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Protestas en Pakistán por los "crímenes de honor" |
Se
llamaba Farzana Parveen, tenía 25 años, estaba embarazada de su primer hijo y
murió el martes 27 de mayo de 2014 lapidada por unos cuantos varones de su
familia que estuvieron arrojándole ladrillos hasta que exhaló el último
aliento, en la entrada del tribunal de Lahore.
Da
escalofríos pensar que en pleno día, en una calle muy frecuentada, en la puerta
de un edificio oficial y en una ciudad que es una megalópolis de más de diez
millones de habitantes (segunda ciudad de Pakistán, capital de la provincia de
Punjab), una treintena de hombres hayan sido capaces de reunir la suficiente
cobardía como para asesinar a sangre fría, y a ladrillazos ante decenas de
testigos (que no han movido un dedo), a la joven que se había atrevido a desafiarles
casándose con el hombre del que estaba enamorada. A este homicidio repulsivo en
Pakistán lo llaman “crimen de honor”, un delito tipificado que la
justicia oficial tiene la costumbre de ignorar y dejar impune.
Farzana
iba camino del tribunal, acompañada de su marido Muhammad Iqbal, a declarar
contra la familia que llevaba varios meses amenazándoles y a favor de su
esposo, al que acusaban de haberla raptado: “Un grupo numeroso de personas,
entre las que se encontraban el padre de Farzana y algunos de sus hermanos y
primos, nos atacaron. El pasado 12 de mayo habíamos conseguir escapar de otro
ataque similar”. La policía ha detenido al padre, un parricida llamado Muhammad
Azeem, y está buscando a dos de los hermanos y a tres primos que huyeron después
de participar en el asesinato.
La
muerte cruel de Farzana Parveen no es más que una, entre las más de mil de
mujeres y adolescentes que tienen lugar cada año en Pakistán, por “deshonrar” a
sus familias; lo que en román paladino
significa que eligen con quien quieren casarse y se niegan a los matrimonios de
conveniencia arreglados por casamenteras y familiares. Un derecho que la ley
establece para todos los ciudadanos adultos del país; la misma ley que prohíbe
los “matrimonios forzosos” y los “crímenes de honor” y que siguen ignorando la
policía, incapaz de proteger a las mujeres de los abusos y la violencia, la
justicia, que no castiga a los autores, y todos cuantos, en palabras de la
militante por los derechos de las mujeres paquistaníes Tahira Abdullah, están
contribuyendo a que “el país se deslice cada vez más hacia el extremismo de un
Islam talibanizado”.