised” del poeta y músico
afroamericano Gil Scott-Heron (1949-2011)”, escribe Guillaume Fontaine en el
digital francés Rue 89.
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Captura de pantalla de 140journos |
Con
un pingüino en su emblema, la cuenta Twitter de 140journos defiende el
periodismo libre en un país donde las autoridades maltratan continuamente a la prensa
y los periodistas y hoy es una fuente imprescindible para una información
fiable. Twitter es su principal herramienta, con 54.000 seguidores, pero
utilizan también Soundcloud para emitir entrevistas cortas de audio. Gracias a
una red de colaboradores, extendida por todo el país, cubren prácticamente
todas las protestas, manifestaciones y noticias sociales ausentes en los medios
tradicionales.
En
el origen de esta iniciativa se encuentra el suceso conocido como “la masacre
de Roboski “cuando, el 28 de diciembre de 2011, aviones del ejército
bombardearon a un supuesto grupo de contrabandistas en el pueblo de Roboski, en
la región de Sirnak, frontera con Irak, dejando un saldo de 34 muertos, 19 de
los cuales eran menores. Al día siguiente, silencio en la radio y la
televisión, ni una línea en toda la prensa. Tan solo un periodista, Serdâr
Akinan del diario Aksam, cubrió la noticia aunque no pudo publicarla en su
periódico. Lo contó en Instagram y Twitter y poco después le despidieron.
Estos
hechos supusieron un auténtico shock para Engin Onder y un grupo de amigos,
todos estudiantes de apenas 20 años de la Bahçeşehir Univesity de Estambul:
“Creamos entonces la cuenta @140journos, empezamos a seguir los procesos, las
manifestaciones y a publicar en las redes fotos, audios y vídeos…” El primer
éxito fue el relato, en directo desde la audiencia, de un juicio al que la
prensa tenía prohibido el acceso. Fue en 2011, en el tribunal de Diyarbakır,
donde se juzgaba a un estudiante por pertenencia a organización terrorista. Uno
de los oficiales de policía que asistían a la vista fue quien descubrió que la
sesión se estaba retransmitiendo en directo mediante pequeños mensajes de 140
palabras. Aunque se chivó al juez, no fue capaz de encontrar a los autores.
Pese
a que ninguno de los miembros de 140journos es periodista, el grupo denuncia lo
que significa ser corresponsal en un país que en 2014 ha cedido a China el
privilegio de tener encarcelados más periodistas que ningún otro país en el
mundo, según el Comité de protección de los periodistas, la mayoría acusados de
“terrorismo”, cargo que el gobierno turco utiliza para silenciar las críticas.
(el 14 de diciembre de 2014, la policía del presidente Erdogan, quien desde su
llegada al poder controla más del 80% de los medios del país, detuvo a 400
opositores al régimen, entre ellos 150 periodistas, siguiendo la ya establecida
tradición turca de acusarles de conspirar contra el estado).
“No
somos profesionales. Simplemente creemos que la divulgación de hechos
verificados interesa a un amplio público. Sabemos cómo funcionan los medios
turcos; nuestro trabajo es pertinente porque ellos llevan veinte años sin
cumplir con el suyo. - explica Onder- Nosotros usamos distintos dispositivos
que suprimen la barrera entre las persona que ve los hechos y la que crea la
noticia. Estamos en todas partes donde hay algo que falta, donde los grandes
medios no quieren ir. Diariamente recibimos información de nuestros
corresponsales y buscamos en Facebook, Twitter e Instagram. Publicamos todas
las manifestaciones, sin excepción. No tenemos una oficina centralizada, todos
estamos siempre movilizados y nos reunimos una vez por semana paara evaluar y
planificar... Ni somos ni nunca vamos a pretender ser un proyecto periodístico.
Somos lo que podría definirse como un proyecto de comunicación
intercomunitaria: dedicamos nuestro tiempo a recibir información que procede de
ciudadanos independientes, verificarla metódicamente y distribuirla
gratuitamente al público”
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