
Traicionar es morir un poco
“Usted está bien; yo
no porque mi marido me traiciona con su mujer”
Una infidelidad
conyugal es el punto de partida de Betrayal (Traición), película rusa que
compitió en la sección oficial del Festival de Venecia 2012 con su título
original, Izmena y también estuvo presente en la última edición del Festival de
Cannes, y que se estrena en los cines españoles el 6 de septiembre de 2013. Un
drama con veleidades de da thriller erótico-psicológico.
Película críptica,
más que sobre la traición sobre la frustración y las obsesiones, dirigida por
el ruso Kirill Serebrennikov, y protagonizada por la alemana Franziska Petri y
el macedonio Dejan Lilic. En su presentación en Venecia, el personaje de la
médico, magnético en su frialdad rubia y lejana, recordó a los críticos el de
Kim Novak en Vértigo y el progresivo clima de opresión y personajes encerrados
en ellos mismos que también tenía la película de Hitchcock. Incluso creyeron
ver en esta historia no muy lograda un homenaje al cineasta británico.
Amor, obsesión y
venganza, casi a partes iguales, constituyen el fondo de esta especie de Crimen
y Castigo de la modernidad, parábola moral en la que a veces resulta muy
difícil distinguir qué corresponde a la realidad y qué es producto de la
perspectiva deformada de los protagonistas.
En el transcurso de una revisión rutinaria, una doctora rubia
y fría como una estatua sorprende a un hombre, mientras le ausculta para
comprobar el estado de su corazón, comunicándole que sus respectivas parejas
mantienen una relación sentimental. La revelación establece una extraña
complicidad entre ambos que les lleva primero a seguir el recorrido habitual de
los amantes en sus encuentros clandestinos, y finalmente a iniciar también una
relación, en principio solo encuentro sexual, que coincide con la trágica
muerte de los “infieles” en el momento en que los cuatro coinciden en el hotel
donde tienen lugar los encuentros secretos. Una muerte que es una venganza y
pone fin al ritual masoquista emprendido por los “traicionados”.
La segunda parte
de la historia quiere que pasado el tiempo los dos supervivientes vuelvan a
encontrarse, por azar, en otro hotel: ambos tienen ahora una vida nueva y muy
distinta de la anterior pero el secreto que comparten les lleva a intentar
reproducir el pasado: ahora son ellos los infieles y repiten los encuentros y
las costumbres de los amantes fallecidos. Todo casi como una pesadilla contado
con un exceso de simbolismo. “La película comienza como un melodrama, se transforma
en una historia policíaca y desemboca en una parodia de la comedia del absurdo”
(reseña de su presentación en Venecia), como cuando la mujer se come los pelos
del marido que encuentra en el lavabo o se afeita el pecho y el rostro con su
maquinilla. Finalmente, acaba como una de serie negra cuando la médico parece
enloquecer a causa de las penas de amor.
Según el
realizador, se trata de “una disaster-movie
centrado en las relaciones hombre-mujer. La infidelidad conyugal es el motor
que mueve esta película sobre las emociones y los pensamientos escondidos, y
sobre todas las cosas que no tienen nombre en el lenguaje humano”.
Parece que la
trama está inspirada no solo en experiencias personales del autor sino también
en un caso sucedido en Estados Unidos en los años 1990: dos personas que vivían
en una ciudad pequeña mataron a sus cónyuges infieles y consiguieron ocultar el
crimen durante mucho tiempo.
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