“La niña de la cabra”, la infancia sigue siendo la
verdadera patria
“La infancia está llena de misterios y los niños, con
su curiosidad innata, suelen intentar descifrarlos enfrentándose a sus propios
miedos” (Julia Olmo, Cineuropa)
En un Madrid con escasa circulación, en el crice de las calles Campoamor y Santa Teresa (pero igual podría ser cualquier otra confluencia), con varias décadas menos a mis espaldas, es un día festivo, no hay colegio y yo estoy en camisón, asomada al balcón contemplando el espectáculo del gitano de melena reluciente, su famélica cabra que hace filigranas para conseguir apoyar las cuatro pezuñas en un minúsculo taburete y la pequeña gitanilla que se agacha para recoger las monedas de una peseta que arrojamos desde los balcones. Me gustaba verles repetir el único número que dominaba la cabra, me gustaba aplaudir fuerte para que levantaran la cabeza y me sonrieran. Yo estaba en ese tiempo de los sueños, cuando fantaseaba con escaparme con un circo para recorrer el mundo dando vueltas a la pista, sobre un caballo y vestida con lentejuelas.
Melancólico
y militante de causas justas, “La niña de la cabra”, segundo largometraje de la
directora madrileña (y residente en Estados Unidos) Ana Asensio (“Most
Beautiful Island”, Gran premio del Jurado en el Festival del Film y de la
Televisón, SXSW, que se celebra cada año, durante el mes de marzo en Austin, Texas),
me ha devuelto a la escena del balcón y a la felicidad de algunos de mis
mejores años.
Yo
hablaba de los años sesenta, pero mi sorpresa ha sido comprobar que veinte años
después los gitanos seguían exhibiendo a su cabra por las esquinas y que “La
niña de la cabra” es una aventura que seguimos compartiendo protagonizada por
la pequeña Elena (Alessandra González), quien en su primera experiencia cinematográfica,
que transcurre en el Madrid de los últimos años 1980, y mientras asiste a las
clases del cura de la parroquia preparándose para hacer la primera comunión, tiene
que pasar el trago de la muerte de su abuela, con quien se entendía muy bien, y
encontrar algún sentido al reducido mundo de su entorno; un empeño en el que cuenta
con la ayuda de la preadolescente “Serezade” (Juncal Fernández, bailaora).
La
historia se desarrolla en el mes de mayo, con la llegada del calor, las fiestas
de San Isidro y el final del año escolar. A través de los curiosos ojos de
Elena, seguiremos su día a día tratando de dar sentido a las enseñanzas de la
catequesis, la tensión que percibe entre sus padres, sus preguntas en torno a
la muerte y su creciente fascinación por Serezade y su cabra.
Cine
familiar distinto al habitual, entre realidad y fantasía “La niña de la cabra” (1) se ha presentado en
el reciente Festival de Málaga como una llamada de atención sobre la diferencia
que existe entre el mundo infantil y el adulto vistos desde la mirada inocente de
la pequeña Elena, que no entiende de racismo ni de clases sociales y se aburre en las charlas del cura sobre la
maldad, los pecados y el infierno
El interés
de la directora, Ana Asensio –también guionista y actriz que actualmente vive
en Nueva York- por realizar esta
película parte del deseo de plasmar los recuerdos de su infancia: "Tengo vívidos
recuerdos de mi infancia, más que de
cualquier otro periodo de mi vida. Me pregunto si la forma en que recuerdo las
cosas ha cambiado con el tiempo, como si reeditara las escenas de una película
o si siempre fueron como las imagino actualmente. A veces, la mayoría de las
veces, esos recuerdos son sensoriales: el sabor de la leche y las galletas, el
sonido de una canción de aquella época o el olor de los lápices de
colores", comenta Asensio.
(1) “La niña de la cabra” estará en los cines madrileños a
partir del viernes 11 de abril de 2025.